Miedos

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—Levántate idiota — un azabache se sentó a un filo de la cama, mirando y observando con detenimiento el rostro del pelinaranja.

El primer día del invierno y ambos jóvenes ya estaban peleando como siempre lo hacían. Habían pasado algo de tiempo desde su llegada a Tokio y lentamente, poco a poco, comenzaron a acostumbrarse de manera que ahora ya eran capaces de realizar muchas cosas que antes no podían; se iban independizando.

— Tobio, no... —fue lo único que alcanzó a decir el muchacho antes de caer vuelta en los brazos de morfeo.

— ¿No? —cuestionó algo molesto— Te recuerdo que es la primera semana del año—soltó un tanto enojado por el comportamiento poco responsable del mayor.

Efectivamente, había transcurrido ya 3 años desde su llegada y al parecer para este par de amigos ese tiempo pasó en un abrir y cerrar de ojos. No obstante aún faltaba la experiencia de ambos como personas totalmente responsables y eso se demostraba todo el tiempo.

— Me levantaré la próxima semana —susurró antes de ser empujado de su cómodo colchón haciendo que cayera directamente al piso — ¡Oye! —gritó molesto y totalmente despierto por la caída.

— Te dije que te levantaras —se defendió al mismo tiempo que se levantaba de la cama — Alístate, vamos a ir a hacer las compras del mes.

— Si mamá ya voy —sonrío en modo de burla para después soltar un bostezo pesado por su repentino despertar.

— Tsk. Solo muévete. — y sin decir más salió de la habitación cerrando la puerta a su paso con un aire de decepción total. Se apoyó a la madera y dejó salir un suspiro cansado — Deja de verme de esa manera... —mencionó para si mismo aquella frase que en los últimos meses había mencionado con tanto esmero.

El pelinaranja se levantó del piso a regañadientes y comenzó a buscar algo de ropa antes de ir a ducharse, optó por escoger algo cálido muy sencillo y rápidamente se metió a la bañera para no hacer esperar más tiempo al azabache. Una vez afuera se alistó, tomó sus cosas y bajó por las escaleras encontrándose al setter admirando aquel ventanal gélido sentado en un mueble y sintió como aquella escena se había repetido hace varios años atrás.

— Tobio... —musitó tratando de que el  más alto no lo escuchara — Kageyama... Tobio. —repitió su nombre con cierta dulzura y sin darse cuenta sonrió por ello.

Observó con detenimiento como el contrario movía sus labios articulando algún tipo de oración que lamentablemente era imposible de escuchar desde su posición, trató de descifrar que era lo que tanto repetía con esfuerzos y sólo pudo diferenciar su nombre. Lanzó una exclamación de alegría al saber que el menor lo mencionaba entre sus pensamientos cosa que hizo alertar al ajeno haciendo que se volteara de manera rápida.

— ¿Cuánto llevas ahí? —preguntó nervioso tratando de que no se notara.

— No mucho —respondió.

— ¿Escuchaste algo? —volvió a cuestionar con el miedo de ser descubierto.

— No, ¿Querías que escuchara algo? —formuló bajando completamente las escaleras mientras esbozaba una sonrisa amable. — Puedes repetirlo si es necesario.

— Para nada, solo son cosas mías —evadió totalmente su pregunta y tomó sus cosas alistándose para salir. —Vámonos.

— Si, seguro —contestó despreocupado.

Sin nada más que decir salió del edificio seguido rápidamente por el pelinaranja, la mente del pequeño estaba sumergida completamente en sus pensamientos teniendo dentro de ella una gran oleada de sentimientos encontrados  y sabía perfectamente el motivo. En el transcurso del camino sentía la gran necesidad de hablarle al azabache sobre las dudas que tenía pero rápidamente aquella idea se esfumaba; el motivo empezó en aquella ventana. ¿Cuántas veces le había pasado ya? ¿Cuántas veces tuvo que oprimir sus deseos de gritar a los cuatro vientos sus dudas, pensamientos, ideales, sus miedos y sentimientos? 

Familia Revoltosa (KageHina)  [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora