Capítulo V. En manos de la cámara de los vientos

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Sigue la lógica. Si falla, sigue tu instinto. Si falla, confía en la suerte.

Proverbio xeldarh


Nos alegra caer en cuenta que Bus tiene razón. Sentimos que el ambiente es menos pesado y más respirable, el Flujo acaba de alimentar la atmósfera con aire renovado, indicando que estamos cerca del sitio donde sucede el intercambio de oxígeno. El entorno fresco y estimulante, aunado a la victoria reciente, provoca una ligera sensación de euforia tal, que hasta Neut está de buen humor.

– Bien –indica Neut–. Apunten la nariz hacia El Flujo y sigan el camino de aire cristalino, así llegaremos a la Cámara de los Vientos. Creo que si tomamos otra ruta nos perderemos, la idea es ir hacia el Sur y cruzar la Cámara nos ahorrará distancia y tiempo. Aunque no sé si nos evitará más riesgos de los comunes.

El último comentario nos importa poco. No existen los caminos seguros en Elas-Bodái, solo rutas en las que tenemos menos posibilidades de toparnos con problemas, y aún eso varía con la estación y otras circunstancias desconocidas; por consiguiente, no nos seduce la idea de ahorrar peligros, sino tiempo y largas caminatas. Después de todo, entre más corto y rápido sea el trayecto, menores serán las dificultades.

En teoría.

Distraídos con estos pensamientos, avanzamos por el túnel en ruta horizontal y entramos a un conducto por donde podemos decir que aire y Flujo ocupan la misma proporción de espacio, avanzamos con líquido hasta la cintura, entre korpers atareados llenando pequeños contenedores con bombas manuales que succionan oxígeno para entregarlo donde sea necesario.

Entre más avanzamos, el nivel del Flujo continúa disminuyendo hasta que llegamos a un sitio en el que solo se vuelve una serie de charcos a nuestros pies. Más adelante, divisamos el extremo del pasadizo por el que transitamos, donde parece que una gigantesca hacha le ha dado un gran tajo para ponerle fin, pero varios pasos antes de llegar al sitio donde suponemos que termina, observamos que no desaparece, aunque tampoco conduce a otro corredor o túnel, ni desemboca en una caverna como suele suceder. Lo sustituye un abismo surcado por corrientes de aire que ascienden y descienden a un ritmo casi predecible, en apariencia sin la fuerza para derribarnos de nuestro punto de observación. Aunque sabemos que es un riesgo comprobar la veracidad de esta suposición, la curiosidad es mayor que la precaución, nos asomamos al borde y descubrimos que el camino en realidad reduce su anchura a un punto casi intransitable, se dobla y desciende en una espiral con ángulo suave, atornillándose a una pared que cae recta hacia el fondo. Nos retiramos para hablar.

– ¿Alguna palabra inteligente o necia? –pregunta Soni.

– Ese abismo es muy elocuente por sí mismo –comento.

Aquí, en el dominio de los vientos, esperamos que no sea la temporada fría, porque nos acarrearía más problemas de lo normal. Nos olvidamos de depositar toda nuestra seguridad en el olfato, pues estamos en un sitio donde avanzar será cuestión de basarnos en la vista para distancias cortas y en el tacto para distancias aún más cortas, ignorando a propósito lo que hay a más allá del alcance de nuestros brazos porque saberlo solo tendría el efecto de provocarnos vértigo. De esta manera, descenderemos sujetándonos de cuanto podamos para evitar que las corrientes de aire nos arrastren. Esta vez dejarse llevar por la corriente no es una opción porque no sabemos dónde terminaríamos con el ir y venir de tantos vientos impredecibles.

– Caer es la muerte segura –exclama Neut.

– No, no lo es –interviene un korper atareado llenando cestas de oxígeno–. Si caes, las corrientes laterales te dirigen a conductos secundarios y la misma fuerza del viento suaviza la caída.

La Guerra Sin FinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora