Capítulo 9.

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Capítulo 9-Duchas a escondidas, toallas demasiado pequeñas, y miedo a las arañas.

Narra Laura

Dos días después, habíamos salido. Y para sorpresa de Julia, nos habíamos encontrado a Pablo. Iba con sus amigos, Carlos y Lucas, que iban a nuestra clase, y otros que no.

Había uno, Diego, que era bastante guapo. No era bajo, aunque tampoco muy alto. Tenía el pelo negro, y lo llevaba algo largo, con flequillo de lado, tipo Justin Bieber. Odiaba a Justin, pero me encantaban los tíos con ese peinado... Y sus ojos, eran verdes. Pero no verde claro. Eran de un verde oscuro, casi marrón, preciosos. Y tenía pecas. Muchas pecas.

La verdad, es que me encantaba que los chicos tuvieran pecas, les daban aspecto de niño pequeño y travieso, pero a la vez los hacían atractivos.

Bueno, pues debí de llamar la atención de Diego, porque estuvo todo, (y cuando quiero decir todo es todo) el rato conmigo. Y me contó muchas cosas de él. Le gustaba montar en bici, y en skate. Cómo no... ¿Hay algún tío al que no le guste? Vivía cerca del centro comercial. Tenía un hermano pequeño que se llamaba Luis, y un perro que se llamaba Luisito Junior. Su color favorito era el verde, y su comida favorita era la pizza. Le gustaba el rap, y la musica electrónica. Y conocía a Gabri.

Eso era lo único malo, porque si por casualidad, algún día llegábamos a salir, Gabriel se enteraría y me mataría, porque tengo prohibido salir con sus amigos...

Pero es que además parecía estar bastante interesado en mi, porque además de contarme de todo sobre él, me había preguntado de todo a mi. Desde cual es mi color favorito a si soy virgen, pasando por cuantos novios he tenido y otras muchas preguntas sin sentido... Aunque el chaval es majo, y me alegró el rato, porque Julia se puso a hablar con Pablo, y nada, no me hizo ni caso.

Esos dos acaban juntos, ni mejores amigos ni hostias. Se nota que se gustan, y además se entienden muy bien, aunque son totalmente opuestos. Pero bueno, como yo suelo decir, los opuestos se atraen.

Luego, cuando volvíamos a casa, ya tras una larga despedida, y con el número de Diego guardado, Julia (cómo no) había tropezado y yo, que iba a su lado, había caído con ella. En un charco lleno de barro... Y claro, aquí estaba yo, intentando ducharme a las cuatro de la mañana, sin que se enterara mi hermano...

Dejé la bañera llenándose, cerré la puerta y puse música. Así mi hermano no oiría la ducha y pensaría que simplemente estaba escuchando música. Y además, como la bañera tenía una puerta con espejo, sería bastante difícil que me oyera.

Tiré mi albornoz por ahí, y me metí en la ducha. Toda la tensión se me fue al contacto con el agua caliente, y decidí que ya que estaba, me lavaría también el pelo. Cuando acabé, cogí una toalla que tenía colgada al lado, y me la puse en el pelo. Iba a coger otra para el cuerpo, cuando me di cuenta de que no había.

Mierda.

Mierda.

Y más mierda.

Con el frío que hacía...

Y al final, cogí otra toalla del pelo que había por allí. Me la enrollé y abrí la puerta para salir de la bañera. Y lo que vi en ese momento, lo recordaré para el resto de mi vida.

Había un tío ahí, de pie, enfrente del váter.

Y estaba meando.

Y con la cosita fuera.

Pero de cosita no tenía nada, mas bien todo lo contrario.

Y es que yo, tras todos los polvos que había echado, seguía sin acostumbrarme a ver un pene...

Y lo primero que se me ocurrió hacer (aparte de seguir mirando, hipnotizada, su miembro), fue gritar.

Y él también se puso a gritar. Y fue entonces cuando me di cuenta de quien era. Si es que esa voz era inconfundible.

Ay mi madre... Era Manu... Y sin poder evitarlo, mi mirada volvió a su amiguito. Sin disimulo. Y sin parar de gritar...

