Las ideas que la mente del chico delgado producía, revoloteaban como una parvada de pájaros sobre sus pensamientos, causándole así, un fuerte insomnio que le acompañaba desde hace unas semanas. Era muy molesto, pues después de terminar sus deberes escolares, que, por cierto, eran algo excesivos, sus ojos, tanto como su mente, estaban demasiado agotados, y no poder descansar es, pues, un martirio.
Al borde de la desesperación y nerviosismo que le causaba estar revolcándose sobre las sábanas, George se levantó de su cama y se dirigió fuera de su habitación, para después salir de su casa, claro, cuidando que, tanto sus padres, como sus hermanos, permanecieran dormidos, justo como deberían, pero él no podía.
Le causaba satisfacción sentir los movimientos de sus pies desnudos sobre el pasto, luego la piedra, y, al final, la arena, bajo sus pies. Era simplemente una sensación que te hacía recordar que estabas vivo.
El pequeño cuerpo de este chico había sentido ya, algunas de esas tan maravillosas sensaciones. Tales como leer bajo el sol del atardecer; chocar su rostro con la brisa del mar; descansar la cabeza sobre el hombro de alguien y, hasta dar tu primer beso.
Si, a la edad de 20 años, George sólo había besado a una persona, y esa persona había sido su primera, última y única relación. Se trataba de una chica de aquella isla, llamada Pattie, que estudiaba en la misma–y única– secundaria del poblado, era un año menor que el joven Geo. Habían sido amigos desde que ella entró al primer año, se habían conocido porque a ella le pareció atractivo y decidió seguirlo en el camino a su casa.
Desde ese momento, ella, prácticamente había obligado a tener una relación. No se confundan, sí, sí la quería, pero no lo suficiente como para continuar con su noviazgo hasta que, después de un año de fastidiosas salidas, terminó, ya que ella encontró a otro chico, lo cual, a George, no le dolió, al contrario, se alegró de no ser él el que tenía que terminar con ella.
En fin, ahora se encontraba divisando las pequeñas, y a la vez tan grandes, estrellas que se dejaban observar en el cielo de la medianoche. Sus cabellos tocaban la arena y sus extremidades yacían a sus lados, también rozando el suelo. Le pareció estúpido, y a la vez tan inteligente, el quedarse allí. Le pareció estúpido, porque era tonto gastar sus horas de sueño en estar en el frío y las adversidades de la intemperie. Y también le pareció inteligente, porque estaba invirtiendo sus horas libres para avanzar en la investigación de lo desconocido y lo imposible. Porque, para él, eso eran las estrellas. Imposibles. Tan famosas, pero desconocidas. Era algo tan maravilloso. Así como el amor que nunca había sentido. Era tan famoso, porque todos hablaban de él, pero desconocido, porque nunca lo había sentido, personalmente.
Estos eran pocos de los pensamientos que rondaban la mente del chico, que ahora mismo se encontraba tumbado en la infinita arena de la playa, divisando cada pequeño sonido y luz.
O eso creía, hasta que escuchó un crujir sobre las rocas que se encontraban en la costa oeste.
Presa de la curiosidad, encaminó sus pasos hacia la fuente de su atención.
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Lost by the stars. [Starrison]
Fanfiction"...El amor es una decisión, no una cosa del destino". Había un chico delgado y de mirada profunda. Y había otro de nariz peculiar y el cielo en los ojos. "Lo que pasa por tu mente debería estar pintado en las estrellas".