Eterno riposo

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Vivo en un lugar oscuro, donde el peligro es mi mejor amigo, y la seguridad es algo que desconozco. Si preguntan por mi familia, está muerta. Solo soy yo contra el Mundo. No hay amigos, no hay conocidos, solo las sombras que me persiguen durante el día y me recuerdan que estoy viva, y el sonido de los ratones correteando por los pasillos de lo que alguna vez fue mi casa.

La última vez que me miré en el espejo, o lo que quedó de él después de destruir mi hogar, tuve que ahogar un grito. Mi hermoso cabello dorado, que mi madre pasaba horas enteras cepillando por las tardes, estaba hecho un completo enjambre, y había partes donde mi cabeza estaba calva. Bajo mis ojos verdes habían bolsas negras tan oscuras que parecían huecos, y mis labios estaban azules.

Más que una chica, parecía un cadáver. Y prácticamente lo era.

Sentí que me desvanecía y rápidamente volteé a ver mi brazo sangrante. Tenía una herida enorme, y no estaba haciendo nada para curarla. Tampoco es que me importara, de alguna manera sentir como la sangre fluía lentamente fuera de mi sistema me tranquilizaba. Me estaba muriendo, lentamente, pero pronto llegaría mi descanso eterno.

Aún no entiendo cómo estaba viva, parada en los escalones de cemento, mirando al interior de mi casa reducida a cenizas, donde veía los cuerpos inertes de mis padres calcinados. Estaba muy enojada, pero no quise incendiarlos. Fue un accidente... o eso creo. A veces la mente juega sucio.

Pero no se preocupen, pronto los voy a acompañar.

Papá, ya no podrás decirme excusas para no pasar tiempo conmigo, habrá de sobra cuando estemos ardiendo en el Infierno. Y madre, descuida, antes de partir te prometo que acabaré con la zorra de papi.

Al fin podremos ser una verdadera familia feliz.

 

Inferno ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora