El ir y venir de mujeres en diminutos trajes de baño ya le tenía mareado. Por no decir cansado, hastiado, fastidiado.
Tetas bien pronunciadas, culos bien torneados y cintura exquisita era lo que veía Kanon.
Mientras que él solo veía mujeres comunes y corrientes. Bonitas, si. Pero sólo eso. Mujeres que no le llamaban la atención.
Volteo hacia su gemelo, que no dejaba de contemplar embelesado cuanta figura femenina, digna de su atención, se le pusiese enfrente. De tanto en tanto soltaba uno que otro piropo, otras las miraba con lujuria o un silbido sugerente. Que a veces eran apreciados, otras no tanto.
Con un simple "Estúpido mocoso" quedaba claro.
Tenían apenas quince años, acabados de cumplir hace unos pocos meses. Obviamente aún eran unos "mocositos" en la convivencia con el sexo opuesto, aunque Kanon quisiese demostrar lo contrario firleteando con cualquier señorita.
A los ojos de los demás si eran niños, aunque para sí mismo no lo eran. Ya estaban grandes y debían hacer cosas de grandes. Como bien decía Kanon una y otra vez. Lo repetía como un credo que tenía grabado a fuego en su mente.
Saga se consideraba grande, pero no en los prospectos que veía Kanon. Saga, a pesar de tener quince años, tenía pensamientos más claros y adultos.
Quizá tuviese que ver en qué nació primero que Kanon. No lo sabía.
Lo único que sabía, y que no dudaba por nada, era que eso que tanto elogiaba Kanon. Eso por lo que su gemelo babeaba como perro, no le atraía.
Más claro que el agua. Las mujeres no le gustaban. Para nada.
Ya tenía tiempo que se había dado cuenta de sus preferencias. Los hombres le atraían, y mucho. ¿Enfermo? No, él no lo veía así .
Para el peliazul era normal excitarse con la visión de un chico. Demasiado normal. Aunque había momentos en los que le daba miedo, por el que dirán.
Por el miedo al rechazo y la incomprensión.
Aunque bien sabia que la gente hablaba, fuese cual fuese la razón. Hablaba sin importarle herir a los demás.
Pero había algo que le daba más miedo.
Su familia. Si le contaba a su familia, ¿como reaccionarían? ¿que le dirían? ¿lo aceptarían? ¿le darían la espalda? ¿que harían?
Sin pensarlo, llevó su mirada hacia donde se encontraban sus padres, lejos del bullicio de la gente que paseaba a lo largo de la playa, contemplado el bello atardecer que les abrazaba.
Lo decidió en un latido de corazón: No les diría. Por más que quisiese compartir su mayor secreto con ellos.
Suspiro con frustración, recogiendo sus rodillas hacía su pecho, ganándose una mirada de refilón por parte de Kanon.
El menor por solo siete minutos arqueó una ceja al ver el ánimo de Saga. No es que su gemelo fuese una luz de felicidad eterna, pero algo en su semblante entristecido le llamó la atención en un parpadeo.
– Ey..– le llamó, dándole un ligero e inofensivo codazo– ¿Qué te pasa?
Saga alzó su verde mirada, hasta perderla en los orbes idénticos de su igual. Suspiro y volvió la vista al frente para perderla en el hermoso mar, mordiéndose el labio inferior con nerviosismo.
¿Y si le contaba a Kanon...? Entre ellos no había secretos. Se confiaban de todo.
Armándose de valor, volvió a mirar a su gemelo, que le contemplaba con el rostro ladeado y la mirada brillante de curiosidad.
– Yo...– tragó saliva con dificultad – a mi no me gustan.– informó agachando la mirada al igual que el rostro. Teñido de un saludable rubor.
– ¿Qué no te gusta?– preguntó Kanon, no entiendo a qué se refería su igual.
– Las chicas de aquí.– respondió, sin alzar aún su abochornado rostro.
– A de ser porque tienes un gusto quisquilloso.– replicó el menor, dándole un juguetón codazo.
– No...– le contestó, enterrado su vergüenza muy en el fondo de su ser y encaró a su gemelo– No me gustan las mujeres.– cada palabra la remarcó con un énfasis difícil de ignorar.
– ¿Qué?– Kanon parpadeo, y se irguio como impulsado por un resorte. Y sin darse cuenta, se alejó a un palmo de su mitad, como si tuviese una enfermedad extremadamente contagiosa.
– Ya me escuchaste.– respondió Saga, ignorante de la distancia que Kanon interpuso entre ellos.
Kanon proceso con lentitud cada palabra recién recibida, su cerebro trabajaba a marchas forzadas que incluso parecía a punto de colapsar.
Saga espero, paciente por saber el dictamen final de su hermano. Con la angustia haciéndole un nudo en la garganta y estómago, abrazándose más a sus rodillas con ambas manos. Esperando una respuesta que en cuanto llegó, le hizo añicos lo poco que quedaba de la esperanza que aún residía en él. Le destruyó el alma y el corazón.
Kanon no pensó, ni medito sus palabras. Salieron de su boca como dagas envenenadas directamente al pecho de Saga, arrasando con todo su interior, desangrándole frente a sus ojos.
– ¿Eres marica?– la clara burla, el desdén y el desprecio brotaron cual flores en un campo en esas dos simples palabras.
Y la carcajada burlona que le siguió, fue lo peor.
– No me lo puedo creer...– Kanon sacudió la cabeza enérgicamente – ¿Que tengo un hermano marica...?– rió, repletó de desprecio.
Saga no supo de donde saco fuerzas para alzarse de la arena y mirar a su gemelo desde arriba con furia y con la clara intención de marcharse cuanto antes de ahí, no sin antes pronunciar con amenaza;
– Ni una palabra a mamá o papá.– Kanon no le respondió, pues la risa no le daba tiempo a ello.
Risa que murió en cuanto contempló el rostro de Saga descompuesto por el dolor y la incomprensión.
El mayor de los dos se dio la vuelta, caminando a zancadas lejos de él, con la furia y el dolor hirviendo en su interior.
Fue un estúpido, no debió confiar. No debió.
Con prisas desapareció de ahí, dejando a su paso sus huellas sobre la fina arena, que tarde o temprano serían borradas por las olas del mar, y a su hermano Kanon...
Que se arrepintió de sus palabras y acciones, apenas contempló una lágrima descender por su mejilla.
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Sentimientos
Fiksi PenggemarTodo mundo tiene miedo a lo que es desconocido. Kanon no es la excepción. Teme a lo que siente por su gemelo, sabe que no es normal. ¡Joder que no es normal que desee ser él el que bese esos labios! Personajes de Kurumada. Sobre aviso no hay engaño:...