El Pueblo

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Ya era de noche, estaba oscuro y yo estaba como un animal en su hábitat después de haber estado en una jaula por mucho tiempo; me había acostumbrado tanto a la oscuridad del sótano, que ya no me sentía cómoda con la luz del día.

Lo que había quedado del día pasé tratando de alcanzar la maldita percha sin lograr no más que darme por vencida. La única forma de alcanzarla era quitarme las cadenas, pero como si el alambre que servía de llave estaba fuera de mi alcance.

Ya estaba cansada lo que necesitaba era dormir un rato para salir de éste mundo que me tenía prisionera e ir a mi mundo, donde no había sufrimiento, era libre y feliz: mi imaginación.

Me acosté en la cama para sentirla. Era tan suave, acogedora y calentita. Imaginándome que estaba en mi casa... No, corrijo, en mi hogar. No era la casa del tío Greg, era Mi casa que después de tanto esfuerzo pude comprar y que finalmente había cumplido todos mis sueños y anhelos (en el futuro); con ése pensamiento mis ojos se cerraron para dejarme caer en un profundo sueño.

Estoy como en tercera persona y me veo a mi con otra ropa puesta: unos shorts verdes y una camisa blanca floja-larga que tapaba un poco los shorts y unas vans grises que combinan con mis ojos. Estoy en un pasillo de una casa vieja de madera, pero yo conocía ese pasillo lo vi por primera vez esta mañana: estoy todavía en la casa Janeth, donde estaba secuestrada. Estoy corriendo silenciosamente por el pasillo hasta llegar a la cocina donde hay una puerta de salida, pero todo va como en cámara lenta y la vista es borrosa, así que no veo el rostro de la persona que está atrás mío y mi yo no se da cuenta. Trato de gritarme a la otra yo, que hay alguien atrás con una pala en la mano, sin embargo mi voz no sale, me desespero y grito más fuerte pero no se oye nada.

Veo a la persona que le pega a mi yo dejandola inconsciente y a pesar de que es de mi estatura se ve que es muy fuerte ya que me echa al hombro desmayada y me lleva adentro. Pero antes de caminar directo al pasillo, para y se vuelve hacia mí, sé que me está viendo, viene a mi, pero yo no corro, espero a cual va a ser siguiente acción. Me doy cuenta de porque no puedo verle la cara tiene un pasamontañas cubriendo todo su rostro y solo sus ojos estan descubiertos y se me hacen vagamente familiares pero igual que todo están borrosos. Él se acerca tanto a mí que me sorprende pero solo me llega a decir:

- Despieta _____, despierta- su tono de voz es grave muy grave, hasta dan escalofríos.- Despierta _____.- insiste. Como carajos sabe mi nombre.

Abro los ojos y oigo lo mismo - ¡Despieta _____, despierta!- está vez hay unos ojos verdes dulces y muy abiertos insistiendo en que despierte.

Me restriego los ojos y corto el bostezo porque no me gusta bostezar cuando hay personas viéndome (seamos sinceros casi nadie se vé lindo bostezando).

-Bueno, hay otras forma de despertar, sólo usas esa, debes cambiar¿no lo crees?.

- Perdóname,- dijo sarcástico- yo comencé dulce y suave pero no te despertabas, entonces no tuve más remedio que agitarte y gritarte.

- Jajajaja...- la manera en que lo dijo fue infantil e inmadura.- Ok, lo lograste. ¿Ahora que quieres?.

- Desayunemos.

- Mmm... -todavía seguía adormecida.

- También hay que hablar sobre algo, Janeth te explicará.- serio.

- ¿De qué?.- dije extrañada.

- Ella me dió permiso de quitar las cadenas para ir a la cocina.

- En serio- dije sarcástica- ¡O por Dios! ¡Gracias Gran Janeth eres tan misericordiosa! ¡ALAVADA SEAS!

- Cállate, que si te oye estás frita.- eso me importaba poco pero no quería empezar el día peleando con Harry, así que opté por mantenerme en silencio hasta llegar a la cocina.

Síndrome de EstocolmoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora