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Su cabello eran algas que se encontraban en la orilla del mar.

Sus ojos eran dos brillantes y hermosas perlas.

Su delicada nariz era una caracola perdida entre la arena.

Su tez era el perfecto color de la arena en atardecer.

Pero su alma eran las olas salvajes llenas de vida y color que cualquier surfista quisiera navegar.

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Cartas anónimasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora