Parte 4. Final.

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Caminó sin rumbo, caminaba porque sus pies se lo ordenaban, no quería ir a ningún lado y a la vez no quería estar en ningún lugar, era como una hoja a la que el viento mueve como le place. Cruzó una calle, cruzó otra… Cruzó una más.

Con tan sólo un ruido el dolor se había acabado para él.

Cruzando una avenida, distraído, pensando, ¿llorando?

Un carro bastó para acabar con su vida.

Un carro del cual el conductor no tenía el control, uno pequeño, rojo y con mucha, mucha velocidad. Justo cuando Grales estaba a mitad de la calle este carro pasó. Lo golpeó tan fuerte que las personas que estaban alrededor corrieron porque creyeron que había sido algo que había caído del cielo. El pánico entre las personas que estaban por ahí se incrementó tanto que en un instante la calle se llenó de más personas de la que había, dejando sin poder pasar a los carros que venían después del carro rojo que ocasionó el accidente, sí, seguramente si tú hubieras estado ahí, el sonido de aquel golpe hubiera sido lo que más miedo te hubiera dado.

Grales cayó al suelo después de haber dado unas tres vueltas por los aires. Su cuerpo estaba frágil, era tan frágil como una hoja caída de un árbol, a la cual tocas y se quiebra.

En el hospital, muchos de sus compañeros y familiares esperaban impacientes a que el joven pudiera despertar del sueño en el que estaba.

Tres días…

Cuatro días…

Cinco días…

¿Por qué no despertaba de ese trance en el que se encontraba? ¿Qué había sido lo malo que había pasado en su historia? Era joven, nada podía haberle pasado, no tan rápido.

Sexto día. Los doctores se alarmaron. Corrieron todos hacia la habitación donde permanecía Grales sin haberse movido un solo centímetro desde que ingresó ahí.

Un sonido extraño salió desde su habitación. La desesperación comenzó a recorrer los pasillos del hospital, sus padres se encontraban cada vez más tensos.

En aquel hospital, aquel oscuro día, una persona más había caído rendido ante la muerte. Sin haber podido defenderse, sin pelear.

Lea se encontraba sentada en una silla en la sala de esperas, mantenía una cara de horror, y se reflejaban en ella sentimientos de culpabilidad.

No había más sentimientos, no había más lágrimas. Su corazón se había detenido, había dejado de existir. Ya no importa lo que le hicieran, lo que pasara. Él se había convertido en una hoja caída de un árbol, una hoja seca, sin vida. Una hoja que hasta el viento rechaza.

Y así terminó su viaje de amor, el cual frutos nunca dio.

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⏰ Última actualización: Feb 03, 2014 ⏰

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El Corazón Marchito de GralesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora