Un ventoso sábado de otoño en Colorado.
No me había tomado el tiempo de verme al espejo pero estaba segura de que lucía como un mapache despeinado, de seguro la gente al pasar le daría vergüenza ajena al ver mis tremendas fachas pero eso no interesaba, estaba llegando tarde al trabajo todo por quedarme en altas horas de la noche en ese maldito festival de otoño que la universidad había preparado. La había pasado bien, pero al escuchar la alarma torturarme con esos desagradables pitidos la situación no se tornó tan divertida... Odiaba levantarme temprano más aún cuando me había acostado a las 2 de la mañana.
¿Por qué eres así, Alisson?
Mientras caminaba por las calles de Fort Collins, mi nueva ciudad hace tan solo unos cuantos meses, mi teléfono vibró y emitió esa melodía que me confirmaba que alguien me estaba llamando.
—Hola mamá —dije colocando el aparato entre mi hombro y mi oreja para ponerme a rebuscar en mi pequeño bolso las llaves de la lavandería, mientras sostenía como me era posible el cupcake que había comprado hace unos diez minutos en una cafetería cercana.
Siempre me preguntaba por qué Dios nos hizo con dos manos, porque a mí no me habría venido mal unas cuatro.
—Buenos días Al ¿Cómo estás cariño? —preguntó con su cálido tono al cual me urgía escuchar personalmente.
—Cansada, yendo al trabajo —respondí tras un suspiro— pero todo bien, como siempre. —Di un mordisco a mi "desayuno" de chocolate dándome por vencida al intentar hallar la llave—. ¿Qué tal las cosas en Nueva Jersey?
—Oh, fantástico. Erwin entró en el equipo de basquetbol de la escuela y está mejorando en historia. —Ya podía imaginarme su sonrisa al hablar de mi hermano menor de 12 años, y la verdad es que de tan solo imaginar a esa cabezota castaña corriendo para encestar el balón mis labios se curvaban sin pensarlo.
—Me alegro que le guste algún deporte, no como su hermana que siempre fue un fiasco corriendo y haciendo pases —hablé riéndome de mí misma, contagiando a mi madre.
—Tu padre dijo lo mismo —comentó una vez que las risas cesaron—. ¿Cómo van los primeros meses como universitaria, eh?
—Agh, soy bastante desordenada pero puedo lidiar con ello —contesté sincera—. Aunque sé que el esfuerzo valdrá la pena.
—Bien dicho, sigue estudiando y poniendo todas tus fuerzas en ello, ¿vale? Yo sé que tú puedes —me alentó—. Cielo, tengo que ir a hacer las compras, te llamo luego ¿de acuerdo? ¡Abrazos!
Y colgó.
Con una sonrisa en el rostro me coloqué los audífonos nuevamente y dejé que la música alegrasen el día nublado de Colorado.
Iba jugando Mario Run mientras pasaba mi lengua de vez en cuando en la crema chocolatosa rumbo a la lavandería, pero una maldita piedra me hizo casi tropezar y lanzar mi cupcake lleno de calorías por los aires.
Por un momento pensé que se había caído al suelo y lo había echado a perder pero cuando vi unas zapatillas negras frente a mí supe que estaba equivocada, yo no traía calzado negro, de hecho llevaba mis converse blancas... bueno, estaban realmente sucias, pero no llegaba al extremo de estar negras, supongo.
—¡Oh por Dios, lo siento! —me disculpé exaltada sin siquiera ver quién había sido la víctima de mi torpeza, mi vista solo se enfocó en la camiseta blanca manchada con el glaseado.
Luego mis ojos barrieron la silueta, pasando por unos jeans oscuros y una chaqueta Adidas también color negro, tuve que elevar levemente mi cabeza para lograr ver el rostro de la persona. Joder, su altura me sacaba una cabeza entera y... Oh rayos, esos ojos.
Podrían partir un corazón fácilmente.
No había rastro rabia o enojo, simplemente eran como un pozo sin fondo, no sabía con exactitud qué reflejaban, pero no era nada relacionado con alegría.
No sabía que un simple cupcake iba a afectarle tanto a una persona.
—Déjalo, no importa —habló luego de unos interminables segundos con una voz más que cortante que la de mi padre cuando no quería ir a la escuela. Luego de eso intentó marcharse, pero me sentía mal de verdad, pues odiaba la sensación de saber que había molestado a alguien y no poder hacer nada al respecto.
—¡Espera! —lo detuve—. De veras que lo siento, déjame compensarte. La lavandería donde trabajo está a unas pocas cuadras, puedo hacerte un lavado gratis —ofrecí con una sonrisa de comercial.
En mi mente, era la mejor propuesta del mundo.
—No es necesario —se negó con el mismo tono de voz frío.
—Oh, vamos, jamás serás tan suertudo como para encontrarte dos veces a una chica que te estampe su cupcake encima y te lave la camiseta gratis —dije como lo hacen las mamás negras de las películas.
Su silencio me hizo sentir ridícula, pues se había quedado inmóvil como si estuviera pensándolo o tal vez solo apreciaba lo idiota que era la chica que estaba frente a él, lo único que parecía que tenía vida propia eran sus cabellos castaños despeinados que flameaban levemente a causa del viento.
A pesar de su comportamiento, no era una persona que emanaba peligro, no tenía pintas de ser un ratero ni mucho menos drogadicto, no me sentía en peligro.
—No, estoy apurado —contestó sin ánimos.
—No aceptaré un no como respuesta, andando —insistí con una sonrisa inocente.
Pero que psicópata eres, Alisson.
—¿Si voy me dejaras en paz?
—Y no solo eso, también te dejaré con olor a lavanda —dije intentando hacer sonreír a ese triste rostro. Aunque eso no sucedió.
—Pues apúrate, porque soy alérgico al chocolate.
—¿¡QUÉ!?
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¡Holangas en tangas! Ahr bueno como lo dije 1 de abril subía primer capitulo, sé que es corto pero prometo subir otro en estos días.
Regálenme un voto si les gusto :(
Besos shining stars❤️
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Parker
Teen FictionSus ojos irradiaban tristeza, su boca un clamor, a silencios gritaba "¿dónde está mi salvación?" Todos los derechos reservados