Habían pasado ya varios días desde que Katherine y Daniel se casaran, en más de una ocasión ansió llamar a su casa y saber de su padre o hablar con la nana, pero su orgullo siempre prevaleció, no iba a declinar sobre alejarse de su padre, la última conversación que hubo entre ella y Guillermo Deveraux, le permitió dejar en claro que una vez casada ya no tendría nada que ver con él, en ese momento le pareció ver en el rostro de su padre atisbo de dolor y pena, tal vez era posible eso que creyó ver en él, pero como era asiduo, se volteó quitándole la mirada, con su vista dirigida hacia el jardín que quedaba tras la ventana de su estudio.
¿Cómo podía su padre seguir siendo tan frío con ella? ¿Aún no entendía como su estúpido corazón seguía queriéndolo y suplicando por un poco de su cariño?
No se supone que un hijo, deba rogar por amor de parte de su progenitor. Respiró profundo y soltó con suavidad el aliento, conteniendo su dolor y su rabia. En eso siempre había consistido su relación, una constante tira y encoge, entre decir o no decir, repetir las mismas experiencias culminando con rabia, dolor y un amargo sabor en la boca.
Todo estaba tan sereno y tranquilo esa noche, los árboles se mecían trémulos con la brisa de verano aproximándose cautelosa, algún que otro sonido de un animal nocturno se dejaba oír furtivos por los alrededores, pero eso no le impidió el salir al balcón y disfrutar del hermoso firmamento que se desplegaba frente a sus ojos y el horizonte que parecía sumergirse en la oscuridad que ahora parecía infinita.
—Sola... —suspiró antes de continuar murmurando —Sola como tú, Katherine —mordió el interior de su labio inferior.
Tenía una hermosa vista desde su habitación. Levantó la mirada y se concentró en los pequeños puntos brillantes y diminutos que adornaban el cielo esa noche, el inmenso orbe que parecía tan cerca, completa y llena. Esa noche le gustaba, en el campo se podía apreciar mejor la inmensidad del cielo.
Se permitió ver el lado bueno de aquella decisión, no existía la presión por comportarse según los cánones sociales y los impuestos por su padre, claro, que de vez en cuando y de cuando en vez, era algo atrabancada y volátil, eso era algo que no perdería, todavía seguía siendo tan franca, irónica y sarcástica como ha querido o como la ha hecho la vida. De esa vida solo extrañaba a Anna, si bien no contó con una madre, fue todo lo necesario en ese aspecto, el lazo de afecto que compartían las unía de una forma única.
—No quiero volver a escuchar de ti una sola palabra —su voz era fuerte e inflexible y parecía estar conteniéndose.
Katherine salió de sus pensamientos y se percató de que aquella voz era la de Daniel, se inclinó un poco sobre el balcón porque su voz provenía desde abajo. Dudó entre permanecer allí y fingir que no lo estaba oyendo o darle privacidad y encerrarse en su habitación, pero, pudo más su curiosidad.
—No me importa si estás con él o no... lo que hagas o dejes de hacer dejó de importarme. —Repuso—. ¿Qué es lo que no entiendes? No te atrevas a venir.
—¿Venir? ¿Quién va a venir y con quién? —Murmuró ella, algo confusa.
—Si llamaste para saber dónde estoy, ya lo sabes. Ahora sigue con tu vida, alejada de mí. No tenemos nada de qué hablar, lo que debió haberse dicho ya se dijo. Si él viene contigo, ambos saldrán de aquí en menos de lo que se esperen.
¿Con quién estaba hablando para que lo afectara con demasía?
—¿Perdón? —Él se bufó y sonrió con amargura—. ¿Por qué demonios, no te quedaste dónde estabas? Creí que tú y él se llevarían muy bien. Son tal para cual —hubo un breve silencio antes de que él volviera a hablar—. No deberías de estar haciendo esto, maldita sea... Olvídate de mí, tú y yo somos pasado, nada más.
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Bajo el yugo de mi rebeldía Libro1
RomanceCuando Katherine Deveraux, accede por rebeldía a casarse con Daniel Gossec, un mujeriego que va por la vida dejando corazones rotos, cree que ha matado toda posibilidad de conocer el amor que, por derecho universal, todos poseen. Ella solo buscaba u...