Este chico debía estar de broma.¿¡Cómo que era alérgico al chocolate!?
—Estás bromeando, ¿verdad?
—¿Por qué debería de estarlo?
Esa pequeña culpa que sentía se multiplicó por diez. El no estaba jugando.
Apresuré mi paso sin pensarlo dos veces y mientras caminaba por la mente se me cruzaban las peores consecuencias que podría traer mi estúpida torpeza, ¿y si su alergia se activaba antes de tiempo? ¿y si va a parar al hospital? ¿por qué me preocupo de un extraño que ni siquiera sé el nombre? ¿será que soy muy considerada y no debería importarme?
¡Pero no podía no hacer nada!
Al llegar a la lavandería fue como si mi respiración hubiera vuelto a funcionar con calma. Al entrar dejé mi abrigo y bolso en el armario que había en el fondo de el local.
Prendí las máquinas, encendí las luces, preparando todo como lo hacía usualmente, y al darme vuelta y encontrarme con el chico sin camiseta casi se me para el corazón. Me acerqué haciendo control mental de que mis ojos debían estar fijos en los suyos y de esa manera le pedí las prendas para meterlas a la lavadora.
—¿Tú alergia no se alteró? —pregunté intentando que mi cerebro se distrajera con otra cosa que no fuera su cuerpo semidesnudo.
—No, supongo —contestó sin añadir nada más.
No está ayudando.
Al ver que el chico era muy callado y no tenía ganas de socializar fui a buscar la escoba y comencé a barrer.
No tiene unos abdominales bien marcados pero tiene buen cuerpo.
—Yyy... ¿eres de por aquí? —pregunté para romper el hielo, teniendo la mirada fija en el suelo.
—Ajam. —Decidí ignorar su respuesta tan seca y seguir hablando.
—Yo soy de Nueva Jersey, me mudé hace unos pocos meses para estudiar—hablé concentrada en mi barrido, como si mi vida dependiera de ello—, me dijeron que hay varias universidades por aquí ¿tú a cuál vas?
—No voy a la universidad —respondió sin cambiar ese tono neutro y serio.
—¿De veras? —Me enderecé, deteniendo mi trabajo para mirarle confundida— ¿Un año sabático puede ser?
—No, para nada —dijo despreocupado.
Tiene lindo cabello, desearía poder tocarlo.
Sacudí mi cabeza y dejé la escoba apoyada contra la pared para poder dirigirme al escritorio y prender la cafetera.
—¿Entonces qué? —pregunté mientras alistaba las tazas, aunque no le había preguntado si le apetecía café.
Da lo mismo, si no quiere me lo tomaré yo.
—¿Acaso te interesa? —preguntó incrédulo.
—Me gusta hablar con la gente —comenté luego de varios segundos sin responder, luego de un suspiro acomodé las cosas de encima del escritorio—. ¿Quieres café? —le ofrecí aún sabiendo que su silencio me daba la indirecta que no quería seguir hablando.
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Parker
Novela JuvenilSus ojos irradiaban tristeza, su boca un clamor, a silencios gritaba "¿dónde está mi salvación?" Todos los derechos reservados