Búho escurridizo

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Los días siguientes, dos panteras seguían por todas partes al pequeño búho.


Kyungsoo jamás creyó que se encontraría en una situación como aquella. No era normal que una pantera negra enorme y su pequeño hermano siguieran a alguien que era su presa por ley natural a todas partes.

¿Debería arrepentirse por haber salvado a uno de ellos? No creía que haya estado mal haber hecho eso aunque se tratara de una futura bestia salvaje. ¿Debería arrepentirse de haber sido amable con el más alto? Sólo había dicho lo primero que le pasó por la mente aquella vez, y no es como si no lo creyera desde un principio. ¿Debería arrepentirse de algo? Porque no sentía que hubiera algo que lo molestara de todo aquello. ¿Le agradaba? Tampoco era tan extremo.

La verdad era que no estaba acostumbrado a recibir ese tipo de atención. La pantera más grande, desde lo sucedido con su hermano, ahora se encargaba de dejarle en la puerta de su ventana –en el suelo del balcón, sí– una ración de lo que cazaba todas las noches. Él nunca se lo había pedido y tampoco se lo había agradecido. No sabía qué era lo que tenía que decir o hacer para darle frente a esa situación. ¿Qué tipo de relación tenían entre los dos? No lograba comprenderlo.


Lo único que sabía era que él no odiaba a esta familia. No lo hacía.


A veces, a la noche, cuando salía al balcón a contemplar las estrellas, pensaba en los pequeños felinos y en lo increíblemente ruidosos que podían llegar a ser de vez en cuando. Se preguntaba muchas cosas cada vez que pensaba en ellos, y no es hasta que uno se lanza a su cabeza (en un intento de imitar la caída de su pobre hermano) que sale de su ensoñación. Eso había comenzado a pasar desde aquel incidente. Como si lo vieran como una especie de héroe improvisado y oculto en ese departamento, haciéndose pasar por alguien normal. Y no entendía. No entendía nada.

Decir que lo que había estado sintiendo todo ese tiempo no era una especie de cariño hacia esos felinos habría sido mentir descaradamente. Todas las noches trataba de acordarse sus nombres para, algún día, poder nombrarlos como se debía y no llamarlos felino uno o felino dos. Y, sin embargo, lo único que tenía grabado en la mente era el nombre de esos dos a los que les gustaba pisarle los talones: el pequeño Boo y Kim Jongin.


Boo y Kim Jongin.


Kim Jongin.


Ese nombre se repetía incontables veces en su mente y no había forma de pararlo con nada. Aquel chico siempre terminaba en su balcón, haciéndole compañía mientras compartía su comida con él y no paraba de hacer preguntas del tipo personal. Cómo era que se llamaba, cuántos años tenía, si tenía madre o padre, si ya se había apareado...


Luego de eso último, lo picoteó hasta dejarle la cara hinchada.


¿Aparearse? Claro que no. Los búhos no se apareaban. O, por lo menos, él no lo hacía. ¿Para qué? No era como si quisiese tener bebés. No era como si quisiese experimentar esa parte de la vida. Estaba bien como estaba, y no entendía a qué había venido la pregunta.


A pesar de aquello, Kyungsoo más tarde se preguntó si Jongin se habría apareado ya. Se preguntó qué se sentiría hacerlo. Se preguntó si dolía.

Si algo duele, se dijo a sí mismo esa vez, entonces no tiene que ser bueno para nadie. Pero él no lo sabía. No sabía si dolía. Y, si dolía, ¿por qué la gente lo seguía haciendo? ¿qué era lo bueno que se sacaba de todo aquello?


Kyungsoo.


El aludido parpadeó atontado y sintió que le picaban la mejilla con un dedo. Siguiendo el brazo que lo estaba molestando, se encontró con Jongin sentado a su lado y al otro pequeño, maullando en su regazo.


— Kyungsoo, préstale atención a Boo —canturreó, picando de nuevo la mejilla del otro, pretendiendo molestarle.

— Jongin, ¿tú ya te has apareado?

— ¡Ah!


En un movimiento rápido, el más alto se apresuro a tomar a su pequeño entre brazos y taparle los oídos fuertemente para que evitara escuchar aquella conversación indecente. Miró al más bajo con una expresión entre abochornada y reprobatoria, y Kyungsoo se encontró riendo porque dios, menuda cara de idiota.


— ¿Por qué lo preguntas tan de repente? La gente normal pregunta antes el número de teléfono.

— Tú fuiste el que lo preguntó primero y de la forma más desvergonzada posible. No salgas con esa inocencia fingida ahora —replicó—. ¿Lo hiciste o no?

— Pues... sí.

— Y... ¿cómo se siente?

— Uhm... no sé, ¿como un beso?

— ¿Un beso?

— Es decir, bien —rectificó—. ¿Nunca tuviste un beso o qué?

— Pues no.


El moreno lo miró con la expresión en blanco más molesta que pudo haber visto antes y el pequeño sintió unas repentinas ganas de picotearle los ojos y arañarle la cara hasta dejarlo como el maldito Freddy Krueger. ¿Qué diablos tenía de malo no haber besado a nadie nunca en tu vida? Ni que fuese la muerte.


— ¿Lo dices en serio?

— Jongin, te vas a ir de mi departamento si no dejas de preguntarlo.

— Pero es que...

Te vas.


Kyungsoo se cruzó de brazos y Jongin lo miró con un puchero. No es que se esté burlando de él. Para nada. Es sólo que no podía creer que alguien como él no haya recibido ni un poco de ese tipo de afecto jamás; no puede creer que no lo hayan besado nunca. Es decir, bastaba con sólo mirarlo para saber. Si él lo quería, podía tener a tantos bajo sus pies porque no sólo era una hermosa persona sino también...


— Como sea, supongo que es hora de que vayas a fijarte que ninguno de tus hermanos se tire por el balcón. Además —apuntó a la pequeña bola de pelos entre sus brazos— Boo ya se durmió.


Jongin bajó la mirada y se dio cuenta de que, en efecto, Boo se encontraba durmiendo plácidamente contra su pecho.


— Deberías llevarlo a dormir.

— Mañana podemos seguir hablando de ésto.

— No, mañana no. Ni mañana, ni nunca.


El más alto rió entre dientes por el repentino ataque de nervios por parte del otro y negó con la cabeza, colocando al pequeño en el suelo y convirtiéndose en pantera después. Antes de tomar al otro con su boca, se acercó sigilosamente a un Kyungsoo distraído y avergonzado, que se encontraba con la vista alejada de él, y le lamió la comisura del labio rápidamente antes de salir despavorido de allí con su hermano.


Kyungsoo se quedó inmóvil en su lugar, intentando procesar lo ocurrido, y fracasando miserablemente al intentar buscar una razón para explicar el revoloteo en su estómago.   

Panteras hambrientas, búhos astutos, cazas frustradas y algo raro (OS/Kaisoo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora