Capítulo 6. [Caprice Bar]

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Esmeralda P.OV.

Ya habíamos encontrado el hotel, llamado Royal Palace. Este era por fuera color blanco, tenía el suelo de mármol y esculturas demasiado hermosas, sin contar con los árboles exóticos en el lugar, sin duda alguna habíamos conseguido el mejor hotel aquí en Grecia.

Estábamos maravilladas con todo lo que veíamos, había gente pasando de un lado a otro con maletas, gente que se veía de mucho dinero, como nosotras, o tal vez más. No era un secreto la fortuna que poseía mi padre, y que esta misma algún día caería en mis manos para ser millonaria, muy millonaria, aún más que todos los de aquí. La mayoría de la gente sabía la existencia de la hija del gran empresario Eduardo, quien era mi papá. Sí, estoy hablando de mí.

Nos acercamos hacia la recepción y ahí se encontraban dos señoritas vestidas formalmente con su uniforme color negro con vino, una de ellas alzó su cabeza y nos obsequió una cálida sonrisa, y nosotras sonreímos también.

—Buenas tardes, señoritas, ¿tienen reservación? —Inquirió la señorita que al parecer se llamaba Rosa mientras buscaba algún tipo de papel.

—Sí, la tenemos, a nombre de Esmeralda Bramson —Comentó Samanta quien se encontraba con su bolso colgado en su brazo derecho, mientras observaba la decoración del hotel con miradas discretas. Tampoco queríamos parecer niñas de rancho que visitan por primera vez un hotel, o Grecia. Aunque sí, era la primera visita hacia Grecia, pero no había que perder el glamour.

—Permítame tantito. —Volvió a sonreír la mujer que nos atendía, que aparentaba unos treinta y cinco años. Empezó a teclear en la computadora, supuse mi nombre, y luego hizo unas anotaciones. —Sí, aquí se encuentra una reservación a nombre de Esmeralda Bramson.

Samanta suspiró y yo me le uní segundos después, mientras que uno de los botones en el hotel nos ayudaba con las maletas y esperaba a recibir información de la habitación por parte de la recepcionista.

—Su habitación es la número 429, piso nueve. —Comunicó la señorita al botón, y este empezó a caminar hacia un elevador, y nosotras asentimos, cuando de pronto sacó unas pulseras azules las cuales empezó a poner en nuestra muñeca derecha, estas eran para identificar a la gente que se hospedaba en su hotel.

Nos observó nuevamente y sonrió.

—La habitación no estará disponible hasta dentro de media hora, pueden ir a comer si gustan primero, podrían utilizar el buffete de comida que se encuentra pasando la recepción, por ahí hay una puerta. —Comentó la señorita, señalando una puerta grande de cristal, flores a los lados la decoraban y un gran candelabro el cual no habíamos visto.

—Muchas gracias. —Dije, sonriendo.

—Por nada, disfruten su estancia en este hotel. —Sonrió nuevamente, al parecer jamás se le acabarían las sonrisas a esa mujer.

Asentimos con la cabeza y nos miramos Samanta y yo, en todo este tiempo no había dicho mucho, así que decidí preguntarle por qué.

— ¿Por qué tan callada? ¿Te pasa algo? —Le pregunté con el ceño fruncido y Samanta sonrió exageradamente.

— ¡Estamos en Grecia! —Me empujó violentamente, pero de broma obviamente, yo sólo puse los ojos en blanco y solté una inmensa carcajada. Era verdad, estábamos en Grecia y no lo podíamos creer.

—Vamos a comer, niña violenta. —Empujé a Samanta de vuelta y ella alzó sus dos brazos con la sonrisa más grande que había visto en mi vida.

Entramos al buffete y empezamos agarrando nuestros platos, pasando por cada pasillo de comida que nos parecía un eterno camino de alimentos que no podríamos terminar.

Amor árabe©Where stories live. Discover now