*Ring ring* sonó la campana proveniente de la habitación de Rin, la princesa. La madre de Len, la sirvienta principal del palacio, le había dicho a su hijo que siempre debe cuidar de ella de modo que cada vez que la campana emitiera algún sonido él corre lo más rápido posible a atender sus caprichos. En su chaleco negro Len lleva una libreta por si llega a olvidar algo que pida, ella es muy "estricta" en cuanto a lo que solicita, él salió de su habitación recogiendo las mangas de su blanca camisa a la altura de sus codos.
Al llegar a su habitación Len tocó la puerta con suavidad. -Pasa- dijo la princesa con voz fría, abrió la puerta y vio a Rin sentada en la silla de madera tallada, lista para comer. En la mesa había una canasta con pan dulce, una jarra con jugo de naranja acompañada de un vaso de cristal muy elegante y una humeante taza pequeña de leche.
-Tardaste.- dijo sin mirarlo, su vestido amarillo como su cabello estaba perfectamente arreglado a su medida, resplandecía con la luz que entraba por el balcón. -Disculpe mi princesa. ¿En qué puedo servirle?- preguntó sacando la libreta y una rama incinerada en uno de sus lados a modo de lápiz, para escribir.
-Hoy ...sólo quiero que me acompañes. Quiero tu presencia a mi lado.- mencionó antes de tomar un sorbo de jugo. El sirviente se puso de pie a un costado de ella y se quedó en silencio. Los minutos pasaban y comenzaba a tener hambre, la comida en la mesa se veía tan apetecible que el estómago del niño resonó en el silencio de la habitación haciendo que se sonrojara. -Lo-lo siento, princesa.- colocó sus manos sobre su estómago. Avergonzado, estaba a punto de salir volando de ese lugar y Rin solo pudo reír.
-Come conmigo.- sonrió señalando la silla de enfrente. -No puedo hacer eso princesa.- le dijo Len suavemente.
-Me gusta que me llamen princesa, pero tu eres especial, llámame Rin.-
-Princesa...-
-Rin.-
Su rostro se puso serio y no pudo seguir resistiéndose. Len asintió y se sentó donde ella había señalado.- Rin, pásame el jugo.- dijo con mucha confianza y optimismo. Ella lo hizo y comenzaron a reír. -Veo que se llevan bien.- dijo el rey que cada vez parecía tener menos vida en la mirada. Len se puso de pie inmediatamente y optó por dar reverencia, la princesa se veía un poco molesta... suele ser dulce, tierna y divertida, pero eso cambia cuando alguien más entraba en la habitación.
-Su majestad.- dijo el niño del chaleco a punto de retirarse a toda prisa. En ese preciso momento llegó la madre de este con una caja de regalo para Rin. -He traído el regalo, su majestad.- le dijo al padre de Rin. Él abrió la caja, y antes de pronunciar palabra ella ya estaba asomando su cabeza al interior de la caja que contenía un lazo del mismo color del vestido.
Rin ordenó que se lo pusieran de inmediato y así lo hizo Len. Cruzó la cinta por detrás de las orejas y anudó las puntas el un bello lazo sobre la cabeza. -¿Cómo me veo?-
-Deslumbrante, como siempre.- La sonrisa sincera de Rin iluminó la habitación. La reina entró vistiendo una bata larga y delgada de color blanco, muy hermosa, miró fijamente a Len y luego a Rin que estaba de pie al lado del niño. Se acercó a ellos y para sorpresa de los presentes abrazó a Len también. Él sintió una calidez enorme, se sentía muy bien, fue algo maravilloso. El rey se aclaró la garganta y ella dejó de abrazarlos. -No puedo, debemos decirles.- susurró la reina al oído del rey, ambos la escucharos y se miraron, iban a preguntar a que se refería pero el rey dio la orden, la sirvienta los sacó de ahí a ambos.
-Vayan a jugar al jardín, pero tengan cuidado de no lastimarse.- dijo, Len la abrazó con gran fuerza y corrió delante de Rin. El pasillo del palacio es muy grande y alto, en el techo se podía ver ángeles pintados y en las paredes cuadros de los reyes anteriores, el suelo de piedra brillaba. El sol estaba a la altura de las 10:30 de la mañana, después de recorrer el largo pasillo salieron al jardín. Tiene algunos arbustos con violetas y rosas rojas formando caminos alrededor de una pileta de agua cristalina y por todo el césped estaban regados tréboles. Rin gritaba de alegría. -¡A que no me atrapas!- su amigo comenzó a perseguirla, rodearon por completo el castillo, Rin se detuvo detrás de una columna. Su rostro sonrojado mostraba el cansancio que tenía de haber corrido tanto pero al parecer no se detuvo por eso. Del portón de la entrada principal entró un carruaje azul, para Len fue tan obvio de dónde proviene y también quién viene dentro. El rey vecino y su hijo, el príncipe Kaito.
Un niño de ojos azul oscuro y cabellos negros que destellaban bajo el sol un brillo del mismo color de sus ojos. Para sus diez años de edad muestra madurez impactante, una de las razones por las que Rin está enamorada de él. El carruaje paró y de el bajaron, Kaito vio a lo lejos a Len y corrió hasta él, para Kaito ese niño rubio era lo más cercano a un hermano, lo consideraba su mejor amigo. Siempre que venía de visita jugaban en el jardín por horas, fortaleciendo la relación de amistad especial que tenían el gusto de poseer.
