Ejercicios matutinos.

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Capítulo 6.

Ejercicios matutinos.

El día anterior, después de la hora de la comida, el señor Estrada le esperó en su oficina; sólo había sido una llamada de atención, nada de qué preocuparse. Daniel tenía un posgrado y había gozado de un buen trabajo como asesor financiero en una empresa grande y sólida; pero todo se vino abajo cuando ocurrió lo de su hermana, había perdido todo, incluso su libertad. El señor Estrada conocía sobre su experiencia laboral y, aunque era un viejo algo gruñón, apreciaba su talento a pesar de que nunca lo decía abiertamente.

Suspiró antes de cerrar la puerta de su apartamento y meter la llave en el bolsillo de su pantalón deportivo; era cerca de las siete y tenía tiempo suficiente para ejercitarse antes de ir a la oficina; bajó casi brincando los pocos escalones hasta salir del edificio. Caminó hasta la acera donde a unos metros había una banca, era un barrio bonito y tranquilo, bastante solitario a esa hora de la mañana; miró su zapato deportivo y notó la agujeta algo suelta. Apoyó el pie sobre la banca y se reclinó un poco para atarla como era debido. Oyó un bostezo y se enderezó.

—¿En verdad te despiertas a esta hora todos los días?— dijo Lucas con voz somnolienta, estaba apoyado en el respaldo de la banca; Daniel juraba que hace sólo un par de segundos no estaba allí, hizo una nota mental: no debería sorprenderse de ahora en adelante.

—Es el mejor momento del día para salir a correr, por la tarde hace mucho calor— explicó.

El recién llegado meneó la cabeza, pensando en que era algo lógico y válido.

—¿También estarás conmigo cuando me ejercite?— agregó la pregunta y comenzó a estirarse, preparándose para comenzar.

—Sólo algunas veces, si tengo mucho sueño la próxima vez te buscaré a medio día o hasta después.

—Es bueno saberlo.

—¿Te molesta tener compañía mientras corres? Puedo permanecer fuera de tu vista si así lo deseas.

Daniel lo pensó por unos instantes pero inmediatamente la idea de ser observado sin saber cuándo ni dónde le dio escalofríos, —no, permanece visible siempre, por favor.

—Lo haré; aunque trataré de no hablar mucho, lo menos que quiero es interrumpirte.

Asintió antes de comenzar un leve trote, su rutina consistía en dar algunas vueltas a la manzana, pero tan solo había dado cinco pasos cuando miró hacia atrás, Lucas no estaba a su lado y pensó que se había rezagado pero ahora nadie estaba allí. Parpadeó algo extrañado y nuevamente se dijo que no debía sorprenderse así que continuó con lo suyo.

Avanzó por todo lo largo de la acera, pasando por las bancas que estaban ubicadas a cada decena de metros, cuando llegó a la esquina dobló como normalmente lo hacía y allí, en la siguiente banca estaba Lucas.

Manteniendo la misma velocidad llegó hasta él, —pensé que dijiste que te mantendrías visible— no era un reclamo tal cual, sólo quiso asegurarse.

—Lo hice.

—¿En serio?— indagó trotando sin avanzar, en su mismo lugar para no perder el ritmo, —no estaba ni a tres metros de distancia cuando desapareciste.

—Quise adelantarme— se encogió de hombros, —no pensé que te incomodara.

Daniel lo miró y se preguntó si verdaderamente esa cosa de amo-esclavo no era sólo una reverenda tomadura de pelo; porque viéndolo por donde lo viera Lucas parecía muchas cosas excepto alguien "responsable de él" ni mucho menos un amo.

Lucas sacudió la cabeza haciendo que su cabello castaño-rojizo se balanceara apenas rozando sus hombros; —pero no te detengas— dijo, —continúa con lo tuyo.

El moreno asintió y así lo hizo; se movió con gracia y agilidad sobre la acera ahora sin mirar atrás; ¿qué caso tenía hacerlo?

Finalizó ese tramo y viró en la esquina esperando encontrarse con Lucas como la primera vez, pero en esta ocasión no estaba allí; un resoplido escapó de sus labios, tan vez debido a la decepción o simplemente por el esfuerzo que estaba haciendo. Continuó con su práctica y cuando tomó la siguiente esquina sí se encontró con Lucas, el chico estaba sentado en una de las bancas tranquilo, parecía una persona común esperando tal vez el colectivo. Daniel ahogó una risa cuando mentalmente hizo esa comparación, remembrando lo que el mismo Lucas le dijo en el mesón de doña Marta.

Al momento que pasó a su lado no aminoró la velocidad, sólo le miró y para su sorpresa Lucas hizo lo mismo con una leve sonrisa en sus labios, le imitó antes de volver a centrar su atención al frente y continuar su rutina.

Los minutos pasaron y Daniel hizo las vueltas acostumbradas, algunas veces al doblar la esquina estaba Lucas y otras veces no, incluso le pareció divertido y a modo de juego "adivinar" cuando se lo encontraría y cuando no.

Cuando supo que estaba finalizando su ejercicio, fue disminuyendo el paso en el último tramo hasta llegar a la entrada del edificio donde vivía, en esa primera banca donde se había atado la agujeta estaba Lucas.

—¿Has terminado ya?— preguntó, parecía algo curioso.

—Si— se paso la mano por el cabello, aquellas hebras cercanas a su frente estaban algo húmedas debido al sudor; —tomaré una ducha y luego iré al trabajo.

—¿Y el desayuno?— entrecerró los ojos, por la reunión del día anterior supo que Daniel tenía un gran apetito, no le parecía lógico que permaneciera sin comer después de hacer un esfuerzo físico.

—Lo tendré camino a la oficina— explicó, —pasaré por...— se detuvo cuando sintió algo tibio y peludo enrollarse entre sus tobillos; miró hacia abajo casi al mismo tiempo que Lucas también lo hacía.

—Oh, por Dios; aléjalo de mi— gimió el muchacho, recogiendo las piernas para subir los pies en la banca donde aún estaba sentado.

Daniel miró al gato y luego a Lucas, —¿qué has dicho?

—No permitas que se me acerque, por favor.

Entrecerró los ojos pensando que tal vez era una tontería pero aún así decidió preguntar, —¿te dan miedo los gatos?

—Por supuesto que no, sólo no me gustan— infló las mejillas en un intento de mohín infantil.

El pelinegro lo observó casi analíticamente por un par de segundos y luego se echó a reír, con bastante fuerza debía admitir.

Lucas lo miró serio pero luego se relajó, no pudo enojarse con Daniel porque claramente no se estaba burlando de él; aunque no tendría por qué ya que su "temor" hacia los gatos estaba totalmente justificado pero no quiso entrar en detalle con el mortal, en vez de eso le miró con detenimiento y sin planearlo pudo notar sus singularidades, como la forma en la cual inconscientemente arrugaba la nariz mientras reía y se sostenía el estómago, lo bien que se veía sin esos enormes anteojos y su risa ligera que parecía flotar en el aire. Lucas sacudió su cabeza alejando esos pensamientos y dijo, —creo que mejor te das prisa, sino llegarás tarde.

El muchacho se recuperó poco a poco y dijo, —tienes razón—, se flexionó sólo un poco para poder acariciar al gato y levantarlo con cuidado por las costillas, —me llevaré a este amiguito conmigo, pertenece a la señora que vive un par de pisos arriba.

Lucas le miró con cautela, como si estuviera listo y preparado para huir si el felino brincaba hacia él; —sí, mejor llévatelo— balbuceó. 

LucasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora