Primero

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Le envié una carta al jefe de policía en la cual le pedí una cita en el Tower Café, era de un viejo conocido por el señor Cornelio el dueño y señor de la mafia neoyorkina, mi conocido le llamaban Carlo, y estaba ahí por sí las cosas se tornaban peliagudas.

El hombre aun no llegaba, ya eran las 18:30 y no aparecía aunque la cita haya sido a las 16:00. Por fin después de una larga espera, el tipo decidió asomarse por la puerta, era un sujeto alto robusto de tez rugosa, se acercó a mí, no lo dudó, pues ya nos habíamos visto en más de una ocasión, pero nunca con tales formalidades, nos tomamos de la mano en forma de saludo, recuerdo la fuerza con que me sujetó y de la alegría de su rostro al saludarnos, le dije:

- Buenas noches – en un tonpo de burlesco, a lo que contestó.

- Buenas noches, disculpe la tardanza es que me surgió un problema en la central...

- No se preocupe, mi don, ya supondrá para que es esta cita ¿No? - dije seguro.

- Pues será que no – dijo sarcásticamente - ¿me podría decir?

- Bueno, como le escribí en la carta este es un encuentro importante. Pues con mi retirada del negocio he decidido contarle lo que sé.

Yo solía ser un taxista de la ciudad, pero más que eso era una persona como cualquier otra, y aunque las deudas me aquejaban no hacía nada más, ya que mi trabajo me tomaba todo el día. Pero una noche, para ese entonces "tranquila", me vi envuelto por el crimen.

- En ese momento fumaba tranquilamente un cigarro en una calle cualquiera, cuando de pronto escuche un bullicio a la vuelta de la esquina lo cual me tomó por sorpresa. Era algo así como una persecución a gran velocidad, entonces el auto de mis nuevos pasajeros se estrelló y quedo varado, fue ahí cuando se bajaron y me apuntaron con un revolver, quedé atónito, luego dijo.

No halle otra opción más que hacerles caso, encendi el auto para arrancarlo diciendo:

- ¿Hacia dónde? - con miedo, a lo que respondió el otro.

- A donde sea, pero que sea rápido.

Pise a fondo. El taxi no era la gran cosa, a penas servía para el trabajo, no era algo así como para huir de la muerte. Pero más que mis nuevos pasajeros me asustaban los perseguidores que nos disparaban.

Cuando al fin nos dejaron de perseguir, me preguntaron por mi nombre, y les dije Henry Di' Praco. Luego de un largo silencio me dijeron que la Bar Vitrubio. Al llegar me dijo el de mi lado que esperara, y se bajaron los dos para dirigirse a aquel lugar tan familiar. Espere unos diez minutos hasta que llego a mi lado y dijo:

- Vi ringratzio molto amico, mi nombre es Viccienzo, y el don te envía esto y sus mayores gracias, y nunca olvides que don Cornelio siempre recuerda quien le ha hecho algún favor - dijo sonriente.

- Emm... gracias – sin saber que decir.

Él extendió su mano y yo le correspondí con duda. Luego de esto me dirigí a mi piso en Times Square, sin haber contado el dinero que recibí de aquella carrera tan peculiar. Al llegar me baje de mi taxi y subí a mi triste departamento, la puerta tenia dañada aquella vieja cerradura, rematando con que de solo abrirla crujían esas desgastadas bisagras, al entrar en la lúgubre habitación, luego de dejar mi abrigo me dispuse a prepararme un café. Después de beber un trago de aquel café amargo, decidí abrir el sobre, y al abrirlo me sorprendí de tal forma que solté mi pocillo, y al caer, el sonido del mismo me despertó de mi sorpresa, al ver esta cantidad de dinero que recibí.

A la mañana siguiente estaba más que dispuesto a salir a trabajar, así que me vestí y sin desayunar siquiera, salí con todo el orgullo del mundo, tomé mi taxi y lo encendí para el trabajo. Después de varias carreras me tomé un breve descaso mientras me fumaba un cigarro, para luego ser agredido por dos sujetos, que me resultaron muy familiares, y claro eran los dos hombres que nos persiguieron la noche anterior, en ese momento me vi en la obligación de salir de ahí a prisa, entonces uno de ellos me persiguió y el otro se quedó destruyendo mi vehículo. Mientras corría vino a mí el recuerdo de aquel bar de don Cornelio Vitrubio que estaba a solo unas cuadras, así que me dirigí hasta allí, ya que me debía el favor. Apenas entre los maleantes me buscaron entre los ventanales, pero no me encontraron así que dije:

- Fiuj... que suerte, emm ¿dónde está el don?- pregunte.

- ¿Quién lo pregunta? - preguntó el cantinero.

- Un amigo al que le debe un favor - dije con mucha seguridad.

- Oh disculpe, está en el salón. Por esta puerta por favor – dijo él apenado

Seguí por aquella puerta, para encontrarme con que estaban en una reunión, me sentí muy afligido en esta situación y retrocedí, con la desgracia de chocar con la puerta provocando el crujido de esta. Todos me clavaron sus miradas y me dijo el don:

- ¿Y tú eres? – me quede anonadado, a lo que otro dijo:

- ¡ohhh! Pero si es Henry, il mio più caro amico – y yo ya me sentí como en casa.

- Volentieri incontra don Vitrubio, me llamo Henry Di' Praco. Dije y extendí mi mano, pero él se paró para darme un abrazo.

- Stavamo asperantto Henry, ya eres como de la casa – dijo sonriente.

- Muchas gracias por el pago de ayer, mi don – dije yo

- Nessuna à, ya te dije, eres de la familia y de nada lo valió – dijo alegre – toma asiento y hablamos.

- Gracias, pero solo venia para...

- No, no, no nada de eso te propongo algo – me interrumpió.

- Si, ¿diga? – pregunte nervioso.

- Que formes parte de esta familia – dijo.

- ¿Vale? – dije asustado.

- ¿A qué le temes? – pregunto.

- A su trabajo – dije con miedo a recibir un tiro, mientras él reía.

- No te preocupes chico – dijo riendo – te explicare.

Después de esto el Don se despidió de mí. Luego de esto dos hombres se acercaron a mí diciendo que me levantara, y me llevaron a un cuarto donde curiosamente me esperaba un traje negro, muy fino que incluía una corbata roja, me dejaron en el cuarto y me dijeron:

- He aquí tu traje, el Don lo encargo específicamente para ti – y cerraron la puerta

- Gracias... - fue lo único que alcance a decir antes de que cerraran.

Al ver aquel traje quede anonadado, no sabía si al probármelo lo dañaría. Pero al tenerlo entre mis mano me surgió una pregunta muy lógica ¿me quedara bien?, pues el don nunca antes me había visto, era imposible que me quedara, y al probármelo me quedo perfecto, entonces preocupado dude el con quien estaba tratando. Salí asustado, pero el Don me esperaba alegre, y me contagio su alegría cuando dijo:

- Te ves excelente, pero quítate esa boina no sale con el traje.

- Gracias – dije mientras me retiraba esa boina.

El Don comenzó a explicarme, y en esencia parecía muy simple pues era la rutina, sin embargo, vaya sorpresa que me lleve.


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