Capítulo 17- ¡Sálvese quien pueda!

163 18 3
                                    




En mi estómago comencé a sentir un cosquilleo inquietante a la vez que recobraba el control de mi cuerpo. Me tapé la boca con ambas manos e hice un esfuerzo por no vomitar, sentía la asquerosa sensación de que mis órganos habían intercambiado lugares. Un momento después vislumbré algo destellar adelante y al tratar de alargar el cuello me desplomé a causa de un mareo (y de mis torpes piernas) y retumbé contra el suelo. Me volvía incorporar gruñendo (¡Te odio gravedad... y a ti también anti-gravedad!) viendo nublado pude distinguir más luz aún a mi alrededor y a alguien con cuatro ojos mirándome... (¿Qué rayos...? ¡¿Ya me morí?! No, no, esperen) Se trataba de dos personas casi idénticas mirándome fijamente (vagamente preocupados). Mi mente se aclaró, comprendí que se trataba de Oax y Tobías esperando a que diera señales de vida.


–¿Estás vivo, niño? –inquirió uno de ellos, respondí con un gruñido simulando un muy forzado "sí"y me desplomé nuevamente (¿Cuándo me volví tan debilucho? Creo que hace un año me desmayaba menos).



Cuando me desperté definitivamente todo me daba vueltas, me cubrí los ojos con las manos, revolcándome por el suelo como un niño haciendo una pataleta, hasta que hice un esfuerzo por incorporarme (Tristemente no estaba soñando...).

Alguien me agarró del cuello de mi ropa y me levantó del piso.


–Niño –dijo entre dientes–Esfuérzate un poco por seguir con el plan –demandó el viejo,mirándome con grandes e intimidantes ojos, asemejándose más a su hermano– O acabarás arruinándolo todo –murmuró entre dientes,sonriendo exageradamente y levantando las cejas. Gruñí mientras asentía y me paré, quitándome sus manos de encima.


Miré inquisitivamente hacia todos lados, estábamos en una antesala oscura, a pocos metros se encontraba una angosta aunque alta entrada de la que emanaba un resplandor blanco. Me acomodé el cabello que nuevamente me estorbaba la visión a la vez que la distancia entre la puerta y yo se acortaba progresivamente. Me estiré ligeramente, girando el cuello hacia un lado y otro, causando que me crujiese, también moviendo un poco los hombros y la cintura (ya parecía una coreografía). Avancé con firmeza, aparentando autoridad, a la otra sala. Decenas de velas simétricamente acomodadas colgaban de una araña en el centro de la habitación, mientras que algunos candeleros alumbraban las esquinas.Una imagen sorpresiva provocó una clara expresión de confusión,delante de mí, totalmente solo, se encontraba Oax reclinado en una silla de madera, con su sombrero ladeado y sus botas sobre una mesa larga en el centro de la sala que parecía un ático... uno muy acondicionado. Una botella de whisky descansaba sobre la mesa y un vaso acorde descansaba entre sus dedos.


–Oax –dije acercándome hasta él– ¿Qué haces? ¿No haríamos el ritual?

–Oye, niño, ¡Para tu carro! –contestó estirándose en su silla– Solo me tomaba un descanso mientras te despertabas –murmuró moviendo las manos de un lado al otro, no podía evitar seguirlas con la mirada. Entonces se detuvo y puso los pies en el suelo, levantando nuevamente sus 2 metros de altura– Bien, es hora del show.


El olor a alcohol emanaba de su boca, solo una cosa pasaba por mi mente: ¡¿Cómo rayos hacía para beber tanto y aún formular buenos hechizos?!. Me quede observando cómo se recomponía como si esa botella no fuese nada para su organismo. Elevó sus brazos a ambos lados de su cuerpo y las llamas del candelero fulguraron en una intensa llamarada, al igual que las velas de los candeleros. El piso tembló y, como en las películas viejas de pasadizos, las paredes giraron mostrando su otro lado y convirtieron la habitación. En la pared frente a mí apareció un gigantesco mural de piedra esculpida, parecía la replica perfecto de uno que ya conocía (lamentablemente...). Un agujero apareció en el piso a mi lado y una plataforma subió, sobre ella descansaba una jaula, pero no una con barrotes convencionales de acero, sino que ésta era una celda de energía mágica que resplandecía como millones de chispazos sincronizados, había leído acerca de ellas en los viejos libros de brujería de mi abuelo (que abundaban en los escondrijos de mi casa) podían paralizarte, freírte o incluso matarte. Tragué saliva, no podía ver quiénes eran sus presas entretanto chisporroteo. Luché por disimular mi expresión preocupada y me erguí sacando pecho. De una de las nuevas paredes que había aparecido (vale resaltar que estaban llenas de signos y utensilios mágicos colgando como si fuese la cocina de mi casa que le daban aún más un toque tétrico) se abrió una puerta. Los pasos de algunos pares de pies hicieron eco en la terrorífica sala y por un segundo creí que seguía inconsciente, deseé creer que mis ojos me engañaban al ver una figura alta y detallada peculiarmente familiar(en el mal sentido). Sentí mis manos temblar al igual que mis piernas y mis fosas nasales hincharse a la vez que arrugaba la nariz y fruncía el ceño a más no poder. "Al diablo la misión" juré para mis adentros y me lancé con ímpetu al pelirrojo infernal de Ethan, solo para descubrir que todo era una ilusión pasando frente a mis ojos.

Los Gatos Negros 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora