Capítulo 3

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Hay insultos que con intención pretenden herir; los hay también que se interpretan como tales, sin realmente serlos. Así, en ocasiones algo tan normal como dormir puede ser visto como una falta de respeto. Y en estos casos no se considera que si te levantan a la mitad de la madrugada para cantar por horas, luego apagan todas las luces y te proveen un ambiente de relajación, lo más probable es que te de sueño y te duermas.

Me desperté cuando la cabeza, por su propio peso, se me fue hacia atrás; al hacerlo los vi que me rodeaban, mirándome con asco. Cornelio se abrió paso y me enfrentó:<<¡Lo sabía!>> dijo satisfecho. No estaba indignado, sino contento de que había encontrado una forma de herirme. <<Las reglas son claras, dormir en un rezo es una falta de nivel mayor>> Prosiguió a decir, ya no mirándome, sino viendo a los otros, buscando un sentido de aprobación para lo que pensara hacer; ellos asintieron y le dieron la razón. Las luces se volvieron a apagar, hubo un intervalo de silencio en el que solo se escuchaban los golpes frenéticos de mi corazón asustado y luego se fueron encima mío. Me levantaron no sin esfuerzo, pues peleaba como podía; hasta le mordí la mano a alguien, nunca supe realmente a quién. Se sumaron otros a sostenerme y lograron inmovilizarme. Cuando vi que no podría luchar mi salida, me disculpé como pude. Expliqué que no conocía las reglas y por ende eso no había sido un insulto, sino un descuido, también dije que no lo volvería a hacer y pedí incontables veces que me perdonaran. Mis palabras eran inservibles, pues para ellos no había una voluntad de juzgar, sino de obedecer. Me sacaron arrastrando y me dejaron afuera, acto seguido vi que se formó una línea de fanáticos enardecidos dispuestos a cualquier cosa que su líder les ordenara. Nuevamente apareció Cornelio, esta vez amurallado en sus súbditos, y gritó unas frases incomprensibles de las que la única palabra que entendí fue <<destierro>>. El alivio que esa palabra despertó fue pasajero, pues cuando ya no temí por mi vida, entró en funcionamiento un cuidado muchísimo más angustiante. En el amor llega un punto definitivo de estar al otro lado; una vez que cruzas esa línea imaginaria, la muerte se vuelve un destino más dulce que sufrir de soledad. Si tenía que soportar torturas por permanecer ahí estaba dispuesto a hacerlo; no sabía si con razón o no, pero confiaba en que si me marchaba nunca más la volvería a ver y solo concebir esa posibilidad era suficiente para que desfallecieran mis ganas de vivir. Me arrodillé y traté de disimular que oraba, aunque no tenía ni idea de cómo hacerlo, solo cerré los ojos lo más fuerte que pude y moví la boca rápidamente, con el rostro levantado hacia el cielo. Me dejaron rezar. Pensé que eso los había convencido y me perdonarían, pero cuando me detuve, Cornelio dijo:<<Ya es hora, hermanos, no retrasemos lo inevitable>>. Estoy poco orgulloso de confesarlo pero lloré sin control. No fue un llanto que saliera de mis ojos, más bien fue un grito desesperado de saber que perdería el sentido de saltar en el tiempo más que por pura curiosidad. Sin miramientos a posibles represalias, me levanté y les confesé todo. Les hablé sobre ella, nuestra pelea, nuestro amor... en fin, todo lo que había pasado. Advertí que nadie me escuchó; aunque estaban evidentemente ahí, de una forma no lo estaban, no eran ellos quienes me querían echar, sino sus cuerpos dominados por lo eterno y divino, o como se le quiera llamar. Quien realmente sentía cada palabra y controlaba tanto sus acciones, como su consciencia, era Cornelio. Afortunadamente mis palabras lo afectaron; luego de que su rostro degenerara en odio, se vio frustrado y se retiró. El resto de fieles seguía firme, sin hablar, sin moverse. Pensé que sin Cornelio para dirigirlos me dejarían volver, pero empezaron poco a poco a acercarse a mí, queriendo hacerme retroceder. Estaba resuelto a no dejarme intimidar así que me planté firme y los esperé. Cuando se acercaron lo suficiente para poder tocarlos, levanté mis dos brazos perpendicularmente al suelo y esperé detenerlos; ellos hicieron lo mismo y como eran muchos más, fácilmente me superaron y empezaron a empujarme. Traté de razonar con ellos, les dije que no se dejaran dominar y un montón de cosas que eran como buscar apagar un incendio con una manzana. Me tropecé y caí algunas veces, pero ni si quiera eso los detenía, iban dispuestos a pisarme o a patearme en el caso de que no me levantara de inmediato. Avanzamos hasta el portón por el que había llegado y se detuvieron. Me mantuve expectante a que hicieran algo más, pero tal cosa no sucedió, dieron media vuelta y regresaron al templo. Corría dentro de mí el instinto de lucha implacable, las ganas de seguirlos y pelear contra todos hasta matarlos o que me mataran, sin embargo, en ese momento la prudencia también estaba despierta, controlándome de hacer alguna estupidez. Los vi alejarse, petrificado y en absoluta impotencia. El brillo de la luna los señalaba a ellos y solo a ellos, dejándome ninguna otra alternativa que fijarme en su marcha. Cuando fueron absorbidos por la oscuridad, escuché un campanillazo y voltee; no vi a nadie. Luego otro, otro, sonidos que manaban de todos lados. Después de una carcajada, un consejo: <<no te asustes, hermano>>. Entre las sombras apareció el campanero, jovial como no pensaba que era. <<Te veo... no sé, preocupado. ¿Qué te sucede?