Capítulo 22: Parque

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-Creo que lo mejor de aquí es el pan-soltó Aaron con la cara llena de tranquilidad y el estómago a punto de llenarse.

Sandy, Idra y Aeris lo miraron enarcando una ceja.

-¿Acaso tienes un problema, Aaron?-le preguntó Aeris escandalizada-¿¡Lo mejor de París es el pan!?

Él tragó al momento y puso los ojos en blanco.

-Eres demasiado literal, Aeris. Si tomas en serio la palabra de alguien que está comiendo luego de estar muerto de hambre y por fin relajado, es lo mismo que me creas si te digo algo estando borracho.

-Bueno, dicen que los borrachos y los niños dicen la verdad-inquirió Idra partiendo un pedazo de sándwich y comiéndolo.

-Pero yo no estoy borracho-dijo intentando defenderse y con un ademán dejó el asunto de lado.

Crista sonrió y observó a Almendra que como siempre estaba haciendo alguna estupidez, como una montaña de sándwiches sobre el pasto.

La miró sin poder entender a veces que se le pasaba por la cabeza. Y además, como nadie nunca le decía nada. Suponía que aceptaban que Almendra estaba un poco loca, pero era buena.

-¿Qué está haciendo?-preguntó Heben en voz baja a su lado señalándola.

Ella levantó los hombros sin saber.

-Supongo que le da paz-respondió ella dándose cuenta de desperdicio que estaba haciendo y que habían comprado demasiada comida.

Heben se rio dándose cuenta de que era un poco idiota pero gracioso y Crista lo miró de reojo sorprendida. Luego, sintió mucha paz, algo extraño en ese momento, pero lo disfrutó mucho y pensó que Heben era muy lindo cuando sonreía así. Sin penas, sin obligaciones, solo por la estúpida razón de que su amiga era una loca no declarada.

Luego, observó el parque en el que estaban y pensó que era muy lindo. Estaba lleno de niños y autos por todos lados. Muchos humanos tranquilos y algunos, no tanto, los cuales, luego de observar por días y días desde que estaban allí, se había dado cuenta de que eran alquimistas. No sabía si era por algún tipo de energía que despedían o por la preocupación o rabia en los rostros que aparentaban ante la situación.

Haydee se sentó junto a Almendra y le ayudó con la pila que estaban armando. Crista dejó de observarlas porque ya le parecía demasiado y miró a Sandy, quien estaba junto a Nico y Bruno.

Ella se encontraba jugando con una niña pequeña de unos cinco años que se había acercado.

Al momento, usando sus poderes de una manera bastante sutil y sin llamar la atención, empezó a construirle un castillo de arena en la parte del arenero y la niña sonriente empezó a gritar y a saltar de júbilo.

Sin embargo, de repente, quién parecía ser la madre de la niña y en un segundo Crista pudo notar, que era alquimista, se llevó del brazo con fuerza a la niña y Sandy se la quedó mirando sin entender.

La mujer, le lanzó una última mirada de enojo y se fue junto a quien parecía su esposo y se largaron del parque.

-¿Qué le sucede?-preguntó Sandy algo impactada-Ni que le estuviera dando algo malo.

-Creo que eran alquimistas-inquirió Crista suspirando y plegando sus piernas a su pecho algo preocupada por aquel trato. Parecía como si entre alquimistas tuvieran una enfermedad y cualquier contacto con otros que no fueran de tu círculo podías contagiarte.

¿Acaso no se daban cuenta de que aquello los estaba dividiendo? Se preguntó Crista.

-Creo que entiendo. Hay demasiada desconfianza-exclamó Sandy desintegrando el castillo.

-Es por eso que me fui-agregó Haydee con la cara compungida-Los alquimistas que se quedan aquí están paranoicos y no comprenden que no todos piensan entrar en la competencia o matar a alguien.

-Cuando hay violencia se responde con más violencia intentando proteger lo de cada uno. Sin embargo, es más peligroso quien no tiene nada que proteger, porque sin el miedo de perder, hablando hasta de su vida, hacen desastres y a esos hay que tenerles cuidado-exclamó Aaron con el semblante serio.

-¿Y cómo te das cuenta de alguien así? En esta situación, aparecen enemigos y te lanzas a la lucha o escapas-le dijo Feuer.

-Tienes razón. Pero ese es el tema. Tienes suerte si no te toca en esa lucha al que no tiene nada que perder.

-Y por eso no debemos meternos en peleas, porque no hay necesidad de averiguarlo con nadie que no conozcamos o no esté dentro de nuestros objetivos-inquirió Eiber quien se acercaba a ellos, luego de volver de ciertos trámites.

Aaron asintió.

-¿Ves? Por eso te quiero tanto viejito-le dijo y Eiber frunció el ceño con una sonrisa de desafío.

-Ya te gustaría estar así cuando tengas mi edad-soltó él y Crista puso los ojos en blanco.

-Veremos si llego-dijo Aaron en broma y todos no respondieron de la misma forma.

-Ni en broma lo digas-soltó Almendra frunciendo el sueño-Dicen que la muerte escucha.

-Almendra, somos alquimistas. No creemos en esas cosas.

-Aún así-dijo firme y Aaron aceptó.

-Está bien. No lo volveré a decir.

-Ni a pensar-lo señaló y él, con un poco de miedo y dándose cuenta de que estaba enamorado de una loca, asintió.

-Bueno-dijo Eiber cortando con la charla y sentándose en un banco a la vista de todos-No encontré nada útil, pero si encontré varios testigos que vieron a Griselda y al grupo que la acompaña que coincide con las características que Haydee mencionó. Sin embargo, esas ubicaciones quedan obsoletas porque no tienen relación entre sí, por lo tanto no hay ninguna pista para encontrar la siguiente. Otra mañana desperdiciada-soltó los papeles anotados con lápiz y lapicera en el banco y hundió su cara en sus manos, refregándolas en el rostro cansado.

Crista frunció la boca con preocupación y se acercó a su lado, sentándose y le acarició la espalda.

-Eso se siente bien-logró decir él-Gracias hija.

-De nada, papá.

Aaron los observó y se levantó.

-Vamos todos. Dejemos de deprimirnos que la vida sigue y que no moriremos por muchos años-dijo pensando en lo que le prometió Almendra.

Todos levantaron la cabeza y pensaron que debían seguir. Habían aguantado tres años y todos estaban bien, podían seguir por mucho más y más, estando tan cerca de lograr encontrarla.

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