Desperté en la enfermería con un terrible dolor de cabeza.
A mi izquierda, en una de las sillas de plástico, dormía una chica con la cara llena de pecas.
Hey, pero si es la chica zanahoria.
Río por lo bajo. Ella despierta y me mira con los ojos más celestes que había visto en mi vida.
— Hola, soy Bianca. Siento lo del golpe, no veía por donde iba y tu te pusiste en frente y no te vi y traté de esquivarte pero ya estabas en el piso. — dice nerviosa
— No hay problema, yo tampoco te vi.
— Te traje esto, el chico que estuvo aquí me dijo que te gustaban. — se sonrojó y me tendió un chocolate.
— ¡Oye, gracias!
» Espera un momento. ¿Que chico?
Juro que voy a matar a Alex.
— El de pelo castaño, que dijo que te llamabas Gatita, aunque eso sería raro, ¿no crees?
— Nico, es la única persona que me llama así. — dije riendo — Por cierto, mi nombre es Agatha, él dice que en español una parte de mi nombre se pronuncia como Gata, así que me llama así.
— Oh.. Y, ¿es tu novio?
— Ni por casualidad, Nico es mi mejor amigo. Te lo presento si quieres, pero te aviso que le gusta ir de chica en chica.
— No es mi tipo, pero gracias.
Me encogí de hombros y me paré.
Me fijé la hora. Mierda, me he pasado la segunda hora aquí.
El timbre sonó. Almuerzo. Genial.
— Puedes venir a almorzar conmigo si quieres — le dije a Bianca y comencé a caminar hacia la cafetería.
Luego de una semana, Bianca dejó de ser el objeto de atención de la escuela.
Ese día estaríamos en casa, estudiando. Mi tía estaba encerrada en su estudio, como siempre.
Se que dije estudiando, pero, saben como es estudiar con amigos.
Bianca y yo estábamos tiradas en la cama contando anécdotas.
— Sabes, en Finlandia no tenía tantos amigos, tú y Nico han sido lo mejor de mudarme.
— Finlandia parece utópico, ¿como es que no tenías amigos?
— Digamos que puedo ser algo torpe y la mayor parte del tiempo hablo más de lo que debería o divago.
— Me cuesta imaginarlo. — le dije riendo.
Bajamos a buscar algo para merendar. El pasillo de madera de la casa tenía demasiadas puertas, el empapelado verde antiguo que ocupaba la mitad de la pared le daba un aire extraño, solitario. De no ser por los increíbles ventanales, el pasillo sería un sitio completamente lúgubre.
Bianca pasaba sus dedos por la madera e iba contando las puertas para si misma, completamente distraída, caminando con ritmo como hacen los niños. De repente se detuvo y me miró con curiosidad.
— ¿Todas estas son habitaciones? Me encantaría saber si están todas decoradas de la misma manera o si cada una tiene su estilo. ¿Cuantas habitaciones crees que tenga esta casa? Parecen ser muchas.
El entusiasmo de Bian a veces es abrumador, pero de todos modos le respondí
— Creo que son habitaciones, seguro alguna es biblioteca. Debe tener cerca de 20 o 30 habitaciones y no, no se como están decoradas.
— ¿No quieres averiguarlo?
Con pasitos cortos y apresurados, caminó hacia la puerta mas cercana y giró el pomo.
Nada. Estaba cerrada.
La decepción en su cara era notable. Durante el resto del trayecto, intentó abrir todas las puertas que encontró, todas con el mismo resultado. Estábamos por llegar a la escalera cuando una de las puertas cedió. La miré asombrada. Su cara denotaba un entusiasmo extremo.
Abrió la puerta por completo y entró. La seguí.
Alumbré con mi celular para encontrar el interruptor de la luz, lo presioné y la habitación se iluminó. Era una biblioteca llena de polvo y telarañas, había un espejo gigante y un sillón antiguo, rojo. Chequeé los títulos en las estanterías. Eran novelas antiguas, con tapa de cuero y letras brillantes que decían el título de cada una.
— Hey, Gath, parece que alguien en tu familia escribe ficción. Mira toda esta investigación. — dijo revolviendo papeles.
Me acerqué. Así parecía. Las hojas denotaban una investigación bastante profunda en viejos mitos como los que mi abuelo me contaba. A pesar de la tinta descolorida y el papel amarillento, era una caligrafía hermosa y los símbolos en las hojas estaban dibujados con sumo detalle y cuidado. Mientras yo revisaba el resto de los papeles, Cass se había mudado a los cajones y trataba de abrirlos con entusiasmo, algunos no tenían nada, otros estaban cerrados, otros tenían velas, hasta que abrió un cajón e hizo un chillido de emoción.
— ¡Mira esto! — dijo con una sonrisa inmensa en el rostro.
Sostenía un hermoso brazalete de oro dividido en tres partes, dos aros lisos que sostenían el dibujo del medio, una serpiente enredada en lo que parecía un ocho.
Bianca dio un saltito y se puso a mi lado, me colocó el brazalete. Lucía bien en mi muñeca, contrastaba con la palidez de mi piel.
Continuamos buscando cosas en la habitación, revisando cada lugar.
Encontramos en un armario un bastón, un abrigo lleno de polvo y un sombrero antiguo. Bianca se puso la vestimenta y me arrastró con ella hacia el espejo, riendo, entusiasmada. Era bueno verla feliz. Miré esperando ver nuestro reflejo.
Pero la imagen que vi no era la misma. No me vi a mi, ni a Bianca.
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Historias Malditas 1 - El Lobo de Invierno
AléatoireUna maldición ha perseguido por siglos a la familia Grosvenor. Agatha aún no sabe esto, ocupada en su mundo, nunca prestó atención a su familia. Muy pronto se enfrentará a un mundo completamente desconocido y necesitará su ayuda más que nada. ...