Dieciocho

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-¿De verdad te gusta el café tan feo que servimos?

Sonrió.

Me sonrojé.

-No... En realidad necesitaba hablar contigo.

Pareció confuso pero me respondió sonriendo.

-Mi turno termina a las 16:00. Puedo... buscarte, si te parece bien.

-Sí, muy bien. Hasta entonces.

-Adiós.

Las gotas de esa tenue llovizna se sentían como diminutas agujas de hielo pinchando mi rostro.

Sonreí.

RecuérdameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora