Le había hecho llevarle la comida.
Kyungsoo no tenía ninguna idea de cómo había dejado convencerse. ¿Acaso era su culpa que el otro fuera tan patético cazando? Claro que no. Y, sin embargo, ya lo habían forzado a hacerles de paloma mensajera.
Ni siquiera sabía lo que comían las panteras, por dios. Sólo pudo conseguir algunas ratas, sapos y una ardilla pequeña, y dudaba que eso bastara para alimentar diez estómagos (porque él también debía comer, claro está). No podía contar tampoco con que ellos tuvieran comida guardada por alguna parte pero ya no estaba en posición de quejarse. No cuando ya estaba tan cerca del balcón de esa familia de carnívoros devoradores de búhos en potencia.
— ¡Ahí viene! —escuchó a lo lejos y negó con la cabeza. Volar podía ser una clara ventaja ante cualquier enemigo pero era demasiado fácil que alguien te viera desde un lugar alto. Hay veces en que deseaba ser un maldito camaleón.
Cuando hubo llegado, sólo atinó a arrojar la comida sobre la mesa y pararse en el respaldo de una de las sillas de la sala de estar con una cara malhumorada que se le notaba incluso debajo de todas esas plumas. Los pequeños mininos de pelaje negro corrieron hacia la mesa y no tardaron en hacerse humanos, dejando a la vista a ocho niños con rostros casi idénticos. La pantera más grande –quien se encontraba lamiéndose las heridas en busca de limpiarlas y hacerlas sanar– no tardó en unirse a ellos y acercarse a ver la cacería del búho, haciendo una expresión sorprendida que era digna de un nene de cinco años.
— ¡Es más de lo que cazo yo en dos noches! ¡Eres increíble!
Kyungsoo, sintiendo un revoloteo insoportable en el estómago, volvió a negar con la cabeza y salió volando directo hacia su balcón, transformándose en humano en cuanto hubo llegado a su habitación. Sin despedirse ni asegurar volver a verlos. No tenía por qué comer con ellos. No tenía por qué comer esa noche. Además, tenía algunas sobras. Podría sobrevivir con eso.
Tampoco tenía por qué quedarse despierto toda la noche. Siempre podía dormir temprano y ahorrarse la molestia de sentir hambre. Habían muchísimas posibilidades y soluciones que podía aplicar sin involucrarse con esa familia de felinos. Él no tenía la obligación de alimentarse a sí mismo ni de alimentar a nadie más, como la tenía aquella pantera negra. No necesitaba una familia ni comida. Estaba bien solo. Estaba bien así.
Él, definitivamente, no se había puesto feliz por un par de palabras.
–
Antes de que el pequeño se pudiera dar cuenta, ya habían pasado cinco días después de salir despavorido de ese departamento.
La pantera había cumplido su parte del trato y no lo había vuelto a molestar, para alivio de su persona, y él no había vuelto a salir a la misma hora de siempre al balcón. Todo había vuelto a como era antes. Todo había vuelto a la normalidad. Kyungsoo estaba a rebosar de tranquilidad ininterrumpida, como tenía que haber sido desde un principio. Había vuelto a retomar su hábito y costumbre de salir y ver el cielo estrellado con una taza de café en las manos mientras esperaba a que sus instintos se apoderaran de su cuerpo nuevamente y, a pesar de odiar aquella parte de la vida que le había tocado vivir, no podía pedir nada más que eso.
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Panteras hambrientas, búhos astutos, cazas frustradas y algo raro (OS/Kaisoo)
FanfictionKyungsoo salió aquella vez como muchas otras hacia el balcón de su departamento para contemplar las estrellas, sin tener idea alguna de que alguien más estaba contemplándolo a él desde el balcón encima de su cabeza con rostro hambriento. - Escrito c...