Ahí fue cuando él se dio cuenta de quién era yo. Paró de gritar y me tapó la boca con la mano. Y sí, la mano con la que se estaba agarrando. En mi boca. Yo paré de gritar, para que me la quitara, porque la verdad, me estaba muriendo del asco.

Él, tras asegurarse que no iba a volver a gritar, quitó la mano, y se subió el pantalón corriendo, rojo como un tomate.

Y entonces, me acordé de que solo llevaba una toalla, y cerré la puerta de la ducha.

-Laura, ¿eres tú?-preguntó él.

-Pues claro que soy yo, ¿quién más voy a ser?-dije, enfadada, aunque en realidad me estaba muriendo de vergüenza... Si es que que puntería, que me fuera a encontrar a Manu en mi casa...

Espera un segundo. ¿Qué coño hace Manuel en mi casa?

Abrí la puerta otra vez, para preguntarle, pero entonces llamaron a la puerta.

Mierda. Gabriel. Me había olvidado completamente de él mientras gritaba... En buen lío me iba a meter...

-Manu, tío, ¿qué estás haciendo?-preguntó-llevas media hora ahí dentro...

-Eh, nada, estaba...-contestó Manu, nervioso y mirándome, mientras intentaba pensar en una excusa decente-estaba... ¡lavandome los dientes!

-¿A las cuatro de la mañana? A ti te pasa algo... Anda abre-dijo Gabri, mientras intentaba abrir la puerta.

-¡No!-gritó.

-¿Por qué no? Aquí está pasando algo. Anda abre, en serio.-Pidió Gabri.

-Que no, tío, que es que me da vergüenza que me veas.

-Que no pasa nada, que todos tenemos lo mismo. Abre.

-Que no, que no. Además, lo siento, pero no es solo pis lo que estoy haciendo, y no huele nada bien...

-Mira, voy a entrar. Me da igual. Porque ahí pasa algo.-Advirtió Gabriel-y sabes que tengo más fuerza que tú, así que no intentes cerrar.

Manu intentó cerrar el pestillo, pero vio que estaba roto. Me miró como preguntando si había otro, pero negué con la cabeza. Maldito pestillo... Y maldita Helena, que fue la que lo rompió por la tarde, cuando casi se quedó encerrada...

El pomo se movió y Manu cerró la puerta de la ducha, y se sentó corriendo en el váter.

-Hola-dijo feliz, ahí sentado.

-¿Y para esto tanto misterio?-preguntó Gabri enfadado- yo me vuelvo a la cama, pero si vas a volver al baño, no me avises, y pasate aquí toda la noche si quieres...

Y se fue. Vaya, pensé que sería peor ..

Pero a los dos segundos, volvió a abrir la puerta y asomar la cabeza.

-Por cierto, ¿qué fue ese grito?

-Eh...-Mierda. Ahora si que nos han pillado.-Pues... Me... Me da vergüenza decírtelo, tío...

-Va, sabes que me puedes contar lo que sea.

-Bueno... Es que... Vi una araña...

Menos mal que Gabriel empezó a reírse a carcajadas... Si no, me hubiera descubierto. Puto Manuel... Que listo es... Mira que decir eso...

-¿En serio? ¿Arañas?

-Eh, sí... Me dan miedo desde pequeño... No te rías por favor...

-Vale, vale, lo siento.-dijo conteniendo la risa.-Bueno ahora si que me voy. Procura no gritar mucho si ves otra araña...

-Sí, tranquilo. Ahora voy yo.

Por fin. Se había ido. Pero a decir verdad, ahora tocaba la parte mas difícil, por llamarla de alguna manera.

La parte de explicarle a Manu que Gabri era mi hermano, de por qué estaba duchandome a las cuatro de la mañana, y sobre todo, intentar volver a mi habitación, al final del pasillo, con una toalla que apenas me tapaba, y con el tío que me gustaba sentado en el váter...

-Y bueno, Laura, ¿puedes explicarme qué haces duchandote en casa de mi amigo Gabriel a estas horas?

El trabajo de lenguaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora