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Para ti.

He tenido unas ganas impresionantes de escribir, palabras, frases, silabas, oraciones, párrafos, libros enteros. Mas ahora que estoy dispuesta no se como empezar. He pasado tanto últimamente, vivido años en un mes, y aun no se como escribir este puto texto.

Dolor, dolor, dolor.

Puede que para quien lo lea no tenga evidente sentido, y que incluso para mi tampoco mi vida ahora.

¿Te has despertado en la madrugada con ganas de ir al baño? Me he dado cuenta que el cuerpo intenta engañar, que esta lleno de excusas e intenta disfrazar la verdad, que es un mentiroso y las sonrisas son su arma favorita. Que sus ojos no están de acuerdo y de vez en cuando tienen una fuga, y quien los mira sabrá, se dará cuenta del mensaje; te has quedado horas mirando el techo, sin pegar ojo. Piensas un rato en la persona que esta al otro lado de la cama, o en lo vacía que ha estado el ultimo tiempo. Piensas en los sueños que pudiste cumplir cuando eras joven, las caídas que pudiste evitar, en ese amor furtivo pero fugaz. Intentas contar las piezas caídas de tu corazón, en ese profesor idiota, en tus padres, en lo dichoso que te sentiste cuando miraste por primera vez los ojos de tu hijo, o en lo bello que podrá ser hacerlo algún día. Si es que llegas. Porque, claro, no te has dado cuenta, pero tienes miedo, dolor.

¿Será siempre así? ¿Acabará?

En ese momento, justo en ese instante pasa; ¡Te das cuenta que te ha engañado! Lo ha hecho otra vez. Son las cinco de la mañana y en un rato más debes levantarte al trabajo, o a estudiar, o a lo que sea, algo siempre se tiene que hacer, aunque eso sea descansar. Sabes que te ha timado, y quien te mire a los ojos también lo sabrá, todos lo sabe, todos lo sufren, pocos lo dicen. No nos atrevemos a decir lo que sentimos, no queremos reconocer que sufrimos, no queremos pronunciar la palabra dolor.

De hecho yo misma no me atrevo, no lo hago. Pero aquí van: Las cosas que no me atrevería a decirles.

Amigos, es que los he engañado todo este tiempo. He sonreído todo lo que mi cinismo me ha permitido, y ha resultado. No me atrevería a decirles, familia, que no soy perfecta. Que día a día lucho por cumplir sus expectativas, por no reproducir sus errores, que tan presentes los tienen a diario. De ningún modo me atrevería a decirles, enemigos, que lo han logrado. ¡Ganaron! acá estoy, pisoteada, derrotada, cansada. Que sea dulce su victoria. A todos, celebren en grande, pues no me atreví a decirles que jamás podría culparlos de lo que estoy viviendo. Es demasiado silencioso y auto destructivo, y aunque quisieran no podrían ayudar. No pueden. No lo han hecho. No lo harán. No me atrevería a contarles tampoco, de ningún modo, que un día simplemente dejé de luchar, y nadie lo noto.

Quizás hablo como si viviera el peor sufrimiento del mundo, que dramática, si en otras partes la gente muere de hambre, hay pobreza y guerras, dirán. Pero la verdad es que yo me quiero ir, ya no quiero existir más. 

Despierto cada mañana con el mismo miedo. Me toco el estomago, veo si engorde un maldito kilo más, aunque casi ni como. Todo me cae mal, eso dice mi mamá. 

Hace unos meses, estuve internada desde las 10 am, todo el día viendo ancianos decrépitos mientras un suero corría por mis venas cuando me examinaban. ¿Te encuentras gorda? preguntaron. -Doctora, si supiera. Si notara como me siento, si comprendiera que ellos merecen vivir mas que yo esos pocos años que le quedan de vida. Ellos quieren luchar, ellos quieren amar, ellos quieren comer. Ellos están rodeados de familiares que temen perderles. Siempre hay gente que teme hacerlo. 

Iba camino a la cotidianidad y terminé en urgencias. Lo de siempre. En mi caso, mi madre me exhortó al llegar ahí tras recibir un llamado. No quería estar. Interrumpí su día. Ay mamita, si supieras que yo tampoco quería estar. Me quería ir. 

Al salir de alta, concluyeron lo de siempre, que no tenía nada. Sé que es temporal pues seguirán haciendo exámenes, algo anda mal conmigo, dicen. No es normal que pese doce kilos menos en cuatro meses. No es normal que no coma. Eso dicen, que no es normal... Si supieran. 

Ella me dijo que no me llevaría a la casa porque debía hacer otras cosas planeadas para ese día, el cual interrumpí por nada. Ahí estaba, sintiendome el estorbo mas grande de la vida. No quería estar ahí ni tampoco querían que estuviera. Me puse las gafas de sol porque las lagrimas no eran discretas. Los ojos siempre hablan innecesariamente, cuentan lo que pasa, y no quiero que se enteren hasta que yo me vaya de acá. 

Porque sí, me quiero ir, dejar de sufrir. Se que mi pena y todo lo que llevo es un estorbo para ustedes. A fin de cuentas, no es lo que tenían dispuesto para su día, o mejor dicho, para sus vidas, o quizás la mía.

Yo solo se que para mi en urgencias, cuando otros intentan salvarme la vida que no como, no habrá nadie temiendo que muera. Y si la vida es así, si el resto de mis días están destinados a esto, entonces quiero que sepan ahora, que ya no me quedan sueños, ni anhelos, ni nada que me motive a seguir, no me queda hambre de algo. Es por eso, queridos lectores, que me quiero ir.

Y respondiendo su pregunta, doctora, sí, me encuentro gorda. 

Pero si piensan que este escrito se trata de mi corporalidad, no es así, la verdad la mayoría del tiempo escribo notas en mi celular, notas que quedan ahí sin ver la luz. Ahora, escribirlas acá es una forma de ordenar mi mente, espero poco a poco lograrlo y salir de este caos mental. 

Diario obsoletoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora