17 de Agosto de 1991

8K 52 2
                                    

17 de Agosto de 1991

ANDREA

¡Es terrible! No puede ser cierto lo que la abuela me ha dicho, ¡No puede ser! ¡Oh, Dios! ¡Todo fue culpa de madre! ¡La odio, la odio!

La abuela me ha contado la verdad, el porqué del llanto de madre. Se me atraganta las palabras incluso antes de salir de mi boca. Fue ella, fue ella la que preparó aquello; madre sabía que el coche tenía roto los frenos... ¡quería asesinar a padre!

Ahora entiendo porque no quería coger el coche durante esa temporada. Tenía un amante, si mataba a padre se quedaría con su dinero, pero se peleó con su adorado; y al volver todo a su cauce, mi padre y yo tuvimos el fortuito accidente. Por lo que, si hubiese habido camión o no, nos habríamos matado... todo estaba planeado. Entonces... ¿Por qué beber para olvidar? Se arrepintió de lo que hizo, según la abuela, se dio cuenta de que lo amaba, pero alguien debería haber muerto, y yo, estaba viva.

Es angustioso saber que no le importas nada a tu madre. He luchado para nada...

Inspiro mis lágrimas sin éxito, no puedo soportarlo. Sin embargo, la miro y siento que la quiero... y al mismo tiempo... ¡la odio!

La abuela no ha vuelto a hablar más, se ha sumido en su interminable letargo, no sin antes hacerle prometer que perdone a mi madre. He tenido que hacerlo, aunque en el fondo de mi alma no quisiera haberlo hecho.

Pero como ya dije, es mi madre, mi familia, y la quiero.

Julián ha encontrado una salida, al menos eso me ha dicho. Ahora le veos menos, apenas sale de la habitación donde se halla con su padre. Seguramente, su querido, esté peor.

Quiero olvidar esto, tengo que hacerlo, porque sino lo consigo, nunca podré mirar a madre a la cara. Y eso, sería mucho más doloroso, puesto que es la persona por la que yo daría mi vida.

JULIAN

Mi padre está atado a la cama, sí, atado. Lo he amarrado yo. No me reconoce y ya no busca el brebaje, busca carne, carne humana.

Su corazón no palpita, su piel está fría y cadavérica, es un muerto viviente. Un horror.

No puedo aceptar que ese sea mi padre, ¡no puede serlo! ¡Mi padre nunca me haría daño! ¡Nunca me mataría como lo ha intentado hacer! ¡Nunca!

Ahora duerme, duerme, siempre duerme. Pero cuando llega la noche... despierta y mira a su alrededor como un lobo hambriento, y sus ojos se posan con tal fiereza en mí que me hacen estremecer hasta la médula.

He encontrado una salida. Ése no es mi padre, ¡no lo es! Y debo obedecer al que era, tengo que marcharme de aquí. Pero no quiero dejar sola a Andrea.

Hoy estaba muy deprimida e intranquila, supongo que se debe a algo de su abuela. Según ella, ha hablado y por última vez. Igual que mi padre lo hizo.

He de prevenirla, puede estar en peligro.

El monasterioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora