𝘓𝘰 𝘩𝘪𝘤𝘦 𝘱𝘰𝘳 𝘢𝘮𝘰𝘳, 𝘖𝘭𝘪𝘷.

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Oliv era mi novia, la más dulce chica que pueda existir. No era como cualquier otra; su presencia atrapaba a más de uno. Teníamos tiempo juntos, casi dos años a su lado. Pasábamos el rato acudiendo a lugares entretenidos: museos, cines, zoológicos, teatros, todo era normal en nuestra vida.

Estudiábamos en el mismo campus, por lo que sobra decir que la veía todos los días, incluso teníamos clases de medicina juntos. Con dos años por cumplir, era más que bien recibido en su casa por su familia; había días en que por la universidad me iba a su casa a dormir y me sentía como en la mía.

Como podrás darte cuenta, todo era normal. Pero hay algo que puede hacerte perder la razón, algo que toda persona en determinado momento necesita, y que si no lo obtienes cuando quieres, causa serios problemas. Me refiero al sexo.

Nunca lo había hecho con mi novia, pues ella aún era virgen y según lo platicamos, quería llegar así al matrimonio. Pero seamos sinceros, esa forma de pensar era egoísta; ¿que había sobre mí? Yo también tenía necesidades, quería expresar el mayor sentimiento de amor entre una pareja, pero ella no lo veía así. Vaya decepción.

No podía dejar de pensar en mis amigos y lo felices que eran, pues ellos tenían una vida sexual activa, mientras que yo tenía que recurrir a la autosatisfacción, era el colmo. Cada día un sentimiento se desataba dentro de mí, eran unas ganas inmensas de poseer a Oliv, de hacerla mía y desquitar la furia que crecía en mí por no poder llevarla a la cama.

Entonces comencé a idear un plan, si ella no quería entregarme su virginidad, tendría que quitársela a costa de lo que fuera. Estaba desquiciado por hacerla mía, y mi desenfreno no lo podía controlar, ya no pensaba con razón y sólo tenía una idea en la mente: violar a mi novia.

Dentro de mi incontrolable deseo de satisfacer mi más bajo instinto, pensé con claridad lo que sucedería después; era obvio que me denunciaría, pues novio o no, la habría mancillar. No podía dejar que eso pasara, no cuando uno tiene una vida por delante, un futuro prometedor. Mi vida no podía terminar tras una prisión, y aunque evadiera la justicia, habría una mancha en mi historial, poniendo en riesgo mi carrera. Así que debía deshacerme de ella después de someterla a mí. La extrañaría, pero bueno, sería culpa de ella por no darme lo que ansiaba desde hace mucho tiempo.

Fue algo simple, no necesité de mucho más que de una cuerda y una mente torcida que clamaba por sentir toda esa euforia durante el sexo. Como cada viernes mi casa estaría sola, debido a que mi padre, un médico respetable y con un poco de renombre, trabajaba por las noches. La invité a quedarse en mi casa, no era nada extraño que se quedara conmigo dichos días.

Llegamos poco después de las 10 p.m. Estábamos cansados, había sido un día agotador. No podía dejar de pensar en que por fin sería mía, y eso me devolvía el ánimo y las fuerzas.

Se recostó en mi cama y yo tras de ella. Siendo cualquier otro día, le daría un beso de despedida y me iría a otra habitación; pero éste sería diferente. La abracé y besé su cuello, estaba cansada pero reaccionó a mi gesto y me dio un beso. Tocaba su cuerpo con desesperación, lo cual notó y pidió que fuera más lento.

Para ese entonces mi lucidez se había ido, y con la poca claridez que aún tenía, comencé a desarrollar mi plan.

-Juguemos un poco- mi estrategia era sencilla.

-¿A qué quieres jugar?- su mirar era relajado, no esperaba nada fuera de lo común.

-Te ataré con una cuerda y fingiremos que es un secuestro-mencioné con un evidente gesto de burla.

-Supongo que es otro de tus locos planes para hacer la relación más interesante- su seño se frunció antes de contestar, fue bastante claro que le consternaron mis palabras, no esperaba esa respuesta de mi parte.

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⏰ Última actualización: Aug 05, 2020 ⏰

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Lo hice por amor, OlivDonde viven las historias. Descúbrelo ahora