01. Marshall el poderoso ¿Qué? Yo soy el narrador. Pongo los títulos que quiera.

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Una pequeña agrupación de chicos se encontraba sentada en el suelo, disfrutando de su tiempo libre. Marshall, según el resto, el más pervertido del pequeño grupo, se encontraba recostado con la cara entre los pechos de Erika mientras la llamaba 'mamá', haciendo que Sebastian riera como foca retrasada incapaz de parar. Dylan y Aria se mantenían entretenidos hablando de una serie, mientras que, fuera de la ronda, Bonnie estaba inmersa en un libro sin prestar atención a los sonidos de al lado, como siempre.

Al estar sentados en un lugar público al aire libre -tal como lo era una pequeña plazoleta- las personas los veían como los bichos raros que eran y siempre serían. Sin embargo, las miradas de todos cambiaron de objetivo en cuanto un grito desgarrador cruzó el aire, apoderándose de la atención de todos.

La persona que emitía tales sonidos se encontraba siendo atacada por lo que inmediatamente Marshall y Erika identificaron como un zombie. Ella era fanática de The Walking Dead, mientras que a él le encantaban tanto esa serie como Resident Evil, y había jugado sus videojuegos

-Mi instinto freaky me dice que sería conveniente correr- dijo Erika.

-Esperemos que sean lentos- acotó Marshall.

Pero sus esperanzas cayeron al suelo en cuanto un caminante se abalanzó corriendo hacia los seis amigos. Comenzaron a correr desesperadamente, pero Dylan los seguía desde atrás dubitativo a pesar del peligro que aquello representaba. Al notarlo, Aria lo tomó de la muñeca y lo arrastró hasta chocarse contra la espalda de Bonnie, quien intentaba abrir la puerta de un auto.

Marshall reaccionó rápido y rompió con el puño la ventanilla, levantando la traba para dejar entrar a las dos chicas primero, seguidas de Dylan, quien permanecía bajo el agarre de Aria con cara de trauma. Entonces, tomando en cuenta que el otro era más pequeño, lo levantó y se sentó, dejándolo sobre sus piernas.

-Perdón- dijo Marshall, al ver que Sebastian y Erika se habían quedado afuera. Quitó la traba de las puertas de adelante y esta última se sentó al volante. Gracias a los dioses, las llaves estaban puestas.

¿Quién habrá sido el pobre el idiota que había dejado su auto así y cómo pensaba abrirlo luego? No lo sé, nadie lo sabe, nadie nunca lo sabrá. Esa es una frase típica de Marshall, quien, a partir de ahora, narrará como persona normal y no como si la tragedia no lo hubiera incluido.

Bien, ¿dónde estábamos?

Cierto, el auto.

Erika lo arrancó y salimos a toda velocidad por el camino donde se agrupaban menos deambulantes.

-¡Están en todas partes! ¿¡Cómo mierda vamos a pasar!?- gritó Aria-. ¡NO PODEMOS!

-Oh, sí que podemos- respondió Erika.

Una loca sonrisa se dibujó en su cara cuando pisó el acelerador a fondo, volando a unos diez zombies por los aires y arrollando violentamente a otros.

-¡ESTÁS LOCA!- grité sonriente.

¿Qué? Es el apocalipsis. Hay que ser optimistas. Si no te vuelves un loco que se divierte, te transformas en un loco paranoico que no para de temer por su vida. Procura no morir y ¡disfruta! Cualquiera puede ser tu último día.

¡BRILLOS! ¡UNICORNIOS! ¡ARCOÍRIS!
(Sí, no soy normal. Lo sé).

....

Al cabo de un largo camino que dejamos atrás y varias horas muriendo de calor dentro del maldito automóvil, se me ocurrió preguntar:

-¿A dónde vamos?

Todos me miraron en plan "¿Te parece que vamos a saberlo cuando salimos como locos sin rumbo?". Incluso Erika lo hizo, lo que provocó que chocáramos de lleno contra un árbol.

-¡El auto puede explotar!- dijo Sebastian, con sus ojos rojos muy abiertos, tras lo cual gritó-: ¡SALGAN, SALGAN, SALGAN!

Dylan comenzó a removerse sobre mis piernas intentando abrir la puerta desesperadamente. Las lágrimas de lamento por su inutilidad asomaban, pero lo interrumpí antes de que comenzara a mariconear.

-Dylan. Cálmate. Respira.

Mientras el pequeño de ojos verdes hacía lo que le ordené, Erika abrió la puerta desde afuera y lo sacó del auto de un tirón.

Agradecí mentalmente a los dioses haber podido escapar antes de que el auto reventara.

Al salir del vehículo, me decidí a ayudar a Bonnie. Sus piernas habían sido víctimas de varios vidrios que se incrustaron en su piel. La intenté levantar en brazos, pero era demasiado pesada, y se me cayó al suelo.

-Muchas gracias- dijo con tono de reproche, apartando su pelo blanco, que le caía sobre los ojos.

-Por nada, my Lady. Fue un placer-  respondí.

¿Casualmente alguien había bajado el botiquín? Pues no. Es la realidad. ¿Quién pensaría en eso en un momento cercano a la muerte?

Antes de que cualquiera de nosotros pudiera volver al auto para buscarlo, este explotó, irradiando un increíble calor hasta donde nos encontrábamos. Por suerte, nada nos golpeó ni nos empaló.

"¿Quién me ayuda a llevar a Bonnie?", Dijo Erika, quien, a pesar de ser mujer, tenía más fuerza que cualquiera del resto.

Nadie se ofreció.

Ella rodó sus ojos grises y cargó en su espalda a nuestra compañera herida.

Por suerte, mi pregunta estúpida nos había dejado a unos cuantos metros de una casa en medio del campo. A lo mejor, nos podían ayudar, o al menos darnos algunas provisiones.

Caminamos y llegamos a la casa. El sonido de un disparo resonó en el aire, rompiendo el silencio que reinaba hasta ese momento. Aún con aquella advertencia, nadie supo qué hacer hasta que una bala le quitó parte de la oreja a Dylan. Este se tambaleó hacia atrás, cayendo en brazos de una chica pelirroja de ojos verdes.

Antes de que cualquiera pudiera reaccionar, varias manos desconocidas nos sujetaban e inmovilizaban. Por mucho que intentáramos huir, no había escapatoria. Acabamos por ceder y los desconocidos nos llevaron adentro de la casa de campo.

Freakys vs ZombiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora