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Ni una simple sonrisa 

ni un poco de luz en sus ojos profundos 

ni siquiera el reflejo de algún pensamiento que alegre su mundo.


Si algo le gustaba a Jongin además de sus clases de danza en la universidad, era viajar en autobús con Somi, su mejor amiga. No solo porque la chica estudiaba literatura y "Jonginnie, hoy leímos..." o porque pertenecía al club de taekwondo de la universidad y "Hoy le di una paliza a..." Sino porque su amiga era una persona demasiado divertida. Nunca podía estar callada y al hacer un transcurso de aproximadamente 40 minutos la universidad a su casa a las nueve de la noche en un autobús prácticamente vacío a excepción de ellos y una que otra persona, tenerla era una bendición.

Esa noche habían comprado algunas golosinas para ir degustando en el camino mientras Somi le contaba como su amiga Pinky se cayó enfrente de todos. Su autobús llegó y Jongin seguía riendo por las ocurrencias de su amiga. La chica lo dejó subirse primero porque "Jonginnie, llevas las bolsas con el tesoro ve a sentarte antes de que se caigan mientras yo pago" así que Jongin subió primero y se fue corriendo hasta los asientos del fondo, su lugar de siempre.

La chica lo acompañó poco después y emprendieron la marcha a su hogar disfrutando sus golosinas... hasta que él subió.

Cuando el autobús se detuvo para dar paso a un nuevo pasajero Jongin se perdió de lo que sea que Somi estuviera contando por verlo. Vestido de manera casual, piel lechosa, rasgos finos y unos labios hermosos conformaban al más precioso ser que pudo conocer, pero eso no fue lo que atrajo su atención, sino las emociones que reflejaba en sus ojos.

Parecía que el chico sonreía sin sonreír, pues sus ojos se encargaban de demostrar la felicidad que su boca ocultaba. Sentía que su amiga seguía parloteando, pero solo era un ruido bajo, como una música de fondo que se detuvo cuando el chico posó sus ojos en él.

Jongin sabía que era un cliché, pero el tiempo se detuvo cuando sus miradas se encontraron y todo se desvaneció a su alrededor... hasta que unos dedos chasqueando interrumpieron su momento.

— Jonginnie, ¿Me estás escuchando?

— Sí... — A regañadientes quitó su vista del muchacho y volvió la atención a su amiga — ¿Qué Pinky que?

Somi rodó los ojos y le dio un golpe en el hombro con una barra de chocolate.

— Ya no te estaba hablando de Pinky, sino de Hayi, pero bueno, te perdiste la historia por distraerte con el chico de corte de honguito, lo entiendo.

Jongin abrió los ojos ante las palabras de su amiga pero luego sonrió antes de devolverle el golpe.

— ¿No es guapo? — comentó viéndolo de reojo y hablando en voz baja.

— Jonginnie, ¿Cuántas veces te he dicho que soy asexual?

— Que seas asexual no te priva de disfrutar la perfección cuando la ves.

— Soy asexual, no ciega.

Ambos rieron y dieron por zanjado el tema... al menos Somi, pues Jongin seguía al pendiente del chico quien estuvo pasando su dedo índice en la ventana trazando líneas que parecían incoherentes por el resto del camino hasta que se bajó del autobús una estación antes que la de su amiga.

Para cuando Somi había llegado a su destino, las golosinas habían desaparecido, y la chica casi se golpea por no guardarle algo a su hermana.

"No me va a abrir si no le llevo algo" había dicho antes de despedirse y bajarse del autobús dejando a Jongin solo perdido en sus pensamientos que giraban en torno a un chico precioso con unos ojos alegres.

El chico de los ojos tristes [Kaisoo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora