Espinas en el Corazón

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La horrible pesadilla había vuelto una vez más.

Sé que es solo un sueño, solo un juego de mi mente, pero aun así no puedo escapar sin importar cuánto lo intente. Es como si reviviera ese día una y otra vez.

Puedo sentir las rugosas manos de los hombres inmovilizándome, dejándome totalmente a su merced. Un momento después me desvisten, dejándome desnudo y vulnerable, completamente expuesto ante sus hambrientos ojos.

Me retuerzo. Lucho. Doy patadas y puñetazos, pero mis esfuerzos son inútiles. Esos hombres son más fuertes que yo. Son más altos, más musculosos. Les grito insultos en todos los idiomas que conozco, pero eso solo les hace reírse con más ganas.

Mis captores lo están disfrutando. Mi desesperación les produce placer. Mi desafío, excitación. Mi humillación, orgullo. Se dejan llevar por su ambición para obtener lo que quieren, sin importarles estar destruyendo de la peor forma posible a un Eldar como yo.

La fea cara de Jongos se balancea sobre mí mientras repite las mismas preguntas que me lleva haciendo desde que me trajeron a esta habitación.

"¿Dónde está? ¿Dónde está el niño? ¿Dónde está el heredero de Isildur? ¡Dímelo!"

Sacudo la cabeza y miro para otro lado. Puedo sentir el sudor resbalándome por la frente. Puedo sentir el frío del suelo en mi piel. Pero todavía siento también la furia que me llena el pecho.

"¡Nunca!" –le grito a Jongos, el hombre que lidera este grupo de rufianes.

Él solo sonríe, como si hubiera deseado que esa fuera mi respuesta, como si deseara tener una razón para castigarme.

"Está bien –dice-. Que empiece la diversión."

Y eso hacen. Se divierten conmigo una y otra vez, uno detrás de otro. Siguen repitiendo las mismas preguntas, pero pierdo la fuerza necesaria para responderles. Mi dignidad está rota en pedazos, al igual que mi inocencia.

No me atrevo a gritar ni hacer ningún sonido a pesar de que la agonía es sobrecogedora. Keldarion, mi hermano mayor, está encerrado en la otra habitación. No quiero que escuche mi sufrimiento, mi devastación. No quiero que se entere de esto. Lo que no sepa no le hará daño.

Pero parece que esos hombres piensan de otra forma.

Lo siguiente que sé es que traen a mi hermano. Los ojos azul cobalto de Keldarion se fijan en mí y al instante se oscurecen de furia. Gruñendo, se lanza hacia adelante para llegar a mi lado, pero los hombres lo sujetan e intentan reducirlo. Mi hermano, como el príncipe guerrero que es, se niega a rendirse sin luchar, así que eso es lo que hace. Se retuerce y los golpea, haciendo que dos hombres se caigan sobre su cara, pero cuando intenta acercarse a mí, lo golpean en la cabeza desde atrás. Keldarion se tambalea y los hombres aprovechan para inmovilizarlo, forzándolo a arrodillarse.

Mi hermano les grita terribles insultos, con una mirada asesina. Disfrutando, Jongos sujeta con el puño un mechón de su cabello negro y tira de él.

"Dinos lo que queremos saber, ¡o tu hermano pagará!"

Keldarion se siente dividido y me mira con tristeza. Comprendo su dilema porque yo también lo tengo. Hemos prometido no revelar el secreto de Aragorn, el niño que será la única esperanza para el futuro de la Tierra Media. De alguna forma, las fuerzas oscuras lo han averiguado, y harán cualquier cosa por matarlo antes de que crezca. Pero elegimos guardar el secreto, elegimos proteger a ese humano. Sin embargo, nunca imaginamos que pagaríamos tal precio por ello.

Jongos me sujetó de repente el tobillo y tiró de mí hacia él, diciéndole a Keldarion que se decidiera mientras los veía divertirse conmigo. Yo sentí cómo mi cara palidecía. No puedo creer que siga con ganas de arruinarme. Intento alejarme con mi casi nula fuerza, pero me siento tan débil como un gatito recién nacido. Escucho gritar a alguien, un grito lleno de angustia, y me toma un momento darme cuenta de que se trata de mi hermano.

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⏰ Última actualización: Mar 04, 2017 ⏰

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