Me quité de la cabeza ese recuerdo. Hoy era el aniversario de la muerte de mi madre. Llevaba cuatro años intentando olvidar aquel día. Pero era imposible. Vivía con miedo y con ello con las inseguridades que mi padre implantó en mí con su mano dura.
Y al igual que yo era un superviviente, el también sobrevivió.
Era difícil superar y afrontar haber sido víctima de malos tratos. Mi trauma seguía y aunque llevaba cuatro años sin ver a mi padre, aún creía oír sus gritos e incluso pequeños flashbacks, como el que acababa de recordar. Gracias a las terapias había conseguido salir de casa, poder acercarme al sexo masculino sin tenerle miedo. Pero no pudieron "arreglarme" el corazón, pues seguía roto, incluso lo encerré de mí misma, pues yo también me hacía daño al no poder superar mi infancia, castigándome, huyendo, escapando de la gente, de las relaciones humanas, de todo.
– Buenos días Patri – me despertó mi abuela de mis pensamientos, dándome un beso en la frente mientras plantaba ante mí un zumo de naranja y pan tostado del día anterior con aceite y sal. Su voz sonó melancólica, era muy triste tener que enterrar antes aun hijo, pero también era triste perder a tu madre cuando tenías 13 años y más en esas circunstancias.
La miré de arriba abajo, en cuatro años había envejecido tanto que su cara se había llenado de arrugas y su pelo se volvió prácticamente blanco. Perdió al amor de su vida hacía diez años, y después aquello que ella y mi abuelo habían dado vida, su hija. Mi madre. Yo era su única razón para seguir adelante. Tenía que serlo por mí. Y yo por ella, pues solo nos teníamos la una a la otra. No había nadie más. A veces me sentía culpable por no poder darle más. Solo el triste reflejo de su difunta hija cuando tenía 17 años y yo la culpabilidad de no haber podido ayudar a mi madre aquel fatídico día. Muchas veces quise haber muerto ese día, incluso hoy.
Pero no lo hice porque era una superviviente y luchaba incluso sin saber cómo hacerlo.
Luchamos para no ser separadas, pues mi tío se había emperrado en querer obtener mi custodia. Pero gracias a dios no lo consiguió a pesar de ser uno de los mejores abogados.
Esa lucha consumió muchos nuestras energías y ahorros de mi abuela, pero eso hizo que nos uniera y peleáramos a vida o muerte.
Pues ella era la luchadora y yo la superviviente.
Durante esa lucha estuvimos cambiando de ciudades hasta que nos alejamos tanto de mi tío que al final se rindió y nos dejó vivir tranquilas en un plácido pueblo en donde sólo había campos de naranjas.
Domeño era un pueblecito de unos 700 habitantes. Solo habíamos abandonado las comodidades y el bullicio de la capital por la tranquilidad de los campos de cultivo.
Mi abuela trabajaba como administrativa comercializando ese producto a otros países. Ese año me dejé las manos recogiendo naranja para ahorrar algún dinero. Cosa que me ayudo a sentirme independiente a relacionarme y aumentar mi autoestima.
– ¿Tienes ganas de empezar las clases?- me preguntó al ver que seguía perdida en mis pensamientos.
– Bueno... - dije alzando mis hombros en signo de indiferencia - supongo... este año será un agobio, tendré que decidir la carrera, hacer el examen de acceso a la universidad, supongo que tendré que estudiar más para tener buena nota en el selectivo... - resoplé, no era una estudiosa que digamos.
- No te preocupes por eso, no eres una chica muy sociable...- me recriminó sin mirarme a la cara - ni siquiera lo eres con Enrique y Helena... no sé cómo pueden tener tanta paciencia contigo. ¿Porque no fuiste con ellos al viaje de fin de curso?- dejó caer sus manos en la pila, mirándome cansada mientras suspiraba.
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El silencio de su sonrisa [Cicatrices #1]
General FictionPatricia tiene una cicatriz que no curará nunca. Patricia tiene demasiadas marcas en su piel que le impiden amar. Patricia guarda demasiados secretos. Patricia esconde sus miedos. Patricia tiene miedo. Cuando por fin sus cicatrices empiezan a sana...