Por milésima vez, Amy cantaba “Rolling in the Deep” en mi departamento, los vecinos odiaban el comienzo de los fin de semanas, estaban en lo cierto que mi mejor amiga vendría a fastidiarlos con su voz de ardilla creyéndose con seguridad que padecía el mismo tono de Adele, digamos que se parece más a la de un ratón, esperen ¿lo animales no cantan, verdad? En fin, llegó el inesperado nocturno viernes y me preparaba para ir a trabajar al bar. Amy, además de ser mi confidente, es mi compañera de tercer año de fotografía y compañera de trabajo. Su estatura de un metro setenta y cinco, su platinado cabello natural, en conjunto a su esbelta figura, lograba que el público masculino bebiera más de la cuenta, olvidando la capacidad de sus billeteras. Amy había ganado seis meses consecutivos como la mejor empleada del bar, todos éramos conscientes que el galardón le pertenecía.
Finalmente, decidió apagar el reproductor de música al momento de ver su reloj de mano, la hora marcaba las nueve en punto, solo faltaban treinta minutos para vivir otra noche.
— Estoy lista — comenté.
Amy río ante mi comentario y negó con la cabeza.
— ¡Estás horrible, Gabbie! Espantarás a la clientela — sacudió mi cabello. Tomó de mi mano hasta la habitación, mientras liberaba cientos de protestas, ella con una sonrisa dibujada en su rostro, eligió un conjunto para ir a trabajar. Simplemente, Amy era la reina de la moda, y yo la reina del desastre.
Suspiré, por consiguiente decidí ir por las buenas y vestí unos jeans negros ajustado con una blusa azul que notaba el detalle de mis pechos. Me era bastante incomoda pero no había tiempo para más cambios.
— Una mujer siempre debe lucir hermosa. Tú lo eres y vistes horrible. No sé qué haré contigo.
— ¿Comenzarás nuevamente con las clases de moda y de autoestima? —caminé hacia la puerta— No hay tiempo para eso. Vamos, nos quedan diez minutos, yo conduciré — guiñé mi ojo derecho.
El bar quedaba a tan solo cinco minutos desde mi departamento, siempre acostumbro en caminar pero debido al ajuste de tiempo que teníamos para el viaje, era imposible llegar a la hora.
Bajamos del auto y Amy sonrió al observar la entrada del bar. ¡Estaba super hiper mega repleto! Hoy habría más trabajo de costumbre y yo por una vez más, no entendías las razones del porqué había tanta aglomeración.
— Nena, hoy habrá mucha acción — dijo sonriendo. Ella amaba este ambiente. Yo sólo quería irme. Lo sé, tengo un cuerpo de veinte años pero pienso como cualquier mujer amargada de noventa.
Ingresamos al bar, tomamos nuestros puestos detrás de la mesa de bar, estaba agradecida de que hubiera espacio, ya que en el público no entrada ni una sola hormiga. Amy fue en busca de más licor para preparar, mientras que Dave, hacía su labor de barman. Él era un chico bastante dulce. A pesar de la mayoría de nuestra clientela es masculina, existen mujeres que desean los encantos de Dave y vienen todos los fin de semanas. Cuentan las malas lenguas que más de una ha estado enredada en sus sábanas. Bueno, Amy grabó esos momentos para que yo lo creyera. Es algo psícopata, pero la amo.
— Te queda de maravilla esa blusa, Gab —dijo Dave al tomar de mi cintura para besar mi mejilla— Si fueras una cliente, te habría atendido con gusto — sonrió luciendo sus blancos dientes.
— Eres una mujeriego — bromeé.
— Decir la verdad no es signo de ser mujeriego ¿no?
— Siempre halagas a Gabrielle y a mí nunca me das un cumplido, eres un patán de cuarta — gruñó Amy al soltar la caja de botellas en el mesón. Dave rápidamente besó su mejilla y acarició su largo cabello. Ellos se gustaban, pero Amy no lo quería aceptar porque todas las noches sabía de alguna aventura salvaje por parte de Dave con las mujeres del bar.
Me retiré, no tenía las intenciones ni las ganas de observar su coqueteo. La verdad, me daba curiosidad saber lo que es un beso, pero es algo que no quiero hablar en estos momentos, quizás más adelante.
Comencé a servir los pedidos, y cada vez se hacía menos pesado el trabajo. Hasta ahora todo parecía tranquilo, claro si era temprano y aun nadie ha bebido más de la cuenta. Observé a mi alrededor y seguía sin comprender de la causa de tanto público en el bar, y mi ampolleta se alumbró ¡Hoy es el aniversario de “The House”! Había olvidado por completo que hace tres años, Scott Conelly había firmado la compra del bar. Scott era un hombre joven, de unos treinta y cuatro años, muy apuesto, era un empresario de categoría y se apropió de este negocio para dar trabajo a todos los que necesitan mantener sus estudios, por eso es que el personal del bar es solamente gente joven.
Mientras mi cabeza daba vuelta el recuerdo, Amy grita mi nombre para una junta detrás del mesón con todos del personal, más nuestro jefe, Conelly.
Apresuré mis pasos y sin percatarme, choqué con un chico, estatura de casi un metro ochenta, su cabello enrulado color castaño con algunos mechones dorados, sus ojos verdes intensos tenían una mirada fría que parecía asustar. Alejé mis manos de su espalda encogiendo mis hombros y con dificultad, dije:
— Lo siento — articulé, pero antes de recibir una respuesta, escapé. Corrí hacia la concurrencia y Scott me sonrió.
— Buenas noches, Gabrielle.
— ¿Ah? Si, buenas noches señor Conelly, disculpe por la demora, solo que estaba ateniendo y no podía… — interrumpió mi exagerada excusa.
— Está bien, está bien. No te preocupes.
Amy me dio una codazo pero hice caso omiso a su llamado de atención. Todos eran conocedores de mis ataques de nerviosismo cuando me encuentro en una situación complicada. Creo que es lo único que he heredado de mi padre, gracias al más allá que ha sido lo único.
— Bien chicos, hoy estamos de aniversario, y por ello quiero que la atención sea de calidad —sonrió— El protocolo del bar ustedes ya están al tanto, solo queda mencionar que a partir de la medianoche, comenzará barra abierta y… Gabbie, necesito que te encargues de la atención de Harry Styles.
Mi garganta se secó al escuchar su nombre, ¿se refería al mismo Harry Styles que creo conocer?
— ¿Puedes hacerlo? —preguntó Scott por tercera vez— ¿Gabrielle, estás bien?
— No se preocupes, ella lo hará — agradecida de Amy que había respondido por mí.
Giré sobre mis talones y mi amiga tomó de mi brazo, nos dirigimos al baño de los auxiliares, nos miramos y al unísono gritamos.
— Dave me dijo que Harry vendría con su banda de rock a tocar por la inauguración, ¡esta es tu oportunidad, amiga! — chilló emocionada.
— Olvídalo, Am. Solo haré mi trabajo — dije amargada. Sabía que no iba a resultar.

ESTÁS LEYENDO
Al límite del fuego.
Fanfiction"Probé muchas cosas en la vida, intentando buscar emociones que pudieran sacarme de una rutina que me estaba asfixiando. Y ciertamente viví con emoción, pero también aprendí que no se puede dar marcha atrás. Nunca fui verdaderamente consciente de qu...