Cumpleaños

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Len estaba sorprendido y desconcertado sobre lo que acaba de escuchar. La reina lo miraba igual de sorprendida que su "madre". Ahora él dudaba de quién era quién, el rey de cabello oscuro se cruzó de brazos mirando al rey rubio esperando que este respondiera a la petición del niño. -Díselo.- dijo el rey pelinegro. Las mujeres asintieron dando paso a la esperada explicación que daría el rey, tomó aire y se rindió. -Bien, escucha Len. Tú y Rin son hermanos, eso te deja como mí hijo y príncipe de este reino. La señora que está a tu costado no es tu madre. Sólo tengo algo que pedirte. No se lo digas a Rin, ella no sabe de esto y no debe saberlo.-

-¡Hey! Has sido muy directo con nuestro pequeño.- reclamó molesta la reina que se acerca a Len con paso suave. -Mi querido Len, nosotros te queremos igual que a tu hermana, sin embargo, hay problemas entre adultos que algún día entenderás pero, por ahora lo importante es que sepas que te queremos mucho. ¿Podrías guardar el secreto?- pidió la dulce reina. Len sin poder mencionar palabra dirigió una mirada a su "madre" esperando que ella dijera algo pero no lo hizo. Saber esta verdad causa un gran dolor sobre el niño y sobre todo le molesta haberlo descubierto de esta manera. -Len.- lo llamó su padre.- Cuida a tu hermana, yo me encargo del resto. Sé un hombre siempre, ¿entiendes?-

-Sí, su majestad... Me retiro.- El niño dio vuelta y caminó por los inmensos pasillos, pensaba en todo lo que tendría que hacer para que Rin no se enterara de nada. Su corazón estaba herido, se sentía rechazado por sus padres y el hecho de que lo sacaron de la familia. Regresó al patio donde se encontraban Rin y Kaito jugando con una varita de madera. Él fingió su mejor sonrisa y corrió a jugar con ellos. Pasaban los días y Len daba su mejor esfuerzo, tuvo un rencor hacía su padre pero comprendía a su madre. En cuanto a la mujer que se encargaba de él... ya no le llamaba "mamá" para él ahora era una amiga.

Y así los siguientes seis años transcurrieron de lo más normal, con Kaito visitándolos muy seguido, Len recibía clases con Rin, la niña seguía siendo engreída y presumía todo lo que podía frente a Kaito en afán de mostrarle lo grandiosa que es y que él se fijase en ella; los hermanos reían juntos y él siempre cumplía con lo que ella pidiera, no importaba lo que fuera ni la hora. Rin era la única que había sido sincera con él siempre.

Él día en que Rin cumpliría catorce años se tenía planada una fiesta maravillosa en el palacio y, como era de esperarse, Kaito estaría allí. Rin estaba muy nerviosa y pasaba día y noche probándose vestidos. No sabía cual le quedaría mejor: el vestido rosa escotado sutílmente en la espalda o uno azul estilo "monja", como ella le decía. -Len, ¿Qué opinas de este? - pronunció mientras se veía desde todos los ángulos posibles. -Luce bien en ti.- 

-¡Por un demonio Len, eso has dicho de todos!- protestó muy molesta sentándose en su cama. -Pero es la verdad, y aún hay uno que no te has probado.- la princesa se bufó un poco y luego lo miró molesta. -No pienso que "ese" sea el mejor para enamorar a Kaito.- Ignorando el comentario, Len sacó el vestido del armario y se lo entregó a Rin. Ella suspira de un modo cansado y camina tras su vestidor estilo victoriano. Cuando salió del vestidor Len sólo pudo sonreír y ambos supieron que aquel vestido era el mejor de todos. Bajaron a la fiesta donde el bullicio era increíble, un hombre la presentó ante todos y Len caminaba tras ella lentamente en lo que llegaban al  centro sintiendo la emoción del momento. -¡Kaito!- gritó Rin con mucho entusiasmo, más rápida que cualquiera sobre la faz de la Tierra ella lo abrazó y guió hasta la pista para bailar; le dio la orden a la orquesta y comenzó el baile.

La pieza de fondo, suave y amena, era perfecta para expresar el amor que sentía ella por el príncipe que baila sujeto a sus manos. Len los veía, -Se ven bien juntos, ¿verdad?- Len se exalta ante la presencia de la reina. -Por supuesto.- la sonrisa de la muchacha era más brillante que cualquiera de las estrellas de esa noche. -Len, ¿vendrías conmigo?- la reina lo llevó hasta una sala donde él no había entrado jamás ya que sólo se le permitía el paso a la familia y real y "no" pertenecía a este grupo. -Su majestad, ¿en qué puedo ayudarle en este lugar tan alejado?- 

-Por favor Len, por una vez llámame "mamá".- y dicho esto la hermosa reina abraza a su hijo quien estupefacto no sabe qué hacer o decir. -M...mamá- la atmósfera se volvió nostálgica, al borde de las lágrimas la madre se separa de su preciado hijo, le dedica una sonrisa y le entrega una pequeña caja dorada. -Len, este regalo sólo lo usarás para servirte y protegerte ¿de acuerdo?- 

-¿Qué quiere decir con eso?- abría la caja, alterada la reina la cierra antes de que se pueda ver el contenido. -Asegúrate de que nadie que no seas tú o alguien de tu extrema confianza lo vea, si eso llega a suceder te meterás en un gran lío pues pertenece a la familia real y si los guardias llegan a saber de él te encarcelarán y tu padre no permitirá que salgas. Él no sabe que te la estoy dando; cuando muera yo en mi corona encontrarán una nota donde explico todo lo que va relacionado a ti. No te preocupes por nada más, sólo prométeme que le utilizarás para servirte o protegerte.- 

-Se lo prometo.- 

Sirviente del mal (Servant of evil)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora