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f u e r t e

— ¿Te lo cortarás?

El tiempo corrió como agua en el río y, aunque no había pasado mucho desde que llegó a la academia militar, Kentin verdaderamente se sorprendió al darse cuenta de lo rápido que crecía el cabello de Jordan.

—Es una pena.

Del antiguo undercut no quedaba ni rastro. Las ondas cenizas se deslizaban libremente, enmarcando su rostro, hasta llegar casi a la altura de sus hombros. Ella lo detestaba. Su pelo pasaba más tiempo en una coleta de caballo en la parte superior de su cabeza, que de cualquier otra manera; a simple vista no era difícil notar lo poco femenina que era.

Y sin embargo, con todo y su masculinidad, nada evitaba que Jordan luciera sencillamente preciosa, porque ella no era nada más que eso a los ojos de Kentin.

En el fondo, agradeció que aquella rubia de anteojos y mala actitud fuera la que recibiera a su promoción cuando entraron, como nuevos cadetes en la academia. Su relación no había sido tan buena al principio: apenas cruzaban palabra, y no era como si Kentin estuviera conforme o feliz con la compasión que alguna vez demostró hacia Ken, el flacucho enclenque con actitud de niña.

Pero gracias a eso, ahora estaban ahí.

Cuando estaban libres, usaban el campo donde normalmente hacían los entrenamientos físicos, para tirarse en la grama— que sólo brotaba en esa época del año; y pasar un rato sencillo, sin más que el silencio.

Jordan no tenía sus botas, reposaban a un lado, mientras enterraba los dedos entre el verde pasto, distraídamente.

Acomodó los anteojos sobre el tabique de su nariz.

—Nunca me ha gustado el cabello largo —se echó un par de rebeldes mechones hacia atrás—. Es poco práctico.

Siempre tan minimalista.

—Tienes lindo cabello.

Jordan puso lo ojos en blanco. Kentin ahogó una risa. La academia militar los moldeaba así: fuertes, ásperos, ácidos. Y ella era la mejor representación de todo lo que querían lograr los capitanes del ejército; personas que no se dejaran llevar por sentimentalismos. El castaño lo había aprendido mejor que nadie.

—Tener lindo cabello no me va a salvar la vida en medio de una guerra.

No podía ser de otro modo… no existía otra respuesta, tratándose de ella.

Y él lo entendía, porque después de tanto tiempo— que en realidad había sido muy poco, pero para él era una eternidad; aunque doliera, también había llegado a ser así: fuerte, áspero, ácido.

Una persona que no se dejaba llevar por sentimentalismos.

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