21 de Julio de 1991

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21 de Julio de 1991

ANDREA

Julián tenía razón. Mi abuela ha intentado matarme, se ha abalanzado sobre mí en plena noche. Al gritar, el padre Lafcadio ha aparecido de la nada, me ha tranquilizado llevándosela a otra habitación sin darme explicaciones.

Al cerrar la puerta tras él, he observado a mi madre, ¿también sería capaz? ¿Después de todo lo que había hecho por ella?

-          Andrea... - me ha llamado.- Te quiero, hija, te quiero... - me ha dicho llorando.

Al acercarme, vi que dormía.

He cogido su mano helada. Su piel está descolorida, tan blanca  como la de la abuela, como la del padre de Julián... Quisiera despertar de esta pesadilla.

A la mañana siguiente, cuando llegué al comedor para el desayuno, no había nadie, excepto el padre Lafcadio.

Me ha mirado astutamente y con malignidad.

-          ¿Y tu amigo Julián? Hace mucho que no le veo.

Pensé la respuesta. Estaba segura de que lo preguntaría tarde o temprano.

-          No lo sé, yo tampoco le veo ahora. Últimamente su padre estaba muy mal y no quería abandonarle ni un segundo.

-          Pues lo ha hecho.- Me dijo con su mirada tan fija en mí que la sentía como si me atravesaran con el filo de un cuchillo.

-          ¿Qué quiere decir?.- Le pregunté haciéndome la sorprendida.

El padre Lafcadio pareció tragárselo, puesto que cambió de tema, y hubiese deseado que no lo hiciera.

-          Deberías tomar tu sopa, si no lo haces, puedes morir antes de lo que crees.

Se levantó y desapareció.

¿Qué significaba eso? “... es la comida de siempre, todos la toman, menos tú y yo... ¿no te das cuenta, Andrea?” Julián...

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