Capítulo I. La marcha de los xeldarh

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– ¡Uno, dos! ¡Uno, dos! –repitió Vei con tono burlón una y otra vez–. ¿Por qué siempre marchamos contando uno, dos?

– Porque así el final del camino está siempre a dos pasos –le respondió Rei.

Cuentos olvidados



Alguien a quien conocí solo por historias me puso por nombre Moon, xeldarh (defensor) de Elas-Bodái, el mundo conocido. Este sitio que tenemos por hogar y al que también llamamos Anatomía, es un lugar hostil aún en los escasos oasis temporales de paz, porque ser débil y descuidar la guardia es un lujo que desemboca en muerte y destrucción.

Me encuentro a mitad de una patrulla junto con otros cuatro xeldarh; somos una entre millones de unidades que conforman un ejército sin finalidad ofensiva, creado y entrenado para exterminar a los agresores que logren traspasar El Borde, nuestra protección contra el exterior.

Caminamos sin dirección fija. En estos momentos no tenemos órdenes específicas y nos dedicamos a la defensa rutinaria de los túneles. Da lo mismo viajar en una dirección indeterminada que permanecer en un punto indeterminado, patrullamos porque no nos gusta estar inmóviles, porque acabamos con la monotonía de los puestos de vigilancia y porque al final de cuentas hay dos formas de vivir la guerra: alcanzarla o esperar a que nos alcance. Preferimos la primera opción, la que nos convierte en parte de un espejismo en el que parecemos controlar el destino.

Marchamos siempre en línea. Así lo dicta la distribución de este terreno constituido por un laberinto interminable de túneles, cavernas y pasadizos, pero también porque comprendemos que nuestra marcha es una representación de la vida vista como una complicada red de posibilidades, entramado que en última instancia se vuelve lineal al tomar una decisión a la vez.

Al frente de nuestra columna avanza Soni, un xeldarh de largas extremidades y tronco delgado cubierto de un exoesqueleto que elimina la necesidad de armaduras como las que portamos el resto. Nos encabeza debido a su constitución. Cuando alguien es alto y cuenta con cinco pares de ojos, se convierte por consecuencia natural en el vigía del grupo. Este aparato ocular le permite una visión periférica de 360 grados; los ojos parpadean en forma aleatoria, de manera que siempre tiene varios de ellos abiertos y nunca pierde la percepción total de su campo de visión. Introspectivo y con tendencia a la reflexión, es un buen conversador en los momentos de descanso o en las largas caminatas, cuando las circunstancias y su humor lo permiten.

– ¡Atentos! –nos dice–. Mirada al frente.

– Lo siento –responde una voz delicada pero firme–, a mí me gusta ver dónde planto mis pies.

La dueña de esas palabras es Linn, mi mejor amiga, la más pequeña y joven del grupo y segunda en la formación. Su andar denota agilidad y destreza, atributos que compensan por mucho su tamaño e inexperiencia. Confiamos en que el enemigo sufrirá en sus manos una muerte rápida, en especial si forma equipo con Soni, pues no es inusual que en partidas de rastreo Soni localice un enemigo y Linn lo elimine antes siquiera de darnos cuenta de la existencia de algún peligro. Esgrimista consumada con las palabras, mejora su retórica en batalla con el uso de un par de espadas a las que ha puesto por nombre Paz y Armonía. Es regla general y convenida de forma inconsciente que no admitamos frente a ella que nos parece simpática, lo que aplica en especial para Soni. Como suele suceder en estas situaciones, todos saben lo que sucede entre ese par, excepto ellos dos.

– Un ojo en donde estamos y otro a donde vamos –nos indica Neut, el siguiente en la fila.

– ¿Y qué hará Soni con el resto de sus ojos? –responde Linn, divirtiéndose con su pasatiempo favorito, que consiste en mostrar empatía mediante el hostigamiento.

La Guerra Sin FinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora