El estaba aquí, justo delante de mi. Justo como estaba antes, justo como lo recordaba. Venia muy bien vestido. Ese traje gris lo hacia lucir atractivo.
Pero no puedo pensar en eso, ni siquiera quiero pensar en el.
***
Ahí estaba ella, justo delante mio. Con esa hermosa sonrisa, con sus hermosos hoyuelos, toda ella era perfecta. Aun que no fuera la chica mas bella del mundo; para mis ojos ella lo era, era la reina. Iba hermosa, tenia un vestido como oro -no se mucho de colores - pegado a su cuerpo. Traía el pelo suelto, se lo a dejado largo desde el ultima día que la vi.
Toda la cena no pare de verla, era perfecta. Y me dolía el alma ya no poder abrazarla, ni siquiera hablar le. No he hablado con ella desde hace dos años y a mi me han parecido eternos. Estoy a mas no poder, me encuentro en la cúspide de ya morir. Ya no aguanto pasar días sin ella, sin su olor, sin sus bromas o celos.
Solo podía concentrarme en ella, pero no quería hacerlo notar. Varias veces volteaba a otra parte o platicaba con la gente a mi alrededor, con excepción de ella.
Y otra vez se escucho ese ruido prominente que hacía Ryan con la copa y el cuchillo.
-Por favor... Todos demos un brindis. Por nuestra nueva secretaria - dijo señalando la y guiñando le un ojo, algo que rápidamente me hizo enfurecer.- y por el bienestar de esta empresa, que llegue a mayores cosas - dijo el mirándome con una sonrisa pícara-
Me reí un poco por lo último que había dicho.
Todos nos levantamos de nuestros asiento y chocamos las copas con los que estaban a nuestro alrededor.
-Salud
-Salud -dijo ella...
***
Llegaba a casa, cansado. No podía creer lo que mis ojos habían visto. Ella aquí, en New York. Ella estaba cerca, pero la sentía lejos, muy lejos, demasiado.
Me fui a la ducha, mientras abria el agua. Me quite el saco y la playera blanca que traía, después me fui quitando el pantalón; de este salió un papel, una carta de hace tanto que Elizabeth me dio. La conserve y la seguiré conservando.
Siempre la llevaba en mi cartera, era una de mis favoritas. Antes Elizabeth me escribía cartas y yo las iba conservando.
"Eternamente te voy a amar, ninguna adversidad me hará cambiar de opinión,enfrentaré lo que tenga que enfrentar hasta al mismo destino si de eso se trata"
Se me salio una lágrima, que rápidamente quite. Nunca había llorado por ninguna chica, ella es especial. Y fui estúpido en hacer eso.
Pero...¿que podría hacer?
La deje ir, aquel día. Me quede parado con mi orgullo, que en ese momento me hizo sentir superior, pero que con los pasos de los días, me odiaba a mi mismo por dejar que mi estúpido orgullo ganará. Por el perdí a mi chica. La que complementaba mi vida, la única que podía calmarme. Y la deje ir.
Me metí a la ducha y en lo único que pasaba por mi mente era ella. Su sonrisa, su pelo se lo a dejado largo y me sorprendió, por que ella alguna vez me dijo que nunca traería el pelo así. Eso cambio de ella. Y se ve hermosa.
Salí de esta y solo me coloqué una toalla a la cintura. Me agarre el cabello des peinándolo.
Me salí del cuarto de baño y me puse mi boxer y un pantalón para dormir. Me acosté en mi cama en pleno silencio. Recordando los momentos que pasé con ella, con mi Elizabeth.
No se a que grado podre llegar con esto.
Necesito recuperarla, y haré hasta lo imposible para conseguir lo.
***
Me desperté mas temprano de lo habitual, soñaba con todo lo que sucedió en la cena, soñar con ella me mataba. Luego de levantarme me fui directo a la ducha; dure un buen rato ahí adentro. Después salí y me vestí, me puse algo simple. y me dirigí a la empresa con el mismo automóvil de ayer.
-Buenos días señor Matthew.
No dije nada solo asentí y le di una mirada fría pero a la vez con una sonrisa.
Entre un mi oficina y fui a mi silla, me reconfortaba esta, era tan cómoda. Me relaje y me voltee hacia atrás, para ver todo. En mi edificio es todo de espejo, no es uno de puro cemento, desde adentro se puede ver para afuera. Y desde donde estoy es magnífica la vista.
Me puse a pensar en varias cosas, intente distraerme. De no pensar en ella. Pero se me fue imposible. No tenerla conmigo era algo insoportable. No sabia que había sido de ella desde hace dos años, no se que a pasado en su vida.
Me perdí dos años de estar con ella. Que por un estúpido error, perdí a lo mas valioso que he tenido en mi vida.
No me quedaría de brazos cruzados.
No la dejare ir otra vez.
La recuperaré.
No importa el costo. Cambiare mi error.
Continuaba sentado. Pensando en que podré hacer.
Tendría que ser algo único, épico.
No haré lo predecible, no le llevare serenata, no le enviare un ramo de flores. Esto lo tengo que hacer bien, para asi poder recuperar a mi chica, a mi Elizabeth.
***
Ya eran las 5:48 de la tarde, en unas cuantas horas volvería a casa.
Continuaba sentado, mirando al paisaje hermoso que tenia frente a mi. Nadie conoce mi lado tierno, solo ella. Todos pensaran que soy la persona mas fría del mundo; pero es que así soy después de haber vivido todos los acontecimientos que han pasado en mi vida. Una persona no nace fría, se hace por el tiempo.
Estoy tan estresado, de no poder escuchar su dulce voz.
Inconsistente agarro el teléfono y marco un número.
-Buenas tardes ¿en que le puedo ayudar?
-Mandeme con Ryan, diga le que soy Matthew. Que tengo una propuesta que seguro le encantará.
Esta no tarda y me pone en espera, mientras se escucha una canción. Es horrible.
-Señor Blake... ¿Que ha pasado?
-Stewart, le tengo un propuesta. Que le parece si hacemos... equipo -digo remarcando la ultima palabra, - y agrandamos mas nuestras empresas.
No le estaba preguntando. No esperaba un "No" por respuesta.
-Por supuesto Señor Blake..
Ya sabia que aceptaría, siempre a querido superar a mí empresa, pero nunca lo a conseguido. Asi que esta "oportunidad" de hacer equipo le beneficiaría.
Yo no queria formar un equipo con aquel hombre, pero era la única manera de estar cerca de Elizabeth.
-Mañana una junta, a las 8:00 aquí, en mi empresa.
No lo deje responder, solo dije lo anterior y colgué.
Mañana veré a mi chica. Y todos los demás, no la dejare escapar tan fácil. No de nuevo.
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Recuerdos Oscuros
Teen FictionMatthew Blake. Un importante señor de negocios que perdió por un estúpido error a la única mujer capaz de salvarlo de sus propios miedos, de el mismo. Elizabeth Finggins es su nombre.