Resiliencia

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Me encuentro embarazada de mi primer bebé. Y no es hasta que doy la noticia que mi madre y abuela me confiesan que todas han quedado embarazadas a la edad de veintiséis años. Para mí, fue una sorpresa saber de esto. Es por eso que les contaré  esta historia.

En 1938 mis tatarabuelos Angela y Carlos se encontraban teniendo a su tercera hija a la cual nombraron Chabela. Eran una familia que se sustentaba con el trabajo de la caña. Tenian escasos recursos y luego de un par de años eran numerosos. Les llamaban la familia Diaz, compuesta por doce hijos, madre y padre. A la edad de dieciocho años Chabela conoció a Chago, uno de tres hermanos idénticos muy populares en el pueblo por sus apariencias. Jóvenes altos, de pelo rubio y ojos azules, gris y verdosos. En eso consistía la diferencia entre los trillizos. Chabela se casó  un par de meses luego con el de ojos azules, liberando de esta forma a su familia de una carga.

Chabela era una joven cautelosa con principios y conocimientos de Dios. Su familia cada domingo iba a la iglesia y por esto cuando se casó vieron que la cosecha había dado buen fruto. A la edad de veinte años Chabela tuvo su primera hija llamándola Nemi ésta heredaría su carácter y sus raíces religiosas. A la edad de veintiséis tuvo a su tercera hija llamándole Elsy la que años más tarde se encargaría de cumplir el primer mandamiento :

"Honrarás a tu madre y a tu padre para que tus días sean alargados"

Chabela era ama de casa, su día transcurría en el cuido de sus hijas, los que hacerse del hogar y la confección de vestimenta hecha con estropajos. El único sustento en el hogar era su amado esposo Chago quien trabajaba de sol a sol en la caña, siendo dichoso ya que por esos años la Segunda Guerra Mundial causaba estragos y hambruna hasta en la pequeña isla del Caribe, a la que denominaron como la más pobre debido a que más del ochenta porciento de sus habitantes no tenían forma de sustento. La comida escaseaba y el trabajo sencillamente era una dicha.

Cuando Chago llegaba a su hogar olía a sudor, amargura y desánimo. La situación le pesaba demasiado . Ver a sus, ya seis niñas esperándolo en la esquina de la casa para pelearse por quien lo llenaría de besos era lo mejor que le ofrecía el día. Chabela acostumbraba ver la escena desde la cocina. Ella amaba a sus seis hijas y adoraba a su esposo.

Una tarde observaba todo desde la cocina donde tenía listas las verduras y el pescado de río que había sido intercambiado por unas piezas de vestir. Siempre se preguntaba qué tan distinta podía ser la vida de ellos con un poco más de dinero. Ella era bastante conformista para con ella misma, pero siempre que podía se permitía pensar en la felicidad de su esposo a causa de un poco más de dinero. Fantaseaba con la idea de verlo llegar mostrando la hermosa sonrisa que la enamoró desde el día uno. Poder mirar sus hermosos ojos y ver felicidad y no esa tristeza constante que la hacían sentir con culpa por no poder aportar un poco más en su vida, se sentía culpable por el hecho que ni siquiera había podido darle ese hijo varón que tanto él había deseado.

- niñas dejen a su padre tranquilo. Está cansado de trabajar. - mirándolo con ojos compasivos- hoy cambie con paco un pescado fresco que recogió del río. Solo tuve que coserle unos pantalones y darle unas telitas que habían en el cajón.

- y ustedes ya comieron? - Chago pregunto con culpa pues la mayoría de las veces ellas solo comían las verduras de sus tierras, carne era un lujo para esos días.

- si papá ya - contestó Elsy quien contaba con cuatro años y era su preferida por ser la más inteligente y tenaz. Era la más pequeña en estatura pero eso no evitaba que fuera la que tuviera la última palabra cuando jugaba con sus hermanas.

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