Capítulo dos

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Había estacionado el auto en la calle frente a la veterinaria tal como hacía cada vez que iba a recogerla. Llevaba varios minutos sentado ahí dentro, esperando a que su novia dignara en aparecerse y ya comenzaba a desesperarse por su tardanza. Para colmo de sus males el clima estaba en su contra, la temperatura de ese día había alcanzado niveles inesperados y debió permanecer con el motor encendido y el aire acondicionado refrescándole para no morir cocinado dentro de su propio automóvil.

Estaba concentrado leyendo el informe de ventas que su asistente le había enviado antes de salir de la oficina, cuando alguien tocó la ventanilla del auto. Zachary dio un brinco y volteó para mirar la hermosa cara de su novia sonriéndole.

—Llegas tarde. —le dijo luego de abrirle la puerta con el mando a distancia para que subiera.

—Lo siento, se me complicó demasiado el salir, un cliente llegó a último momento y ya sabes cómo es este trabajo.

Y vaya que lo sabía. Esa manía de preocuparse por cosas insignificantes le volvía loco, especialmente cuando tenían una cita y llegaba con el olor de aquellos mugrientos animales impregnado en su ropa, el cabello desaliñado y sin una pizca de maquillaje. Zachary la miró de pies a cabeza por unos instantes, preguntándose por enésima vez qué hacía un hombre como él con una mujer como ella.

— ¿Cómo estuvo tu día? —dijo dándole un beso sobre los labios, fingiendo que le importaba su respuesta.

—Fatal, la señora Ravenport trajo de emergencia a su pequeño poodle, pero no pude hacer nada para ayudarle ya que tenía parvoriosis canina y tuve que ponerlo a dormir. Me dio tanta pena ver sus ojitos suplicantes...

Zachary suspiró. Aquellas largas conversaciones sobre animales y sus enfermedades no le interesaban en lo más mínimo, pero eso hacía feliz a su "hermosa y sexy novia" de la cual estaba perdidamente enamorado, así que soportaba todo lo que podía su parloteo.

—...y al final tuve que prometerle conseguir un nuevo cachorro para que lo adoptara.

—Al menos tuvo un final feliz la historia. —respondió mientras respondía un mensaje en su celular.

— ¿Soy yo o no escuchaste todo lo que te dije?

—Lo siento cariño, sabes que esas historias tan largas me aburren, tal vez si me hicieras un resumen yo podría, ya sabes, poner un poco más de atención.

—Ya lo entendí, no vuelvo a contarte cosas de mi trabajo. —respondió cruzándose de brazos.

—Olivia, no lo tomes así.

— ¿Y cómo quieres que lo tome? Si mi novio, que dice amarme, le aburre terriblemente escuchar mis historias.

—No estás siendo razonable cariño, nada tiene que ver el amor que siento por ti con esto. De todas formas no comprendo por qué razón estamos peleando, otra vez.

Olivia bajó la cabeza, su novio tenía razón, desde hacía algunos meses a la fecha que tenían constantes discusiones que comenzaban así, con un comentario casual acerca de cosas que no tenían importancia pero que a ella le exasperaban en gran medida, y que se tornaban de pronto en una pelea de proporciones épicas, y que generalmente terminaban en días, y a veces semanas, sin verse o hablarse.

— Lo siento, sé que a veces me pongo demasiado sensible con estas cosas y...

—...Por favor, no digas nada. —Dijo él interrumpiéndola— Olvidemos esta discusión y hagamos como si nada hubiera pasado.

—De acuerdo. —respondió Olivia haciendo un puchero.

—Bien.

Siguieron el camino en completo silencio. Olivia estaba algo incómoda, detestaba haberse comportado como una idiota, especialmente después de tres días de no ver a Zachary ya que había estado en un viaje de negocios en Londres. Usualmente no reaccionaba de esa forma, hasta hace un tiempo podía controlar esos cambios repentinos de humor, sin embargo en los últimos meses aquellos impulsos la dominaban; y se repetían cada vez con mayor frecuencia que cuando empezaron a darse luego de su operación.

Dos vidas contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora