Magia gemela

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Albus habia intentado por todos los medios no volver a tocar a Scorpius. Tarea muy ardua cuando se considera que todos sus poros lloraban por hacerlo.
Habian pasado casi tres semanas desde esa mañana en la enfermería y luego de mucho meditarlo y racionalizarlo, Albus, decidió que seguir tocando a Scorpius, aunque fuera minimamente, lo volveria loco. Habia comprendido que debia evitar volver a sentir esa corriente electrica, esa conección, esa explosión de sentidos que habia comenzado luego del beso.
Y es que alli se hallaba el problema. Antes del beso Albus podia estar alrededor de Scorpius y pretender que no se moria por abrazarlo, besarlo y no dejarlo ir jamás. Antes, cuando lo tocaba, no sentia como si su alma se asomara hasta la superficie y dejara los bordes de su piel sencibles y bibrantes. Ese beso le habia arruinado la vida. Él antes estaba bien, no era feliz, pero estaba bien. Ahora guardaba una lista mental de razones por las que no tomar a Scorpius por los hombros y rogarle que lo ame. Ahora su corazon latía tan rapido cuando Scorpius estaba cerca que había pensado pedirle a la enfermera que le diera alguna pasión por posible ataque cardiaco.
Estaba preocupado, agotado y confundido. Lo que les había pasado no era normal, estaba seguro de eso. Scorpius le habia dicho que la magia también le habia fallado cuando estuvieron peleados y que la señora Pomfrey habia asegurado que era imposible quedarse sin magia. Pero es que así se habia sentido, como si estuvieran secos, vacios.
Tal vez fue un problema de control, habian pensado una noche, como cuando eran pequeños y se enfadaban, su magia escapaba y generaba algun desastre. Tal vez... tal vez al sentirse tan tristes la magia reaccionó así... ¿Desapareciendo? Sonaba incorrecto, pero era la mejor respuesta que se les habia ocurrido. Ninguno habia encontrado nada parecido hasta el momento en la biblioteca por lo que habian decidido tomar esa respuesta y concluir con el tema.
O eso había hecho Scorpius, Albus no habia podido superarlo ni por un segundo. Estaba intrigadisimo y seguro de que habia algo más detras de toda esa ausencia temporal de magia. Cada noche se paseaba por la biblioteca buscando y buscando, incluso habia entrado a la sección prohibida para ver si hallaba algo, sin exito. No era de extrañarse porque eso no se sentía como magia negra, mas bien todo lo contrario, se sentia como lo mas puro y luminoso que pudiera existir.

"Rose... lo siento. De verdad."

Albus se detuvo en medio del pasillo, una columna de libros a cada lado. La voz de Scorpius se escuchaba desde el otro lado de la estanteria que Albus tenia a la derecha. Se acercó con cuidado de no hacer ruido y pegó la oreja a un montón de libros apilados.

"Hay otra persona. ¿Verdad?" Rose se oia tranquila, aunque un murmullo de tristeza hacia eco en sus palabras.

"Lo siento." Rogó la voz de Scorpius.

"No tienes porque. No es culpa tuya no amarme. Tampoco mia... o eso creo. ¿Acaso hice algo?"

"¡No! No... Tu eres brillante. Yo... creo que confundí mi admiración por ti con amor... No... No es tu culpa, es mia."

Se quedaron en silencio por unos instantes. Albus se dio cuanta que estaba conteniendo la respiracion y suspiró, no sabiendo como sentirse con lo que acababa de escuchar.

"¿Puedo pedirte algo?" Oyó decir a Rose.

"¡Si! Si, claro. Lo que sea."

"Sigamos siendo amigos... me acostumbre a tenerte cerca."

"Claro." Albus podía percibir la sonrisa que debia tener Scorpius en ese momento, por el timbre de esa simple palabra. "Me encantaría"

Albus se separó de la biblioteca lentamente.

"¿Qué haces Severus?"

El moreno dio un salto por la sorpresa, chocando con la estantería y tirando varios libros. Al levantar la cabeza para buscar a su atacante se encontró con la sonrisa gatuna de su hermano mayor.

Un alma dividida en dosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora