¿Acaso sabes las veces que soñé que te tenía entre mis manos, zorra? Soñaba con que entraba en la oficina de papá, justo cuando estaban ''compartiendo su amor'', y te golpeaba con el avión a escala que mi madre le obsequió por su cumpleaños.
Sería justicia divina, ¿No crees?
Voy a terminar las cosas en donde empezaron, en esa odiosa oficina. No solo porque ese era el lugar donde se revolcaban, sino porque también era donde mi padre se pasaba la vida trabajando, queriendo más y más dinero que al final no le sirvió de nada, porque ya no puede gastarlo.
Tengo un plan, un gran plan. Lo he estado pensando desde antes incendiar la casa, desde que supe lo que estaba pasando entre los dos. Antes de salir, tomé el celular de mi padre de su portafolios y su pistola del cajón de la cocina. Mi madre pasó años persuadiéndolo para que se deshiciera de ella, de seguro ahora desearía haberle hecho caso.
Revisé cuantas balas habían en el cargador: Cinco. Más que suficientes para lo que quería hacer.
Mientras caminaba por las calles hasta el edificio de mi padre, la poca gente que transitaba por allí me miraba con cara de espanto. No los culpo, estoy horrenda. Algunas personas me resultan conocidas, pero ellos no me recuerdan porque ya no queda nada de la dulce Rebeca. Además, el hecho de que la sangre que gotea por mi brazo deja un lindo rastro por la calle debe asustarlos.
Cuando llegué al lugar, me escabullí por la parte de atrás y forcé la puerta para entrar. Hay todo un camino especial para el equipo del conserje, camino que me conocía de memoria. Como era Domingo no había nadie en el edificio, y solo las cámaras de seguridad de la entrada estaban encendidas. Entré a la oficina de mi padre y la contemplé por unos segundos. Todo era de un blanco impoluto.
Le escribí un breve mensaje a Meredith, la zorra, para decirle que la esperaba aquí en veinte minutos. Claro, utilicé el vocabulario sucio y provocativo que mantenía con mi padre. Si tuviera algo que vomitar, lo habría hecho. Al cabo de uno rato, escuché un ruido de tacones caminado por el pasillo, y me escondí detrás de la puerta. Sabía que vendría por el mismo camino que yo, este era el día en que se juntaban para ''trabajar''.
La enorme puerta metálica se abrió, tapándome por completo —¿Cariño? ¿Estás aquí?
Meredith comenzó a caminar por la habitación, mirando todos los rincones. El chirrido de sus zapatos al caminar empeoraba mi dolor de cabeza.
—¿Estás jugando a las escondidas? Sabes que me encanta jugar, amor —canturreó.
—Lamentablemente, no tengo tiempos para juegos —dije al salir de mi escondite. Meredith se giró a verme y pegó el grito en el cielo. En cuestión de segundos se puso pálida como el papel, sus ojos abiertos de par en par, y la mano con la que se tapaba su boca horrorizada temblaba notoriamente. Me miró de arriba a bajo.
—¿Rebeca? ¿Eres... eres tú?
—La que viste y calza —contesté, acercándome cada vez mas. Tenía la mano que llevaba la pistola oculta tras mi espalda. Por cada paso que daba, Meredith retrocedía otro, lo que me molestaba ya que sentía mis piernas a punto de doblarse.
—¿Qué haces aquí? ¿Dónde está el señor Shepard?
—¿Señor Shepard? ¿Ya no es más cariño, o amorcito?
La vi tragar duramente, y como la saliva hacia su trayecto por su garganta —Rebeca, necesitas ir a un médico, yo puedo llevarte...
—¿Médico? —dije entre risas rasposas—. Nadie puede ayudarme, solo busco liberación
Se movía con cautela hacía el escritorio, buscando algo con lo que defenderse —No te ves bien. Llamaré a tu padre.
—Está muerto —vi el dolor reflejado en sus ojos—. Lo maté.
—¿Qué?
—¿Sabes? Ya me estoy aburriendo —dije en tono cansado y saqué mi bella arma a relucir. Su ojos se movieron a mi brazo y se abrieron en sorpresa. Su rostro era un mapa se emociones.
—Baja eso.
—Ni siquiera la he levantado aún.
—Ya mataste a tu padre, déjame ir —imploró con un hilo de vos. ¿Ni una lágrima por su difunto amante?
—Para jugar se necesitan dos, Meredith, y tú y Richard jugaban mucho, ¿No es cierto?
—Por favor, no lo hagas... —sostenía el borde del escritorio con fuerza, mientras sus nudillos se tornaban blancos. Sentía mi cabeza palpitar y del lado derecho de mi campo de visión había enorme mancha negra.
Resiste Rebeca, resiste.
—No entiendes —tocó su estómago—. Estoy... embarazada.
Bajé el arma un segundo y ladee la cabeza a un costado —¿De verdad?
Sus ojos café se iluminaron —Sí.
Asentí y le saqué el seguro a la pistola —Es una lástima.
La poca esperanza que le quedaba deparació de sus facciones, y disparé. ¡Ah! Que deleite el sonido de la bala saliendo fuera de la recámara. La fuerza del tiro hizo que todos los músculos de mi brazo se movieran hacia atrás. ¿Algunas ves vieron el movimiento del cargador al moverse? Es todo un expectáculo.
Un perfecto orificio se dibujó en la frente de Meredith, y al instante una exploción de color se impregnó en la pared de fondo. Rojo contra blanco, que hermoso contraste.
Lentamente el cuerpo de la zorra se fue deslizando sobre el escritorio. Sus extremidades quedaron en una posición extraña, con los ojos mirando un punto fijo el techo. La sangre comenzó a salir a borbotones por el agujero, creando una perfecta linea roja desde su frente, corriendo por su nariz y llegar hasta el espacio entre sus pechos. Su camisa gris comenzó a teñirse de bordo.
Miré satisfecha mi trabajo. Mi plan resultó tal y como lo planee, incluso mejor.
Maté dos pájaros de un tiro.
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Inferno ©
Short Story''ya no podrás decirme excusas para no pasar tiempo conmigo, habrá de sobra cuando estemos ardiendo en el Infierno'' Nominada a Mejor relato corto en ''Los Wattpad Best Stories Awards''. Historia protegida por Safe Creative. Código: 1402020011827. P...