Cuando entramos a la casa, vimos a un francotirador, quien probablemente era el autor del disparo que hirió a Dylan. Su oreja no había parado de sangrar en todo el camino. Sin embargo, no había llorado. Intentaba hacerse el fuerte.
Me habían metido en una habitación con él y Bonnie. Los verdes ojos de Dylan estaban cristalizados. Lágrimas de preocupación y arrepentimiento asomaban. A continuación, la chica de cabello blanco me lanzó una mirada de preocupación.
¿Esperaba que YO lo consolara? Soy un desastre en eso.
-Sabemos que supuestamente soy hijo de Apolo, pero no heredé el don de la medicina. No puedo curar tu oreja.
Gran forma de consolar a alguien, ¿cierto?
-No entiendo nada de lo que dices-. Respondió.
Malagradecido.
-¡Muy bien, charlatanes! Si quieren idear un plan de escape, procuren no ser escuchados- la muchacha pelirroja que había agarrado a Dylan se encontraba apoyada en el marco de la puerta-. Vengo a interrogarlos.
-¿Qué quieres saber?- pregunté.
-Quiero saber cómo llegaron aquí. Si su testimonio coincide con el de los otros, los dejaremos vivir. Si no, prepárense para ver morir a sus amigos.
Nos dirigió una fingida mirada triste, como si sintiera pena de nosotros aún antes de que confesáramos.
-Bien, tendré que narrar todas mis maniobras ninjas increíblemente geniales- dije.
-¿Quieres que nos maten?- preguntó Bonnie.
-Di la verdad- concordó Dylan con tono de advertencia.
-Bieeen- dije arrastrando la "e"-. Cuenten ustedes, Señor y Señora Honestidad. Ojalá les den un premio- dije y les saqué la lengua.
-¿En serio? ¿Sacarle la lengua? Crecé un poco- dijo un chico detrás de la pelirroja.
-Cricí in piqui.
Bonnie me lanzó una mirada furtiva, a lo que yo reaccioné diciendo:
-¿Qué? ¿Éste es tu novio y no lo sabíamos?
Ella me fulminó con la mirada, cosa que me dio miedo. Si no hubiésemos estado atados, posiblemente ella me hubiera perseguido con una chancla en la mano para pegarme.
A continuación, giró su cabeza hacia el chico y, al verlo, se sonrojó, y dirigió sus azules ojos a la derecha. Dylan, al ver su cara, hizo un gesto de extrañeza.
No terminaba de comprender qué la había puesto tan nerviosa. Yo soy gay, pero no le vi nada de atractivo a aquel muchacho. Tenía los ojos y el cabello marrones, al igual que yo, pero en un tono más claro. Simplemente, no era mi tipo.
Dylan se decidió a comenzar la narración de los hechos al pie de la letra. Cuando acabó, la pelirroja preguntó:
-¿Qué crees, Percy?
-Es lo mismo que dijeron los demás- respondió el chico.
-Suerte que has venido- le dijo la muchacha. Se acercó a Dylan y comenzó a jalarle las mejillas. Él se quedó petrificado, incapaz de reaccionar-. Porque yo no podría haberle hecho nada a este pequeño aunque estuviera mintiendo.
Me aguanté la risa mientras la chica se comportaba como una abuelita con el pequeño Dylan.
-Ya dejalo, Lydia- rió Percy.
-Voy a desatarlos- Lydia nos señaló con su pulgar.
En cuanto el chico castaño hubo desaparecido entre las sombras de aquella vieja casa de campo carente de luminosidad, ella se nos acercó para quitar las ataduras de nuestras muñecas, tobillos y cinturas.
-Bien, son libres- dijo esperando en la puerta.
Dylan fue el primero en salir con la cabeza gacha y las mejillas rojas. Tal vez por la vergüenza, o porque se las habían jalado como a un bebé.
Caminamos por el oscuro pasillo con la chica de ojos verdes a la cabeza hasta que llegamos a lo que parecía ser una sala de estar.
Nos reunimos con Erika, Sebastian y Aria, aliviados de estar todos vivos. Pero también vimos a nuestros acompañantes, los supuestos dueños de aquella casa. En total eran seis: tres chicas y tres chicos. Todos menos Lydia se encontraban bloqueando las ventanas y la puerta trasera que daban a ese sector de la casa.
En los rostros de algunos, se notaba la preocupación y el miedo. No se me ocurrió mejor idea que hacer alguna idiotez, para subir el ánimo del grupo y luego comenzar a ayudar.
-¡Oye, zombie!- dije acercándome sonriente a una de las ventanas con mi móvil en la mano y una navaja que mantenía escondida en un bolsillo trasero de mis jeans-. ¡Di 'selfie'!
Me tomé una foto abrazando el cuello de aquel ex-humano, ahora infectado. Y antes de que sacara mi navaja, las fauces del monstruo se abrieron y, en un intento de morder mi bíceps, acabaron por abrir un pequeño corte.
Me alejé para sacar la navaja, y clavársela en la cabeza. Cerré la grande y pesada ventana de madera en su cara y la mantuve así usando mi cuerpo.
Vi que Bonnie se encontraba cerca y estaba a punto de gritarle que me ayudara, cuando el chico que reconocí como el francotirador me apartó de la ventana de un empujón que me dejó tirado en el suelo inconsciente de tan débil y enfermo que me sentía.
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Segundo capítulo listo! Corregido nuevamente por la esclava. Nos leemos luego. Bye bye!