En la calle Summon, un poco antes de llegar a la tienda 24 horas, vivía la familia Dert. Un matrimonio joven con una niña que ya iba al instituto, bastante guapa como para que Jenks Parrot, un adolescente introvertido, se fijase en ella hasta rozar la obsesión. Era una mañana de septiembre, y la chica, llamada Tenna, empezaba en un nuevo instituto debido a que buscaba un nivel de estudio que se adaptara mejor a ella.
Era el mismo instituto que el de Jenks.
Ahora cada mañana se cruzaban, y él la miraba. Pronto se hizo un grupo de amigas, mientras él en los descansos se sentaba solo en las escaleras a tomar una cocacola y soñar despierto. Anteriormente su cabeza estaba llena de preguntas sin respuesta, como "¿por qué nadie se fija en mi?" "¿por qué no tengo amigos?" "¿acaso soy invisible?". Ahora solo pensaba en esa muchacha. Fue al servicio y miró su rostro en el espejo; cara pecosa, ojeras, ojos pardos. Suspiró y salió justo a tiempo para ver a la muchacha besar a uno de sus compañeros que lo acosaban día sí y día también. Sus manos comenzaron a temblar así que se las metió en el bolsillo, tocando la navaja que llevaba por si volvían a pegarle, y caminó hacia el aula. Su mente era un remolino. Era como si alguien hubiera abierto la puerta del infierno en su cabeza.Finalmente sonó el timbre; todos salieron, Jenks inusualmente tranquilo, elaborando un plan del que nadie podía enterarse. Tras llegar a casa, un pequeño piso donde vivía él solo, sacó de su armario ropa negra deportiva y amplia, vistiéndose con ella. Definitivamente iba a ir "allí". Pero tenía que esperar hasta la noche, mientras tanto averiguó por internet la dirección de Tenna, y después la de su 'novio', Samuel. Cuidadosamente la apunto en un papel, lo guardó en un cajón y vació uno de los armarios de dos puertas. Ya era la hora.
Llevaría su vieja camioneta Chevrolet, la necesitaba, además de dos bolsas negras tamaño xxl. Media hora más tarde llegó a su destino: la morgue local. Aparcó unas calles lejos de la entrada y cuando bajó echó a correr con la capucha puesta. Forzó la cerradura fácilmente, porque esta ya estaba antigua, y cerró tras él. Por suerte no había alarma.
"Tiene sentido; —pensó— ¿quien va a querer colarse aquí?"
Ahogó una risita y entró en la primera sala. Todo estaba perfectamente limpio y ordenado, no esperaba menos. Miró a su alrededor y se acercó al primer cajón metálico que vió, inclinándose para leer el nombre de la placa. Era un hombre. Bien, ya tenía al primero. Pasó revisando de nuevo las placas hasta ver un nombre femenino y lo abrió. Metió los dos cadáveres en las bolsas que había traído y consiguió escabullirse con ellas a pesar del peso. Las metió en la parte trasera del vehículo y arrancó.
Ya en casa, guardó las bolsas en el armario previamente vaciado, y cansado, se tumbó.
—Mañana la segunda parte del plan, y por la noche el final.—murmuró para si mismo antes de dormirse.
Llegó el día siguiente, y sentía una extraña sensación en el estómago y otra en el corazón. Controló sus objetivos todo lo que pudo, confirmando que eran novios. Apretó los dientes. "Ya queda poco" pensó. Terminó la jornada. Vió a Tenna y Samuel tomar caminos separados. "Primero el chico" sonrió. No fue difícil, lo esperó en su portal con la camioneta aparcada en frente de él y cuando fue a coger el ascensor le asestó un golpe por la espalda para que cayese desmayado. Mirando a su alrededor comprobó que nadie los veía y lo metió en la parte trasera de la Chevrolet, atándolo y amordazándolo. Lo dejó en un local vacío e insonorizado que había alquilado por tres días, y fue a por la muchacha. Se apostó en su asiento de la vieja camioneta vigilando su portal, hasta que salió. Se bajó y con la capucha negra puesta, la siguió y una vez llegados a la altura de un parque vacío la cogió por la cintura y a pesar de que ésta se resistió, acabó por fin en el mismo local, inconsciente. Al salir cerró con llave, y mientras despertaban, fue a por las bolsas. Cuando volvió, ya estaban con los ojos abiertos y forcejeando. Intentaban hablar y eso le arrancó una sonrisa a Jenks. Su corazón latía locamente y sentía un subidón mucho mejor que el de cualquier droga.
—Empezaré contigo.—dijo señalando a su presa masculina. Ésta intentó gritar pero no lo consiguió por la resistente mordaza. La chica estaba llorando. Qué bonita escena, pensó.
El local contaba con todo tipo de herramientas y utensilios debido a que antiguamente había sido un almacén de una compañía metalúrgica. Desde llaves inglesas a cuchillos de caza. Eligió una navaja suiza fácil de manejar y se acercó a Samuel para quitarle la mordaza. Quería oír los gritos.
—Mira lo que voy a hacerle a tu noviecito, zorra.
Este temblaba. Hundió fácilmente la punta del arma blanca en la cara interior de su antebrazo e hizo una pequeña raja mientras su presa suplicaba por su vida. Cogió unas tenazas y con ellas atrapó un borde de la piel del corte y tiró. Pronto le desolló todo el brazo y la sangre manaba a borbotones. Así era, los gritos cada vez más fuertes, la chica desmayada. Tomó un jirón de piel y se lo puso sobre la nariz a la muchacha inconsciente, tras lo cual cogió un cuchillo de grandes dimensiones, y de un tajo firme sesgó la mano del hombre de su brazo. Tras eso, cogió el cadáver masculino que previamente había robado, y cortó la misma mano. Ya estaba empapado en sangre y se sentía tan bien... Cosió la mano del muerto al brazo del joven. Repitió el proceso con la otra mano y los pies, y por último con la cabeza, decapitándolo. Cogió la original por el pelo y se acercó a la chica. Le dió golpecitos para que despertara y mientras tanto le fue quitando la mordaza.
Despertó.
Y gritó, gritó, gritó. También lo llamó monstruo.
Entonces él, con una sonrisa, le sacó los ojos, y se los cambió por los del cuerpo femenino de la morgue. Le arrancó los labios y le cosió la boca. Le rajó el pecho, sacando el corazón.
—Por fin tu corazón es mío.—sonrió.
Lo estampó contra el otro lado de la habitación. También le arrancó las piernas y le puso las del otro cadáver.
—Ahora si tienes piernas bonitas, puta...
Completamente cubierto de sangre, igual que el suelo, cogió un bidón de gasolina y regó todo en la habitación con él. Y por último, se lo tiró por encima y encendió el último mechero de su vida.
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La parte prohibida de mi imaginación
HorrorEspero que duermas después de leer esta obra. (Relatos cortos con temática de terror.)