-¡Len!- gritó Kaito mientras corría eufórico hacia su amigo ignorando la presencia de Rin, quien normalmente se habría molestado pero su primer amor curaba todo sentimiento negativo. -¡Kaito!- saludó Len dándole un abrazo, Rin interrumpió el momento y ordenó a su sirviente traerle un vaso de limonada y propuso a Kaito dar un paseo.
-Te espero en la cabaña.- dijo despidiéndose Rin, tomó el brazo de su amor y lo llevó con ella. Caminaron mucho mientras Rin trataba de ser agradable a los ojos el príncipe; la cabaña a la que llegaron era una de madera muy estilizada, cubierta con flores de todos los colores y hojas muy verdes gracias al viejo jardinero. Len no llegaba y Kaito estaba sintiéndose incómodo respecto a las insistencias y forcejeos de Rin. -¡Ven a ver los tréboles!- expresó ella siendo tierna como pocas veces era con una persona que no fuera Len. Kaito la acompaño de mala gana.
Len llegaba con una bandeja sobre la cual había una jarra de limonada y dos vasos, vio la cabaña y la mesa que estaba fuera de esta. Al bajar la mirada vio por primera vez en su vida un trébol de cuatro hojas, un símbolo de suerte, apresuró el paso. Tenía muchas ganas de mostrárselo a Rin. Dejó la bandeja sobre la mesa con cuidado sin regar ni una gota, Kaito vio la limonada, corrió a toda prisa hasta la mesa y bebió un vaso grande. Por su parte Len corrió emocionado hasta Rin, ella entristeció ligeramente su semblante por la actitud de Kaito pero se alegró de inmediato al ver el trébol que le regaló Len.
-Deberíamos decirle a mi padre que les deje ir a nuestro palacio, tengo una amiga que hace unos dulces increíbles.- dijo Kaito. Los niños rubios se emocionaron y los tres fueron en busca del rey de cabellos oscuros, recorrieron todo el palacio, de arriba para abajo. Al no encontrar a nadie se detuvieron en las gradas principales del palacio, las que estaban en el salón más grande de todo el lugar -Tal vez estén en tu habitación, Rin. No estaban en la oficina de su majestad ni en el comedor.- dijo Len pensando en donde pueden estar, todos concordaron con la idea y se pusieron en marcha. Len los guiaba y cuando llegaron él se asomó ligeramente a la apertura de la puerta.
-Ya es hora.- dijo el rey vecino severamente al rey rubio.- Dime la verdad, desde que conocí a Rin y tiempo después a Len supe que son gemelos. Quiero que lo aceptes.- Len, atónito, sigue concentrándose en la conversación ignorando las preguntas a susurros de Rin y Kaito. -Bien. Lo admito. Tuvimos gemelos, pero según tus demandas necesitamos cuidar a Rin y educarla de manera excepcional.- recalcó el padre de Rin.
-Sí, obviamente. Pero ninguna de mis demandas dice que Len debe quedar fuera de la familia. ¡Es tu hijo! ¿Sabes? Con el dinero que envío alcanza perfectamente para que ambos reciban la misma calidad de vida, es más, incluso sobraría. ¿Qué haces con lo que no ocupa Rin? Tengo mis dudas sobre seguir apoyando a tu reino.- sentenció el padre de Kaito. El otro rey en su defensa miró a su reina la cual comenzó a hablar.
-No tenga dudas sobre aquello, ese dinero es invertido en el reino y un porcentaje es indirectamente usado en la crianza de Len. Por otra parte, creo que deberíamos decirles. Len se está dando cuenta de que son similares y cuando lo abracé hoy en la mañana sentí el lazo que tenemos.- dijo la reina con las manos en el pecho. Len se había quedado sin palabras, toda esta información era demasiado para su cerebro y también para su corazón. Él necesitaba respuestas para la decena de preguntas que tenía.
-No podemos, no aún. Son muy pequeños.- dijo el rey excusándose. -¡¿Quieres esperar a que sean mayores, a que pase más tiempo?! Pueden descubrirlo ellos mismos y dejarte rencor.- dijo la reina desafiante. El rey vecino concordó con la reina desesperada por tener a sus hijos junto a ella. Len no entendía del todo, o más bien, no quería aceptarlo, no podía. Necesitaba las respuestas y dentro de la inmensa habitación estaban las personas que podían dárselas.
-Rin, Kaito. Mi madre está dentro, parece que está mal. Pueden seguir buscando, yo iré con mi madre.- dijo el niño tratando de persuadir a sus amigos, no estaba mintiendo, al menos no del todo. -Pero ...¿Quieres ayuda?- le preguntó Kaito preocupado, Len negó y cuando los niños se fueron él abrió la puerta que dividía su nueva realidad.
-Necesito explicaciones.- dijo Len incorporándose a la conversación.
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Sirviente del mal (Servant of evil)
FanficNo soy quien para juzgar a los demás, y sus decisiones absurdas guiadas por la avaricia. Mi gemela, proclamada reina a corta edad y yo, su sirviente, el que ha de dar la vida a su causa. En un reino devastado a punto de caer en un abismo llamado gue...