Capítulo I

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Un dia como cualquier otro, Aldo se acababa de despertar, algo mas inquieto de lo normal. Miraba a su alrededor, observando cada rincón de su pequeña habitación, tratando de encontrar o, al menos, saber que era lo que le inquietaba aquella mañana.

Aldo decide levantarse a inspeccionar sus cajones. Buscaba de una manera preocupada a la vez que sacaba una por una las prendas de aquel cajón.

-Nada- exclamó -Creo que todo esta en orden, supongo- Dijo en un tono como si quisiera convencerse a si mismo.

Recorrió la sala de un lado a otro, alzó la mirada para observar aquel viejo reloj de pared que tenia en su comedor. -Mmm, ¿9:30?, juraria que es mas tarde- dijo tartamudeando; él sabia o, al menos, sentia que algo no estaba bien, que ese dia no era como cualquier otro.

Tiempo después decidió ir a desayunar, buscó por la alacena algo de comida pero, al darse cuenta de que estaba totalmente vacia, soltó un grito de pánico. Salió corriendo hacia la sala, decidió sentarse en su viejo sofá y, temblorosamente, se puso a pensar.

-No tiene sentido- gritaba repetitivamente.

Él estaba seguro de que apenas ayer habia ido a comprar comida para la semana.

Después de lo que fué un largo tiempo para él, decidió volver a observar aquel reloj de pared. -¡9:30!- exclamó asustadamente. Ya en ese momento estaba seguro de que nada en aquel departamento estaba bien.

Se puso de pie y empezó a su departamento de lado a lado. Cada vez mas preocupado, llegó a punto al borde de la locura.

Me cansé de observar a aquel "Aldo", así que decidí salir, no podia dejar que se volviera loco, asi no me serviria de nada.

Me coloqué detrás de él, aparentemente sintió mi fria presencia. Decidió voltear.

No puedo olvidar su pálido rostro al verme. Antes de que llegara a decir o siquiera emitir algún sonido, le mensioné - ¿Qué acaso no recuerdas la noche anterior?-. Aldo dirigió su mirada al vacio de su ventana. -Si. . . si- dijo tartamudeando.

No lo dejé continuar cuando le expliqué que me habia invocado la noche pasada. Que, cuando lo ví, parecia estar ebrio. Después de haber estado trantando de hablar con él, me dijo que queria jugar.

-¡Y!, aquí estas, en mi juego pero, al parecer, no recordabas que jugabas- le dije medio frustrado.

Como Aldo no jugó conforme a mis reglas, decidí tomar su alma, para tenerla conmigo. . . Por la eternidad.

No tan normal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora