Con frecuencia le he contado a mi hija Lauren cómo nos conocimos su padre y yo, y la forma como se dio nuestro noviazgo. Ahora que ya cumplió dieciséis nuestra cierta preocupación, porque se da cuenta de que su alma gemela bien podría estar sentada junto a ella en clase y hasta podría hacerle una invitación para salir, aunque ella todavía no está lista para afrontar un compromiso semejante sin que sus padres asumieron muchos años antes.
Yo conocí a Miguel el 9 de Octubre de 1964. Nuestras tímidas miradas se encontraron a través del patio durante una fiesta en casa de Andrea, una amiga mutua. Nos sonreímos y terminamos ensimismados y envueltos en una conversación que nos duró toda la noche. Él tenía doce años y yo once. Nos hicimos novios tres días después, y terminamos al final de un mes desastroso.
Sin embargo, meses más tarde Miguel me invitó a su suntuosa fiesta de bar mitzvah y hasta me sacó a bailar. (Años después me confesó que a pesar del ferrocarril que yo llevaba en la boca, de mis piernas de fideo y de mi cabello rizado, él pensaba que era bella.)
Como Miguel y yo teníamos amigos mutuos y compartíamos el mismo grupo social, nuestros caminos se cruzaron con frecuencia durante los años siguientes.
Cada vez que yo terminaba con un novio o alguno me rompía el corazón , mi madre me decía: «No te preocupes, terminarás enamorada de Miguelito Leb». Yo le contestaba con un grito : «¡Jamás! ¿Cómo puedes decir semejante cosa?».
A su vez, ella me recordaba que su nombre parecía a menudo en mis conversaciones, y que además el era una bella persona.
Por fin me encontré cursando bachillerato, en un salón repleto de chicos buenos mozos. Yo estaba lista.
A mí no me podía importarme que Miguel comenzara a enamorar a mi mejor amiga. Pero... ¿por qué esta situación comenzó a enloquecerme poco a poco? ¿Porqué empezamos a entablar conversación mientras esperábamos el bus del colegio? Nunca olvidaré sus zapatos azules, porque nadie que yo conociera tenía un par de zapatos tan bellos. Las palabras de mi madre me mortificaban con frecuencia, pero yo me empeñaba en borrarlas de mi mente.
Al llegar el verano que siguió a nuestro décimo año escolar, Miguel y yo habíamos compartido más tiempo escolar, Miguel y yo habíamos compartido más tiempo juntos -en compañía de su novia, conocida como mi mejor amiga, y otros compañeros. Ese verano Miguel se matriculó en un programa de español en México.
Me di cuenta que me hacía mucha falta. Cuando regresó, en agosto, me llamó y vino a visitarme. Llegó adorable, curtido por el sol y con cierto aire mundano. No había aprendido una palabra de español, pero se veía muy bien. El 19 de agosto de 1968, cuando nos miramos a los ojos en la puerta de mi cada, nos dimos cuenta de que debíamos estar juntos. Desde luego teníamos que esperar hasta después del compromiso que esa noche yo tenía otro chico. Le dije a mi amigo que iba a comenzar una relación con Miguel, de manera que debí regresar a casa temprano. Miguel también le dijo a su novia de ese entonces que el momento había pasado para siempre.
Mantuvimos nuestra relación en secreto hasta que pudiéramos anunciarla orgullosamente en la próxima fiesta. Llegamos tarde, y llenos de coraje anunciamos oficialmente a todos nuestros amigos que estábamos de novios. Nadie pareció sorprenderse. Todos decían : «¡Al fin!».
Después del grado de bachillerato, yo me fui a la universidad. Alas diez semanas pedí ser transferida a otra universidad para estar más cerca de Miguel. Nos casamos el 18 de junio de 1972. Yo tenía diecinueve años y Miguel veinte. Establecimos nuestro nido de amor en las residencias universitarias para casados, mientras ambos terminábamos nuestras carreras. Yo me gradué en pedagogía especializada mientras Miguel estudiaba medicina.
Ahora, veinticinco años después, le sonrío a nuestra bella hija Lauren y a nuestro apuesto hijo Alex.
Aunque el legado de sus padres les hace mirar las relaciones sentimentales del bachillerato con una óptica un poco diferente, jamás tendrán que preocuparse de que sus padres vayan a decir: «No lo tomes tan el serio. ¡eso sólo es un amor de niños!».
Fran Leb
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Chocolate Caliente Para el Alma de los Adolescentes
Novela JuvenilQuerido adolescente: Por fin, un libro para ti. Este libro está lleno de historias que te harán reír y te harán llorar. Será como el mejor amigo, presente cuando lo necesitas, siempre dispuesto a contarte una historia que efectivamente te haga senti...