Era febrero, y ya el calor comenzaba a hacerse notar en la ciudad, aun así, nada tenía que ver el mes con el clima o lo que se iba a suscitar en ese momento con el mes. Las cosas muchas veces, o en su mayoría suceden como no te las esperas, eso parecía ser una de las tantas leyes del universo, que ese día se cumpliría.
—No. No estoy segura, y no pienso dar marcha atrás —Katherine dijo negada a reconocer que tomó una decisión por rebeldía.
Ana Collins, calló con la mirada puesta en la única persona que quería, como si fuera su hija. Recordando como la mujer que ayudaba a vestir y arreglar para su matrimonio, había llegado con apenas dos meses de nacida a esa enorme casa, con aquellos grandes ojos grises y espesas pestañas, la piel pálida y mejillas sonrosadas.
En aquel entonces, supo que de ella dependía en parte, la felicidad de aquella pequeña niña con cabellos de camomila, cuyo destino estuvo regido, por la apatía alguien que era carne de su carne y sangre de su sangre.
A medida que crecía, Katherine, trató de ganarse el amor de Guillermo Deveraux, pero todo intento fue fallido, hasta que, en un modo de responder al injustificado desamor de su padre, se volvió intransigente, rebelde, osada y toda llena de irreverencia con toques soberbios. Mientras que, Anna Collins utilizaba cada momento para acercarlos y cuando estos acababan en fracasos, pues lo justificaba como: cosas de hombres.
—A ellos les es más difícil mostrar sus sentimientos. —Esa había sido una de las tantas razones infaustas que la mujer le dijera.
Que descolocado y absurdo resultaba ese comentario.
—A veces... dudo que me quiera Anna. ¿Sabes que eres esa madre que la vida me quitó? De no ser por ti, no sé cómo sería mi vida —rememoró las palabras de Katherine el día de su cumpleaños número quince.
Ese día había dicho lo único que se le ocurrió, para aliviar el corazón de la joven, más no importaba la cantidad de veces que le dijera, que su padre la amaba, ella no lo creería si aquella frase no venía de su padre. Anna Collins lo sabía. Aquel hombre de aspecto algo frío y sombrío, no era tan afectivo. No obstante, si había algo cierto era el amor que sentía por, Katherine. Ella conocía su secreto.
Y era cierto. Pudo observar en más de una ocasión la devoción con que miraba a su hija cuando era pequeña, sobre todo cuando veía como la sobreprotegía, a veces excedía sus intentos de esconder cuánto la amaba. Pero, ¿por qué no podía demostrarlo? ¿A qué le temía Guillermo Deveraux?
Era un hombre joven, alto y apuesto, de contextura delgada, ojos grises duros como la plata sólida, su carácter no era tan dócil y su hija se parecía mucho más a él de lo que imaginaban, ambos eran tercos, orgullosos e impositivos, era en esos momentos cuando más se parecían y suponía que era lo que los llevaba a enfrentarse siempre.
A sus cuarenta y dos años seguía conservándose muy guapo, se ejercitaba poco, al menos tres veces a la semana con un entrenador particular que iba a domicilio, también había tenido amoríos esporádicos, que terminaban del mismo modo en que empezaban. Esto generó muchas más fricciones en la relación con su hija, sobre todo cuando alguna de ellas era tan fútil, que solo esperaban convertirse en la esposa, dueña y señora no solo de Guillermo sino también de lo que representaba.
Anna Collins, siempre supo que la rebeldía de Katherine, no era más que la respuesta a la actitud un poco mezquina, de su padre al no tomar en cuenta la opinión de su hija, considerando que su vida privada no tenía por qué depender de lo que pareciera o no a su hija.
Cuando se ofreció de niñera e institutriz, de Katherine Deveraux había enviudado un año antes y no creyó posible ser capaz de sentir sentimiento efervescente aflorar en su piel. Ella había amado mucho a su difunto esposo, aunque era joven, solo tenía veintitrés años cuando todo aquello ocurrió. Se había graduado de docente a los veintidós años y aún no ejercía, con lo que vio la oportunidad de comenzar de nuevo, haciéndose cargo de la recién nacida hija de Guillermo Deveraux.
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Bajo el yugo de mi rebeldía Libro1
RomanceCuando Katherine Deveraux, accede por rebeldía a casarse con Daniel Gossec, un mujeriego que va por la vida dejando corazones rotos, cree que ha matado toda posibilidad de conocer el amor que, por derecho universal, todos poseen. Ella solo buscaba u...