Es curioso cómo, aún siendo tan sociales las personas, y aún necesitando estar junto otras personas para poder vivir mentalmente sanos, todavía no sepamos convivir.
A veces me doy cuenta, de que aunque las personas tengan que estar con alguien, son muy selectivas con sus compañeros. Y también me percaté de que, si alguien es la típica sobra, aquel producto de la destartalada tienda que nunca se vende, al final acaba caducando sin ser vendido, y su corazón termina lijado fríamente por los demás, dejando en carne viva una soledad inmunda.
Todos apreciamos la buena compañía, pero no todos la encuentran. A algunos les es muy fácil que las multitudes le rodeen, a otros les rodea el rechazo. A unas personas les quieren muchas otras, y a unos les odian sin ninguna razón. Para aquellos que son como los demás es obvio tener buena compañía de sus iguales; para los que son uno en un millón, les cuesta trabajo incluso la compañía, pues nadie es de su condición y nadie desearía estar con alguien que no es de su misma clase. O eso piensa la mayoría. Es lo que ocurre hoy en día.
Los que no tienen ninguna habilidad ni utilidad en este mundo, intentan esconder su inferioridad desafiando sin objetivo alguno todo sistema que atenta contra su posición social; dicho de otro modo, la educación y la moral. Pues, sólo con la mayor posesión de ignorancia podrá uno alzarse sobre los ignorantes que pululan por este mundo, escalando en los estamentos sociales mientras desgasta la sociedad cual planta trepadora sobre un árbol al que destruye poco a poco, mediante actos éticamente ilícitos por la mera rebeldía sin sentido cuya excusa es la libertad y la meta de Hacer lo que uno quiere, peligrando así la libertad de aquellos a los que su propia disciplina les abre los ojos e ilumina sus mentes con la verdadera finalidad de la organización humana de una sociedad, que es Hacer lo que uno debe, y no les deja actuar como animales perezosos e inmorales; y logrando así los seres comunes e inferiores mentalmente ser idolatrados por una masa inepta de ganado humano que balará los lemas de la ignorancia y saltará, junto a sus líderes, que encabezan la autodestrucción, hacia el vacío que provoca la falta de iniciativa y la monotonía de los ahora borregos y ya no personas, que piensan por valor de una sola cabeza, sin ideas que construyan una vida mejor sino que se limitan a conformarse. Pues las mentes futuras no serán lo suficientemente desarrolladas como para tener la percepción de crear, y su obediencia edificará un templo a la ignorancia que ha dado lugar a esta situación, en honor a los modelos sociales que comenzaron esta revolución de necios que quisieron cambiar el mundo, en lugar de cambiarse a sí mismos. Todos los hombres y mujeres sufrirán esta metamorfosis intelectual y serán sustituidos por borregos. Como en todas las situaciones, quienes destacan superiormente estarán siempre por encima de la plebe mediocre y serán admirados por estos, mientras los que tienen un nivel ínfimo de talento o capacidad serán callados y asqueados por todos inmediatamente. En la nueva Era Ovina, quien sea imbécil por naturaleza, se integrará en la mediocridad universal y tendrá una amplia y buena compañía de imbéciles. Quienes lo sean más todavía, o mejor dicho, tengan un nivel de idiotez superior, serán cubiertos de alabanzas y privilegios sociales, y tendrán toda una gama de deseos inútiles que cumplirán sus vasallos domésticos. Pero pobres de aquellos humanos que todavía queden, aquellos cuya idiotez es nula y conservan sus mentes intactas. Porque quedarán tan pocos que estarán separados, con un muro de lana hecha de palabras vacías incrustadas en los borregos que hacen de frontera entre las personas, sellando así la sepultura de la compañía humana que anhelarán. Y sus sueños serán hundidos por el peso de la desaprobación y sus pensamientos serán enterrados por el incesante ruido del griterío que repite ciegamente los balidos furiosos de los principales ídolos de la ignorancia.
ESTÁS LEYENDO
Recuerdos descalzos
SpiritualCada día, como todos, Néstor vuelve cansado de su rutina. Madrugar, pasar un mal rato en el instituto, y volver a su casa. Y por el camino de ida y de vuelta, siempre se cruza con el mismo vagabundo. Siempre le hace alguna pregunta muy curiosa, pero...