Annabeth no había parado de correr desde que salió de su casa.
Aquél día había vuelto a discutir con su madrastra, nada Fuera de lo común en realidad.
Claro, sin contar el hecho de que esta vez se había pasado de la raya dándole una cachetada y llamándola "estorbo que impide ser feliz a tu padre".
¿Y que había hecho su padre cuando se lo dijo? Nada, se limito a mirarla severamente y decirle "Annabeth, entiendo que no te lleves bien con Helen, que aun extrañes a tu mamá, pero ¿esto? No voy a aceptar que acuses a Helen de ese tipo de cosas, yo se que ella no haría algo como eso"
Si claro, pensó Annabeth, solo le faltaba jurar por el rio Estigio.
Después de aquella conversación Annabeth no lo pensó dos veces, estaba harta de aguantar a su madrastra y a sus medios hermanos. Cogió una mochila donde metió unas pocas prendas de ropa, un cuchillo de cocina y la gorra de los Yankees, regalo de su madre y salió corriendo de su casa sin mirar atrás.
Cuando sintió que estaba lo suficientemente lejos, paró.
Examinó el lugar y descubrió que se hallaba en un bonito parque, aquel día no era muy soleado pero no amenazaba con lluvia por lo que en el centro, donde había una especie de plazoleta con una gran fuente y varios bancos donde algunas parejas y madres observaban jugar a sus hijos en los diversos juegos, desde barras paralelas hasta columpios.
Le causó gracia en cierto modo, ver como niños de todas las edades intentaban llamar la atención de sus padres a base acrobacias y trucos ("mama mira Cuan alto llego" "Mama, mira la piruetas que doy " "Mira que tan alto salto")
Las madres se limitaban a contestar con un "que bien cariño" " vaya, me alegro" con un fingido entusiasmo y escasa atención, aunque algunas madres ni siquiera respondían o se dignaban a mirar.
Sin embargo también pudo observar el genuino entusiasmo y atención en una mujer de largo cabello negro que aplaudía encantada al observar a un pequeño niño de cabello negro trepar ágilmente las barras paralelas.
Agotada, decidió hacer una pausa y sentarse en unos columpios que estaban cerca, estuvo unos minutos quieta hasta que comenzó a balancearse cada vez más alto, olvidándose por unos instantes de sus problemas, fingiendo que todo estaba bien, que tenia cinco años y sus padres aún estaban juntos, observándola desde los bancos con una sonrisa.
Continuo unos minutos más ante la mirada asombrada de un niño de cabello negro.
Cuando finalmente freno, el niño la observó fijamente y dijo con una sonrisa:
-Vaya, eso fue muy alto- la rubia se limitó a dedicarle una sonrisa de agradecimiento y el niño se sentó en él columpio de al lado y comenzó a balancearse.
Permanecieron callados unos minutos hasta que el niño volvió a hablar:
- Soy Percy, ¿y tu?
-Annabeth- dijo la niña de forma apenas audible.
- Nunca te había visto aquí ¿es la primera que vienes? ¿Donde están tus papás?
-Annabeth se sorprendió por la energía y curiosidad del niño pero igual respondió.
-¿No crees que son muchas preguntas?-- el niño se sonrojo furiosamente ante la mirada divertida de su nueva amiga.
-Lo lamento-murmuró apenado a lo que la niña le quito importancia pero él continuo - mi mamá dice que es por que soy hiperactivo, y además tengo dislexia y no puedo leer correctamente las palabras.
La niña lo miro sorprendido y le dijo:
-Yo también- él niño la miro sorprendido y volvió a preguntar:
- ¿Y tus padres?-Annabeth hizo una mueca de tristeza, pero respondió.
-Me escape de casa.
Percy hizo una mueca y volvieron a permanecer callados hasta que dijo:
-Yo no tengo papá solo una mamá.
Annabeth estaba sorprendida. Nunca había conocido a alguien con quien tuviera tanto en común.
-Yo no tengo mamá, pero tengo un papá, y una madrastra, aunque no me llevo Bien con ella.
Percy hizo una mueca, como si recordará algo desagradable.