>>. Me pareció extraño la frescura de sus maneras, muy distintas a las mecánicas acciones del resto, pero le contesté: <<sí, un poco... me vieron durmiendo en medio de un rezo y...>>, <<oh, no, ahí sí que... bueno, ahora supongo que ya lo sabes. Ah, qué pena, ¡pero qué se puede hacer!>>. No contesté, de todas formas no había nada a lo que contestar, asentí con la cabeza y me senté a contemplar la torre del campanario, esperando que algo se me ocurriera. Mientras esperaba pensaba que así tuviera que dormir en el suelo, iba a esperarla, demorara lo que demorase; claro, estar decidido a hacer algo, digamos que por obligación, no es lo mismo que disfrutarlo, y peor si sabes que te espera un sufrimiento indefinido. El campanillero no se había ido, pero no noté su presencia hasta que volvió a hablarme. <<Sí, se puede hacer algo>>. No contesté tampoco porque pensé que me diría alguna broma, y no estaba de ánimos para juegos. <<¿No quieres saber?>> Dijo al punto. Le respondí que sí, como última opción, con poquísimas esperanzas de encontrar una respuesta alentadora. <<Yo te diré, luego de conversar un poco>>, <<como quieras...>>,<<bien, entonces dime, ¿qué haces aquí?>>, << acabo de decirlo, no voy a contar otra vez todo, pero en resumidas cuentas vine a ver a alguien>>,<< no necesito más detalles, solo quería que constara que no estás aquí por convicción>>, <<no, pero tampoco es que sea escéptico del todo. Lo que sucede es que ni si quiera sé me ha dado la oportunidad de convencerme, no sé de qué se trata este... culto, sexta, religión, lo que sea. Lo único que sé es lo que he escuchado en las canciones, nada más>>, <<a veces eso es todo lo que hace falta. Dime, realmente, ¿por qué no crees?>>, <<ya te lo dije, porque no he tenido la oportunidad de saber qué es exactamente lo que tengo que creer>>, <<eso no es un excusa. No necesitas que te den todo masticado; por ejemplo, en esta vida, tú vienes y no conoces nada, solo vives y poco a poco vas entendiendo de qué se trata. Aunque nunca llegues a comprenderlo todo, te mantienes buscando... se podría decir, un sentido a la vida. No tienes que estudiar o reflexionar y luego decidir si te gusta vivir >>, <<sí, pero no es lo mismo. No tengo que decidir todos los días si voy a vivir o no. Además hay muchísimos modos de estar vivo, nadie nace y de inmediato se suscribe a un tipo de vida. Uno prueba muchas cosas hasta encontrar lo que lo llena y le gusta>>,<< a lo mejor tengas razón, pero esto es distinto. Sí, sí, no lo había pensado pero tienes toda la razón; y yo también tengo razón. Vivir es simple, es automático; ahora, darle dirección...ahí es donde entra la fe. Y entra o no entra. No hay otra forma>>, <<es absurdo pensar que uno tenga que creer ciegamente algo tan importante>>, <<pero, hermano, esa es la única forma de creer>>. La importancia de su afirmación me pasó por encima de la cabeza; estando así de angustiado lo único que me preocupaba era regresar. <<Bueno, ya hemos hablado, ahora dime qué tengo que hacer>>, <<te confieso, hermano... ¿cuál es tu nombre?>>; <<Pertafas>>; <<¡Pertafas! Te confieso, Pertafas, que te veo como alguien insatisfecho... no sé, así me parece que estás. Por eso te voy a ayudar a que te quedes. Siento que es mi deber darte esta oportunidad de conocer lo eterno y divino. En definitiva esto es parte de nuestra labor de concientización. Dejarte ir sería inútil, aunque lo has hecho no deja de ser una falta gravísima, a mi parecer mereces otra oportunidad>>. Dijo exactamente lo que esperaba oír, sin embargo mi pesadumbre no disminuyó. A pesar de que ya no iba a tener que separarme de ella, ni iba a tener que dormir en el bosque con quién sabe qué animales e insectos, haber sufrido un susto semejante, esto es, entrever lo frágil de mi tranquilidad y lo volátil del futuro, me seguía afectando.<<Está bien. Entonces, ¿qué hago?>>. Me dijo que lo siguiera y fuimos al templo.

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⏰ Última actualización: Feb 16, 2017 ⏰

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