Los Black [EN PAUSA]

Mujeres

Severus había resultado ser un gran apoyo para Regulus.

No solo lo defendía de quienes lo molestaban por ser hermano de Sirius, sino que también lo ayudaba en las tareas.

A veces se encontraban con Lily Evans, la mejor amiga de Severus, en la biblioteca, donde ella llevaba a las chicas que tuvieran problemas para alguna de las materias.

Un día, la pelirroja Evans, como la llamaban ellos, llevó con ella a una compañera de clase de Regulus.

-Ella es Antonella. Estudia en Huffelpuff y, como hoy ibamos a revisar las tareas de pociones y transformaciones, pensé que ella podia estudiar con Reg y así podíamos matar dos pájaros de un tiro, porque ella también tiene problemas con ésas materias...-dijo Lily.

Al ver a Antonella, el menor de los Black quedó impresionado por la belleza de la chica.

Desde aquella vez, Regulus y Antonella comenzaron a juntarse siempre para estudiar, hasta que esas reuniones no fueron suficientes y, como ninguno tenía amigos en su curso, comenzaron a juntarse cada vez más en los recreos, siendo amigos por dos años, hasta que Regulus decidió hablar de ella con Sirius.

Por otro lado, Sirius vivía algo parecido con una chica de Griffindor, pero ella no quería verlo ni en figurita, debido a que era amigo de James Potter el bravucón de Griffindor.

-Al menos tu, hermanito, tienes suerte. Ella te habla y puedes pasar los días con ella.-le dijo Sirius a un completamente desconcertado Regulus.-En cambio yo... Ella no quiere saber ni mierda de mi...

-Pero, es que ese es el problema... Ninguno de los dos tenemos suerte...

-¿A qué te refieres?

-Ella es mestiza... Si yo les digo a mamá y papá que soy amigo (y quisiera ser algo más) de una mestiza, me desheredan... No quiero que piensen que...

-que te estoy llevando por el mal camino.

-no. No quise decir eso...

-pero lo pensaste. Está bien Reg. Yo elegí ése destino. Nuestros padres me creen una deshonra... Pero ¡hombre! ¡Tienes trece años! Ya es hora de que dejes de lado los prejuicios. La quieres?

-la amo, creo.

-Entonces. Agárrala, llévala a la orilla del lago al atardecer y rompele la boca con tus besos, y nunca la dejes ir por lo que digan los demás. Si mamá y papá no la aprueban, allá ellos. Ellos no deciden sobre tu corazón.

Regulus sonrió. Ese era el Sirius que él más admiraba, el que le valía nada el que dirán.