Tal vez esto sea muy cliché... Pero... No es lo que parece. Si leés esto y decides pasar, por mí perfecto. Pero si decides quedarte y leer esta trepidante aventura, te doy las gracias.
Este mundo es injusto, y aburrido. Tal vez hayas escuchado eso...
"El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes es la oportunidad." -Victor Hugo.
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La aldea se bañaba en una melancólica luz ámbar. Las dos jóvenes disfrutaban de un lento y agradable paseo, conociéndose la una a la otra. La verdad es que Tara era bastante graciosa, y de vez en cuando dejaba caer algún chiste malo, lo cual, hacía reír a Anna. Comenzó a contarle todo lo que había trabajado en su vida, para no obtener resultados. Le relató con todo detalle sus sentimientos, y Tara fijó sus ojos en ella, muy concentrada en la conversación. -Nunca te rindas, sigue adelante. Lucha, esfuérzate, inténtalo. Algún día, te convertirás en una persona de provecho, y todo tu esfuerzo habrá valido la pena. Hasta ese día, no mires atrás, y no dejes de luchar por la gente que te quiere, ni por lo tuyo.- Soltó Tara, de repente. Sonrió, y miró al cielo.- Eso es lo que solía decir un gran hombre al que conocimos hace muchos años. Vivía aquí, y era dueño de una biblioteca. Solíamos venir a ayudarle todos los días, y nos llevábamos muy bien.- Sus ojos brillaban. Empezó a reír.- Él... Él era un viejo cascarrabias, pero en el fondo, era un trozo de pan. Mi hermano le admiraba muchísimo, y a los tres nos encantaba escuchar sus historias sobre su juventud...- Su voz comenzó a quebrarse.- Al cabo de los años, iba envejeciendo, y su salud fue de mal en peor. Pedimos algunas medicinas para él, pero no servían de nada. Lynx tiene buenas medicinas, ¿sabes? P-pero... Aquel hombre murió, igual que lo ha hecho demasiada gente por varias enfermedades... Tenían cura, todas ellas... E igualmente perecieron...- Parecía la mar de decepcionada.- Lo añoramos mucho. Su muerte nos impactó mucho. Nos ha costado superarla. Aún seguimos hablando, y recordando aquellas tardes en la biblioteca, cuando la luz del anochecer se colaba por los inmensos ventanales de la construcción, en las que nos narraba todo tipo de historias, y nos enseñaba a soñar...- Una lágrima corrió por su blanca mejilla. Miró a Anna, mientras se frotaba la nuca.- Dios... Perdona, no sé por qué te cuento eso... Supongo que me he puesto nostálgica.- Volvió a mostrar su entrañable sonrisa. Anna la abrazó. -¡No pasa nada! Me gusta escuchar a la gente. No te preocupes. Tara se secó rápidamente las lágrimas, y condució a Anna por las anchas calles, verdes y llenas de gente. -Es aquí.- Se encontraban enfrente de un enorme edificio. Había un cartel algo destartalado puesto encima de la puerta: "Biblioteca".- Ahora, nosotros somos los dueños. Gracias a todos esos libros, a esos cuentos, a aquellas memorias... Sabemos. El conocimiento es un gran regalo. Un regalo que no debes desaprovechar.- Tara sacó una llave medio oxidada, y la metió en la cerradura. La giró, y la puerta se abrió. Anna entró, lentamente, admirando la inmensidad de aquella construcción. Todas aquellas estanterías, llenas de libros, de textos... De información. Acarició cuidadosamente los muebles de madera. Eran preciosos. Cogió una silla, la elevó por encima de la cabeza, lo cual asustó a Tara, y bramó: -¡Tengo una silla, y pienso usarla! ¡Otra vez!- Las dos estallaron a carcajadas. -No creía que íbamos a hacer tanto el idiota. -Ni yo...-Dijo Anna, aún destornillándose. -Oye, ¿y si mañana vienes aquí con nosotros, y te enseñamos algunas cosas? -Sería fantástico. A lo mejor, hasta puedo encontrar algo que me ayude... A regresar. -¡Exacto! Estoy segura de que te sientes igual de entusiasmada que yo, por algún motivo que desconozco. ¿Estoy en lo cierto? -Bueno, la verdad es que hay algo que me hace sentir un cosquilleo en el estómago desde que llegué, pero no sabría decirte el qué... Las dos salieron de la biblioteca, sin parar de hablar. Ya se dirigían a el hogar de Tara, cuando vieron algo que las hizo pararse en seco. Eran dos nobles gritándole a una pueblerina embarazada. Apestaban a alcohol, y parecían enfadados. -¡He dicho que me los des! -S-señor, si usted se lleva todos los sacos de ajo, mi familia no tendrá nada que comer cuando llegue el invierno... Y hemos trabajado muy du-...- No le dio tiempo a terminar, porque uno de los caballeros empezó a darle puñetazos y patadas en la cara. -¡Zorra!- Iba a propinarle una patada en el estómago, pero alguien le empujó y se lo impidió. Era Tara. -Métete con alguien de tu propia calaña, escoria.- Dijo, seria. -¡Oh, mira a quién tenemos aquí!- Se dirigió a el corro de personas que había alrededor. Anna ayudó a la mujer a levantarse y la llevó adentro de su casa. Salió inmediatamente después, con los ojos como platos. -Te he dicho mil veces que nadie quiere veros por aquí, Joseph.- Tara le miró de arriba a abajo, desafiante. -¡Oh, la gatita tiene garras!- Joseph empezó a codear a su compañero, riendo. -Bueno, estaba teniendo un buen día, hasta que apareciste. Te doy diez segundos para largarte. -Ya sabes que si quieres casarte conmigo, no tienes más que decirlo. -Fuera.- Dijo, seca. -Bueno, vale... Ya me voy... Pero sé que me quieres. Y al final, acabarás siendo mía quieras o no.- Alardeó, triunfante. -Adiós. Los nobles montaron sus caballos y galoparon, lejos. Tara suspiró. -¿Quienes eran esos?- Anna corrió hacia Tara. -Basura. Ya sabes, en todos los sitios tiene que haber basura. Basura que debe de ser limpiada... La última vez que vi a uno de ellos nos zurramos.- Sonrió, y siguieron andando. -Bueno, espero entender lo que sucede por aquí pronto. -Tranquila, lo harás. Por fin llegaron a su destino, cansadas por la caminata. -¡Hola! Ya está lista la cena. Pasad.- Erick entró en el comedor con una cacerola llena de estofado. Desprendía un delicioso aroma que hacía que les rugiesen las tripas. -Hola.- Ethan estaba sentado en el sofá, leyendo. -Venga, comamos. Hay que acostarse pronto. Mañana será un día duro, para todos nosotros.- Declaró Anna, satisfecha.
