Quiero que me mires.

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Capítulo 25.

Quiero que me mires.

Daniel estaba atónito, podría haber abierto la boca como clara muestra de su incredulidad y sorpresa, pero no, ni siquiera podía moverse, sólo alcanzó a tragar fuerte antes de que Lucas continuara.

—Mi incomodidad ante la presencia de los felinos es debido a que Hellen usó un tigre de bengala gigante hace unas décadas, el animal casi me destroza la espalda con sus garras— se encogió de hombros, —en cambio Demmon prefiere la fusta, mientras que Samael está loco por los artefactos medievales, y Luzbel— lanzó un largo y profundo suspiro, —Luzbel es impredecible— apoyó el codo izquierdo sobre la mesa y descansó el pómulo sobre su palma, —creo que todo depende a su estado de ánimo; él siempre ha querido ser el centro de atención de nuestro padre. Como sea, siempre es mejor rezar por perder la consciencia lo antes posible durante las sesiones.

—¿Cómo puedes hablar de ello de manera tan trivial?— Daniel se irritó por la postura corporal y el tono de voz de Lucas, parecía como si estuviera hablando del clima.

—¿Y qué quieres que haga?— elevó las cejas, —así son las cosas.

—¿No puedes negarte, no ir a ese horrible ritual o lo que sea?— estaba a casi nada de gritar, se sentía molesto.

—Ausentarme sería una enorme falta hacia mi padre, me castigaría sin la garantía de mantenerme con vida; a él no le sirve un hijo desobediente y nos lo ha dicho de manera muy clara, sería más fácil hacer otro hijo que tener uno que no le sirva. Sería un suicidio, y créeme, muchas veces lo consideré pero Gaby siempre se interpuso; ella dice que tengo un propósito en este mundo y que no debo ser egoísta.

—¡¿Egoísta, Gabriela piensa que eres egoísta?!— exclamó Daniel, estaba seguro de que ese adjetivo jamás se usaría si se deseaba describir a Lucas.

—Tal vez sólo lo dijo, de alguna manera debía convencerme de que el suicidio no era la opción correcta.

Daniel cerró sus manos en puños sobre su regazo, pensando que en realidad no había mucho de donde elegir; —no debí levantar la voz, perdóname; pero es que yo...

El castaño apretó los labios y negó con la cabeza; —yo entiendo que pienses que es una locura, pero así es como se ha hecho por muchas décadas— tal vez debió decir siglos.

—¿Muchas décadas?

—Sí, varias.

—¿Cuántas exactamente?— quiso saber.

—No lo sé, mi padre ha tenido otros hijos antes, probablemente se rebelaron y los mató; sólo sé que de nosotros cinco Demmon es el más antiguo, él tiene tal vez unos ochocientos años.

—¿Y tú?— allí estaba su pregunta; si la situación no fuera tétrica y reveladora, Daniel reiría ante el hecho curioso de que todas sus parejas hubieran sido mayores que él.

—Luzbel y yo cumpliremos cuatrocientos noventa y ocho años este mayo.

Daniel abrió los ojos enormemente; eso era bastante, considerando que Lucas se veía como un muchacho en la flor de sus veintes; —oh— sólo ese sonido escapó de su boca. La expresión "estar solo mucho tiempo" ahora tenía más sentido y significado.

El castaño bebió lo que quedaba de su café tomándose su tiempo, permitiendo que el otro pudiera procesar lo último.

—Así que, esas marcas...— dijo Daniel por fin, aunque vacilante.

—Sí, fueron mis hermanos, desde que tengo memoria así fue.

—¿Y tú, también le haces lo mismo a ellos?

LucasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora